La estrategia de la duda

La estrategia de la duda

El nieto de Estela de Carlotto llegó a la institución luego de campañas que apuntan a interpelar a los nacidos entre 1976 y 1983. Esas convocatorias también arman una red social y cultural que sostienen la necesidad de saber la verdad.

La librería Insurgente de Olavarría lo cruzó varias veces con Juan Weisz, otro hijo de desaparecidos. Pasó por Música por la Identidad. Están sus tuits, uno sobre el dictador Jorge Rafael Videla, otro un 24 de marzo. Mensajes lanzados a una comunidad con la que se comparte un lenguaje. Ignacio/Guido Montoya Carlotto se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo hace menos de dos meses, pero llegó habiendo atravesado distintos espacios que lo emparentaron con su historia antes de decidirse a hacer la prueba de ADN. La noticia de su recuperación fue una ocasión para repensar esa trama: la red que generó el trabajo de las Abuelas en clave de comunicación y para rastrear las corrientes que lo arrastraron a él hasta ahí, pero que al mismo tiempo arrastraron a quienes salieron inmediatamente a festejarlo. Hubo un mensaje que llegó.

Abel Madariaga es parte de la casa de las Abuelas desde siempre. Camina por un pasillo de ida y de vuelta y otra vez de ida y de vuelta cuando se entera de que un nuevo joven fue identificado. Es un padre entre las Abuelas y encontró a su hijo Francisco en 2010. “En 1986 y luego, mientras estaban en vigencia el indulto y las leyes de impunidad, de obediencia debida y punto final, las Abuelas pensaban que al volver la democracia les iban a devolver a sus nietos, y no ocurrió. Yo ya participaba de Abuelas y escuché en ese momento a una de ellas que dijo algo que me impactó: ‘Cuando sean grandes nos van a buscar’. Cero logros tuvimos en esa etapa, pero a mí me quedó dando vueltas en la cabeza esa idea. Hará unos veinte años, un día, cuando los chicos empezaron a ser grandes, inventamos una consigna que la pusimos en un volantito que hicimos de prueba. Decía: ‘Si dudás, te esperamos con amor. Abuelas de Plaza de Mayo’. ¡Era una tirita mal impresa! Un asco comunicacionalmente, pero era lo que uno sentía. Y ahí empezamos a dar los primeros pasos.”

Los pasos evolucionaron. 1997 marcó un punto de quiebre. Cuando se cumplieron veinte años de la fundación de Abuelas, eran 59 los chicos que habían recuperado su identidad. “Cuando las Abuelas tomaron conciencia de que sus nietos habían crecido y que eso implicaba la posibilidad de contar con ellos en la búsqueda de su identidad, cambiaron la metodología de búsqueda: ya no se trataba de buscar a los niños, se trataba de acercar a los jóvenes a las Abuelas”, explica la página web de la institución.

Hubo festivales de rock, pusieron colores a los mensajes cuando el resto de los organismos de derechos humanos usaba blanco y negro y articularon con otros. Llegó Teatro por la Identidad, pero también la anulación de las leyes de punto final y obediencia debida. La Justicia empezó a decir que lo que había pasado estaba mal: estaba mal torturar, desaparecer y robar niños. Otro 24 de marzo. La necesidad de llegar a los pueblitos. Telefe pasó la novela Montecristo, cuya protagonista era una joven apropiada durante la última dictadura. Llegó Música por la Identidad, Tango, el acompañamiento de futbolistas y concursos hasta por tuiter. En medio de todas esas actividades, las condenas por el plan sistemático de apropiación de niños y un juicio oral en Azul por un abogado de Olavarría asesinado durante la dictadura.

Tatiana Ruarte Britos recuperó su identidad en 1980, cuando tenía 6 años. “Está bueno ampliar la pregunta sobre cómo se llega –dice–. Guido hizo un recorrido del que hablará él, pero que haya iniciado la búsqueda al participar de Musica por la Identidad, aproximándose a su modo y finalmente, que haya sucedido esto, parece como mágico. Por eso es tan importante no sólo la bajada institucional, sino los lazos y las redes que se generan. El tenía amigos de amigos en común, estaba en el círculo.”

