Holanda: lista para más que un cuento de hadas

Holanda: lista para más que un cuento de hadas
Por Inés Capdevila |

AMSTERDAM.- En la Holanda del cambio de mando, la entronización del martes próximo, más que una ceremonia, es una forma de vida.

Para el hambre, está el queso Corona, el chocolate Willem-Alexander y, en honor a la popular Máxima, los alfajores de maicena anaranjados. Para la sed, la cerveza Abdicación. Para viajar, los trenes naranjas. Para el vicio, en una ciudad legendaria por permitirlo abiertamente, las semillas de marihuana Royal Queen. Y para vestirse están las remeras (naranjas, obviamente) con la cara del futuro rey sobre la leyenda "Yes, I can!", robada a Obama y destinada a alejar las dudas que, en un momento, rodearon la capacidad del príncipe para suceder a su madre.

Faltan cinco días y Amsterdam ya parece lista para la asunción de Guillermo de Orange y la argentina Máxima.

La ciudad se engalana, la parafernalia y los suvenires florecen, los príncipes de una de las casas reales más respetadas de Europa viven momentos de "nervios saludables", Beatriz cierra su agenda como reina, los holandeses vibran.

Pero detrás del cuento de hadas hay bastante más realidad que fantasía. Y, en plena crisis europea y después del trauma de las bombas en la maratón de Boston, la seguridad y la economía desvelan al gobierno de un país que va por el segundo año consecutivo de recesión.

"Mire, mire los colores. ¿No es lindísimo? ¡Va a ser un gran día! Ellos [por Guillermo y Máxima] son tan simples y simpáticos", exclama ante LA NACION Jeroen, de 49 años, mientras sale a la puerta de su negocio de suvenires y señala al Dam, plaza central de Amsterdam y el escenario de la entronización.

De la misma manera que el entusiasmo de Jeroen esconde su desinterés de toda una vida por la monarquía, la vivacidad del Dam oculta la ansiedad oficial por evitar ataques como el de los hermanos Tsarnaev, la semana pasada en Boston, o el de Karts Tates, que estrelló su auto contra la multitud en Apeldoorn, el 30 de abril de 2009, mientras pasaba el ómnibus con la familia real.

Rodeado por el Palacio Real y la Nueva Iglesia, escenarios de abdicación de Beatriz y la asunción de Guillermo, respectivamente, el Dam es pura energía. Entre los miles de habituales turistas, se mezclan trabajadores municipales que limpian sus monumentos o montan estandartes con las iniciales de Guillermo y Máxima en los edificios lindantes mientras técnicos de TV instalan los equipos para la transmisión del martes.

La plaza, donde entran unas 25.000 personas, es el desvelo de la policía. Los Orange saldrán al balcón del palacio a saludar a los holandeses y luego caminarán hacia la Nueva Iglesia.

Por eso, las autoridades apostarán, entre la gente, a cientos de policías de civil que, ayudados por 98 cámaras de seguridad y dos helicópteros, estarán atentos a cualquier movimiento sospechoso. Su mayor preocupación es, según reconoció el gobierno, "un lobo solitario", un atacante sin acompañantes pero imprevisible.

Por las dudas de que semejante operativo no alcance, el ayuntamiento pidió a todos los comerciantes y residentes de las manzanas lindantes que abandonen el barrio por dos días, el lunes y el martes. "Vienen con perros y revisan todo, comercios y casas, y después piden que te vayas. Nunca vi semejantes controles", cuenta a LA NACION Guillermo Mellicovsky, un argentino que vive y tiene dos negocios a metros de la Nueva Iglesia.

Dueño de Melly's Cookies Bar y La Frutería, Mellicovsky ya vivía allí cuando Guillermo y Máxima se casaron, en febrero de 2002, pero no recuerda que en ese momento hubiese semejantes medidas de seguridad. Como varios de los otros comerciantes de su manzana, ahora está algo fastidiado porque deberá cerrar uno de los días que más movimiento tendrá la necesitada economía local.

La crisis holandesa no es, ni de cerca, la de España o Grecia. Si bien va por su segundo año de recesión, el desempleo es de 7,7%, tres veces menor que el español o el griego, y su PBI per cápita es uno de los mayores de Europa. "Aún somos una nación muy próspera, pero la crisis afecta el futuro, que ahora es bastante más incierto", explica a LA NACION Henk te Velde, profesor de historia de la Universidad de Leiden.

Sin certezas de que la vida será mejor y con el impacto de la explosión de la burbuja inmobiliaria local, los holandeses gastan menos y la economía lo sufre. Por eso, Amsterdam y su gobierno y sus comerciantes esperan que los próximos días sean un bálsamo que ayude a pagar una fiesta de 11 millones de euros y que estimule el consumo.

Habitualmente, 400.000 personas se vuelcan sobre la ciudad todos los 30 de abril, día de la reina. Este martes, los cálculos más pesimistas hablan de 800.000 personas y los más optimistas, de dos millones.

Para aprovechar esa ola de alegría y consumo, los hoteles de la zona apelaron al espíritu argentino no el de Máxima, si no el de la inflación. Si una habitación promedio de la zona del Dam cuesta 142 euros en cualquier momento, este fin de semana saldrá 317 euros, un salto considerable en un país donde la variación anual de precios es de 2,5%.

A pesar del súbito incremento de precios, la capacidad hotelera ya está completa en un 90%. La "Orangehype" es furor y los holandeses llegan de todas partes para vivir la historia, la del primer rey en 123 años, después de tres mujeres soberanas, y la de la primera reina de origen argentino..

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