Cornejo y el peronismo, los responsables del bloqueo legislativo de fin de año

Cornejo y el peronismo, los responsables del bloqueo legislativo de fin de año

Un PJ sin conducción y resentido, sumando a un oficialismo verticalista, parecen haber sido las causas más notorias de los últimos fracasos de la política mendocina.

Un peronismo sin conducción, errático y resentido como quizás nunca se lo vio en la provincia, sumado a un oficialismo verticalista, gobernado con manu militari hacia dentro y hacia fuera, imponiéndose muchas veces con el rigor del machetazo en la maraña de la selva, parecen haber sido las causas más notorias de los últimos fracasos de la política mendocina: la no aprobación de los endeudamientos blandos para obras necesarias y postergadas como la planta de tratamiento de residuos urbanos del Gran Mendoza (GIRSU) y la reforma a la Ley Antiminera, la 7.722, necesaria para permitir en un tiempo más o menos cercano ir a explorar esas otras posibilidades que ofrece la economía de Mendoza encerradas en los recursos naturales de la cordillera provincial.

Puede que se esgriman, al menos, una decena de razones por las cuales el peronismo, luego de las elecciones y de una dura derrota, se fue oponiendo sistemáticamente a cada uno de los intentos legislativos en los que se buscaba la autorización para tomar los préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para construir la planta GIRSU en El Borbollón, Las Heras; el acueducto ganadero de La Paz o la doble vía entre Rivadavia, Junín y San Martín, en el Este provincial. Que no era el momento, que son temas que debe analizar y resolver la futura administración de la provincia, que la deuda de Mendoza es inmanejable, que esto o que lo otro fueron los argumentos más sostenidos por el peronismo cuando se negó a brindar sus votos para esa mayoría especial que requieren tales proyectos. Fueron explicaciones que no convencieron a nadie y que le sirvieron a la principal fuerza de la oposición para esconder o simular sus problemas internos, que han sido muchos y de los más variados, y que le han hecho perder elección tras elección desde mediados de la década pasada hasta el presente.

Tales cuestiones internas también influyeron para cuando llegó el momento de avanzar en una reforma seria y responsable sobre la ley 7.722, más cuando los acuerdos sobre qué modificar y cómo habían logrado un amplísimo consenso político y empresarial, en medio de una crisis económica aguda que se ha extendido por varios años, llevó la desesperanza y la incertidumbre a niveles casi únicos.

El peronismo ha venido padeciendo una severa crisis, también, de conducción. Los otrora poderosos intendentes se fueron debilitando al perder territorios, gravitación e influencia, tanto interna como externa, mientras crecía la presencia del kirchnerismo por medio de La Cámpora; un kirchnerismo que hasta logró derrotarlos en la interna cuando se cruzaron por el control partidario y las candidaturas. Pero, esa nueva conducción, al menos hasta ahora, se ha visto impedida de salir de los propios límites del movimiento, perforar sus fronteras para seducir hacia fuera, un problema que no ha hecho otra cosa que agravar la situación general del PJ. Los intendentes nunca terminaron por digerir aquella derrota infringida por un grupo de dirigentes más jóvenes que no reconocieron, a quienes, incluso, han visto carentes de legitimidad por entender que aparecieron abruptamente en la vida interna partidaria el día que se murió Néstor Kirchner y por el empuje y orden impuesto por Cristina Fernández.

El particular estilo de conducción de Alfredo Cornejo, el mismo que le permitió impulsar y lograr reformas de fondo a su administración, particularmente en la Justicia y en las formas y maneras de administrar el Estado y las cuentas públicas, también pudo transformarse en la razón por la cual, un día, el diálogo con la oposición terminó por romperse. El cornejismo y sus seguidores más fanatizados, de los que existen no sólo dentro del oficialismo sino también en las filas opositoras, no pueden parar un segundo cuando tienen la oportunidad de describir lo que consideran han sido aptitudes sobrenaturales del gobernador en el ejercicio de la política. Lo llaman “animal político” y lo ubican entre los pocos que entienden sus códigos y vericuetos más oscuros.

Sin embargo, el estilo frontal que ha esgrimido en las batallas que ha librado, sin dar posibilidades de escape alguna a sus adversarios cuando ya los ha tenido en la lona, ha ido cubriendo de resentimiento y sed de venganza a casi toda la dirigencia del peronismo, en especial a esa que hoy está protagonizando sus últimas épocas o días en el centro del escenario político. Y ha sido esa dirigencia la que, con miopía notable y sólo para sanar las heridas que ha recibido, ha decidido no dar el voto a proyectos legislativos que superan la ambición o el interés propio de una administración de gobierno como la que ha representado Cornejo.

Así que, como están las cosas y como se han desarrollado los últimos acontecimientos políticos, es probable que el año culmine sin mayores novedades y con asuntos trascendentes que recibirá, como herencia para resolver, el gobierno de Rodolfo Suarez, quien tendrá la oportunidad de alimentar otro estilo de conducción y de negociación con la oposición peronista. Una oposición peronista que perderá, así también, algunos de sus principales referentes históricos, aquellos que se enfrentaron con Cornejo y que se sintieron sus víctimas. Un nuevo gobierno, una nueva oposición, una nueva oportunidad para seguir apostando por los cambios que mejoren la situación de todos y que hagan de la política la manifestación real de esa ciencia única capaz de resolver las cuestiones ponzoñosas en beneficio del interés general y no el de unos pocos. Que así sea.

 

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