El juego insensato de caminar por la cornisa

El juego insensato de caminar por la cornisa

Por: Fernando Gonzalez. Macri, Alberto y Cristina volvieron a confrontar a una semana de la elección. Riesgo dólar e imprudencia empresaria.

 

La transición del poder que vive la Argentina es el mayor desafío que tienen sus dirigentes en las últimas décadas. El país adolescente lo hizo mal en 1989, cuando se adelantó el traspaso de Raúl Alfonsín a Carlos Menem. Y cayó al subsuelo de la institucionalidad en el 2001, con el estallido social, la salida de Fernando De la Rúa y la seguidilla de cuatro presidentes peronistas en una semana. Mucho menos traumático resultó en 2015 pero la negativa de Cristina Kirchner a cederle los atributos de mando a Mauricio Macri​ postergó otra oportunidad única.

El contundente triunfo de Alberto Fernández en las PASO y los casi tres meses que separan a las primarias de la elección general del 27 de octubre convirtieron a este período en otro dramático examen para la fragilidad del sistema institucional. Macri y el candidato del Frente de Todos debieron enfriar sus humores poselectorales para ensayar un diálogo que le pusiera freno a la incertidumbre, a la suba del dólar​ y a la disparada del riesgo país. A regañadientes, se produjeron los primeros llamados telefónicos entre el Presidente y su adversario. Y luego siguieron los contactos entre colaboradores de uno y otro lado.

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Con menos publicidad, comenzó a funcionar un circuito de consultas que abarcó, entre otros, al ministro de Economía, Hernán Lacunza; al titular del Banco Central, Guido Sandleris; y al economista delegado de Alberto, el dialoguista Matías Kulfas. Adelanto de medidas por parte de los funcionarios, pedidos urgentes por parte de los opositores y varios chats calientes que evitaron males mayores. Uno de los ejemplos ha sido la crisis económica y social que atraviesa la provincia de Chubut. En el equipo de Fernández reconocen en privado que, sin el auxilio oportuno del Tesoro y de Anses, el incendio podría haber escalado a dimensiones de tragedia nacional.

Pero esa malla de contención entre la dirigencia de los dos sectores políticos que se disputan el próximo mandato presidencial se debilitó en los últimos días. La cercanía de la elección endureció los discursos y volvió a ensanchar la grieta. “Ya no hablo más con Macri”, avisó Fernández, quien exhibió un lenguaje inesperadamente agresivo en el primer debate presidencial en Santa Fe. El Presidente también subió los decibeles en las apariciones del #SiSePuede por el país. El viernes en Corrientes volvió a criticar a Cristina que, a mitad de semana, lo había llamado un tanto despectivamente “Chispitas”. Casualidad o no, un rato antes Alberto había tensado la cuerda al responder por radio. “Cristina y yo somos lo mismo”, desafiaba.

Ese es el límite de la diversión. Lo que parece ser un juego insensato de palabras preelectoral tiene como geografía el descalabro de la economía. Con el regreso de la confrontación también volvió la presión sobre las variantes paralelas del dólar y la caída de las reservas monetarias, que el viernes superó los US$ 143 millones. Los supermercadistas y las empresas de alimentos ya preparan un colchón de aumentos para la semana posterior a la elección. Y Cristiano Rattazzi, el influyente CEO de Fíat, sorprendió en los pasillos del Coloquio de IDEA arriesgándose al futurismo de predecir un dólar de 82 pesos. ¿Hacía falta?

A una semana de las elecciones y a otras seis del traspaso o de la reelección presidencial, los políticos, los empresarios y el resto de los dirigentes con peso en la opinión pública deben extremar la prudencia en todo lo que hacen y en todo lo que dicen. La situación es lo suficientemente grave como para intentar el milagro de dejar de caminar por la cornisa.

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