Juan Carlos Romero y su diario El Tribuno, sin ningún escrúpulo

Juan Carlos Romero y su diario El Tribuno, sin ningún escrúpulo

En una nueva operación mediática, el ex gobernador puso en evidencias su total falta de escrúpulos a la hora de sacar cualquier tipo de provecho de sus rivales políticos.

SALTA.- Si cabía alguna duda  sobre el temor que Juan Carlos Romero siente de cara a su futuro político y judicial, lo sucedido recientemente en torno al manejo periodístico que su diario, El Tribuno, le dio a la muerte del sobrino del gobernador, Juan Manuel Urtubey, acaba de dejarlo en claro.

Lejos de las más mínimas premisas del periodismo de verificar una información antes de publicarla, el diario de Romero, en una actitud claramente deliberada, replicó en su sitio online especulaciones tendenciosas y dirigidas a desprestigiar el nombre de un adolescente de 17 años, que ya nada puede hacer para defenderse de las calumnias publicadas.

Semejante atropello motivó la inmediata reacción del gobernador, quien rompió el duelo para salir a dar la cara y aclarar que nada raro hubo en torno a la trágica muerte de su sobrino, quien falleció en la madrugada del domingo pasado en un accidente de tránsito ocurrido en la ruta de acceso a la ciudad.

Las dolidas palabras del gobernador retumbaron en una conferencia de prensa, sin que ningún periodista las pusiera en duda. Por el contrario, todos se solidarizaron con el mandatario, quien apuntó al romerismo como autor ideológico de las informaciones tendenciosas difundidas.

Lo sucedido volvió a poner sobre el tapete la discusión de los límites del periodismo, pues en esta operación hubo algunos periodistas que se sumaron a la maniobra.

El primer párrafo "El periodista y el asesino” de la escritora Checa Janet Malcolm -libro de referencia para los periodistas- rememora este debate de la siguiente manera: "Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno".

En el caso que nos ocupa, está claro que en la mesa de redacción del Complejo Editorial de Limache, comandada por el joven Sergio Romero, hay periodistas más estúpidos y engreídos que aquellos que Malcolm imaginó, pues ninguno de ellos, cegados por su esencia opositora, pudo advertir -al menos por unos instantes- la realidad.

Esta situación, para un medio que recientemente festejó sus 65 años de vida entre los salteños, es más que preocupante, pues si un diario de esta magnitud no puede reconocer la realidad, todos sus lectores están condenados a ser engañados, en algún momento o por siempre.

La vanidad, mi pecado favorito

En la película El Abogado del Diablo, el actor Al Pacino representa una brillante escena final en la que el exitoso letrado -y protagonista del filme- es seducido por un periodista para contar su historia. La actuación concluye con la siguiente frase: "La vanidad, mi pecado favorito”.

De la misma manera, la escritora Malcolm refiere a este pecado al señalar que se vale él para ganarse la confianza de la gente. En este caso sucedió con un joven periodista radial, quien no tuvo reparos para traicionar a sus oyentes, al prestarse a una evidente operación mediática gestada por Romero.

De esta manera, quedó en evidencia su único objetivo: algunos minutos de fama a costa de la muerte de un joven, que, como dijo el gobernador, ya no está para defenderse. Pese a ello, los "mercaderes de la muerte” aún sacan réditos de sus restos.

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