Vinicio Riva, de 53 años, tiene neurofibromatosis, una enfermedad que cubre su cuerpo con tumores benignos que le provocan dolores terribles y llagas que no dejan de sangrar. El Sumo Pontífice lo besó.
A sus 53 años, Riva rememoró ese momento, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, como el más especial de su vida. "Era como estar en el paraíso", explicó.
Tiene el cuerpo entero, de los pies a la cabeza, cubierto por unas terribles protuberancias, unos tumores que aunque son benignos le provocan dolores terribles y llagas que no dejan de sangrar. "Soy un ser deforme", se definió a sí mismo con resignación. Padece la enfermedad de von Recklinghausen, una dolencia genética más conocida como neurofibromatosis de tipo 1.
"El Papa ni se detuvo a pensar si me abrazaba o no. Mi enfermedad no es contagiosa, pero él no lo sabía. Bajó del altar a saludar a los enfermos. Yo le besé la mano mientras que él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Después tiró de mí, abrazándome con fuerza y besándome el rostro. Yo tenía la cabeza en su pecho, sus brazos me rodeaban. Me tenía muy pegado a él, mimándome, no se apartaba", aseguró Vinicio en una entrevista concedida al diario británico Daily Mail, y en otras declaraciones a la prensa italiana.
"No me dijo nada, pero yo sentí su amor. Duró poco más que un minuto, pero a mí me pareció una eternidad". Y añadió, "mi corazón iba tan deprisa que creí que iba a morir".
"Pensé que no lo iba a soltar", completó su tía, Caterina, que fue quien le acompañó a la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Vinicio vive en Vicenza, en el norte de Italia, con su hermana Morena, de 46 años, que también tiene neurofibromatosis, aunque en una fase menos severa. A ambos, la enfermedad se la transmitió su madre, que no desarrolló ningún síntoma hasta que tuvo a sus hijos y murió de este trastorno a los 81 años.
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