Esta idea de un lazo político o cultural que se fue tejiendo en estos años por el trabajo de las Abuelas también pareció oírse el viernes en la conferencia de prensa que dio el nieto de Estela de Carlotto.

Valeria Barbuto es antropóloga y representante de los organismos de derechos humanos en el directorio del Espacio de Memoria ex ESMA. “Hubo ahí algo de lo que le pasa a él, pero que al mismo tiempo nos pasa a todos –dice–. Cuando dijo: ‘Yo estoy contento por esta gente que está contenta’. Eso para mí fue impactante, verdaderamente, y creo que es una frase histórica.”

En la Casa de las Abuelas no dejó de sonar el teléfono desde el martes. Llamaron de los lugares mas raros del mundo. Se encontraron notas en diarios de Malasia, de Japón y de Sudáfrica. Llamaron de Australia. Montaron cámaras equipos de Colombia, Chile y Brasil. Entre martes y viernes por la mañana, Abuelas recibió unos 200 llamados concretos de personas con consultas puntuales sobre su identidad. El martes hubo gente en la calle. “Se vio una respuesta social muy linda, porque nunca se amontonó tanta gente en la calle y yo nunca tuve que salir al balcón a saludar”, dijo Estela. Se habló del “nieto de todos”. El viernes un periodista le dijo a Guido/Ignacio algo así como “Quiero que sepas que sos la noticia más importante que me tocó cubrir en toda mi vida”.

“Personalmente –dice Tatiana– lo que me sucedió es haber tenido la misma sensación, pero a la inversa, del momento en el que encarcelan a Videla. Me salió eso del ¡¿cómo puede ser si esto no era posible?! Y sin embargo, sí, es cierto. Se te da vuelta toda la cabeza: algo que parecía infinitamente imposible se acaba de alcanzar, y esto simbólicamente en la sociedad va a dejar una marca super importante.”

Lita Boitano vivió hace unos días algo de esa sensación en su barrio. Vive en Barrio Norte. Cada vez que va a la carnicería, el carnicero suele esperar quedarse a solas para hablar de política, pero esta vez la foto de Lita al lado de Estela había aparecido en todos lados y todo el mundo se acercó a saludarla. En ese momento, sintió que ahí, en su barrio, entre sus vecinos, hostiles a ciertos temas, volvía a recuperar su condición de “madre”: “Yo sentí que volví a ser la madre de mis hijos desaparecidos”.

En Abuelas, el tono que alcanzó estos días la celebración por la noticia de Guido fue algo que sorprendió. Un dato nuevo. El más destacado.

Manuel Gonçalves, otro nieto que hoy es parte de la Comisión Directiva de Abuelas, pone en perspectiva histórica esta sensación: “Es innegable que en los últimos diez años se ha podido hablar de la identidad como no se había podido hacer antes –dice–. A mediados de los ’90 era un momento muy distinto, era otro país, la sociedad todavía decía que los chicos se tenían que quedar con las familias que los habían criado y dado de comer. Hoy no se discute eso. Entendimos que hay que saber la verdad. Y esto tiene que ver con las Abuelas enseñando a la sociedad y al mundo entero.”

Es en ese sentido en el que llegó el mensaje. Más allá de las estrategias de comunicación, esto terminó transformándose en parte de un sentido compartido. “Las estrategias de comunicación son muy buenas, inteligentes, pero vistas en el tiempo son mucho más que eso, son una acción permanente que logró transformaciones culturales y sociales muy profundas, igual que la acción del movimiento de derechos humanos logró un sentido particular sobre los derechos humanos y la democracia. En el reconocimiento del valor de la verdad, en lo que significa la identidad, la huella es profunda porque no se trata sólo de lo que pensamos sobre las apropiaciones en dictadura sino también sobre cualquier adopción. Lo que lograron imprimir las Abuelas son principios básicos sobre la vida como personas y como sociedad. No sé cuántas sociedades reconocen de esta manera a sus víctimas, seguramente pocas. Sin duda, una sociedad que acompaña a sus víctimas es una sociedad más democrática”, señala Barbuto. Más democrática respecto de otras sociedades, seguramente. Pero también más democrática respecto de sí misma, de ese sí misma poco tiempo atrás.

Comentá la nota