Clínicas privadas realizan un 75% más de cesáreas que lo recomendado

En la evaluación del crecimiento de la tasa, los especialistas apuntan a la cantidad de intervenciones médicas que se realizan sobre la embarazada sana para acelerar el proceso de nacimiento, que casi siempre terminan en el quirófano.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que no hay justificación para que la tasa de cesárea de cualquier población supere el 15% de los nacimientos; sin embargo en Argentina hay clínicas privadas en las que 9 de cada 10 bebés nacen en el quirófano.

Marina Lembo, presidenta de Asociación Argentina de Parteras Independientes (AAPI), cuenta a este medio que “en el mejor de los casos, hay algún hospital público que tiene un 20% de cesáreas, pero la mayoría están entre un 30 y un 40%”.

“En los sanatorios privados que no conoce nadie hay un 50% de cesáreas, y en los lugares más ?top? hay entre un 70 y un 90%”, asegura.

“Mientras tanto las parteras independientes que atienden a domicilio tienen un 5% de cesáreas, ¿cómo puede ser?”, se pregunta Lembo.

Para la presidenta de AAPI, la explicación está en que “cuando el parto fue absorbido por la medicina se volvió algo para asistir desde una mirada que está entrenada para la patología”.

“Los médicos no saben asistir un parto normal: vaginal, natural, espontáneo y fisiológico”, remarca.

“Las mujeres también somos responsables”

Lorena Ribot, presidenta de la Asociación ?Vos Podés? -por los derechos durante el embarazo, el parto y la crianza- considera que el crecimiento de las cesáreas se debe, en gran medida, a la cantidad de intervenciones médicas que se realizan sobre la embarazada sana, como las inducciones con drogas para finalizar un embarazo, que generalmente fallan y terminan en el quirófano.

“La primera intervención es la palabra, es decirle a la mujer ?si no parís para tal día, te hago una inducción?. Eso inhibe el inicio del trabajo de parto”, dice Ribot a LA CAPITAL, y enumera “una cadena de intervenciones” que desde que se institucionalizaron los partos a fines del siglo XIX se aplican en mayor o menor medida a todas las embarazadas en las clínicas y hospitales: tactos vaginales, administración intravenosa de suero y oxitocina sintética, aislamiento y falta de libertad de movimiento, son sólo algunas de ellas.

“Todo esto propicia la liberación de adrenalina; si hay adrenalina la oxitocina no sale y para parir necesitamos oxitocina”, explica Ribot, coordinadora provincial -junto a Lis Muñoz- de la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y el Nacimiento (Relacahupan).

Y agrega que, para la medicina, “el resultado, que es tener dos personas vivas -madre e hijo- se da. Viven sí, pero la madre queda angustiada y el chico nació con violencia”.

Según Ribot, “las mujeres somos víctimas de violencia obstétrica, pero también somos responsables del sistema que tenemos, de avalar el paradigma. Porque cuando vamos a buscar un obstetra lo primero que miramos es que tenga muchos títulos; segundo, que esté en un hospital que tenga neonatología, y recién por último le preguntamos si se copa con el parto respetado”.

“El mismo proceso que el acto sexual”

La obstetra Alejandra Avendaño coincide en que “el proceso de parto no es un proceso médico, pertenece a la vida cotidiana de las mujeres y los médicos deberíamos intervenir sólo en el momento en que este proceso se hace patológico. Mientras tanto están las parteras para ayudar y sostener emocionalmente a la mujer en un proceso que es fisiológico y natural”.

“El parto forma parte del mismo proceso que el acto sexual”, dice Avendaño a LA CAPITAL, y agrega que “en un acto sexual hay subida de la frecuencia cardíaca y respiratoria y aumento de la presión; mirado desde lo médico el acto sexual es peligroso, pero a nadie se le ocurriría intervenirlo”.

Consultada acerca de los beneficios de un parto natural por sobre una cesárea, Avendaño explica que “el parto es un proceso natural para el que todas las mujeres estamos preparadas, es un proceso que nos permite recuperarnos en poquito tiempo y nos prepara para la lactancia; además intervienen sustancias químicas que nos colaboran a nosotras y a nuestro bebé”.

La obstetra también sostiene que “el parto tiene un evento que es químico, que se llama ?reflejo de eyección?: se produce una descarga abrupta de oxitocina asociada a una producción también masiva de endorfinas y de otras sustancias, que generan -tanto en la madre como en el niño- activaciones que son emocionales, y que en una cesárea no se producen”.

La ciencia desconoce todavía cómo podrían afectar a la humanidad todos los cambios de las últimas décadas en las formas de nacer.

“La modificación de todo esto es un interrogante, no sabemos cómo nos va a afectar a futuro como seres humanos”, concluye Avendaño.

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