El circo de la (in)diferencia

El circo de la (in)diferencia

Los hechos acontecidos en la designación de la nueva presidenta del Concejo Deliberante y el Consejo Escolar dejaron mucha tela para cortar. Debería resultar llamativo o escandaloso, pero para muchos de los lectores la política se ha transformado en el arte del desatino. Tienen razón.

 

Los recambios legislativos, esas asambleas que reúnen a los ciudadanos electos por sus pares para desempañar por un periodo determinado de tiempo una función de representación, deberían ser una fiesta de la democracia. No lo son.

 

Se transformaron en escenarios que le sirven a muchos para mostrar su endeblez republicana, la falta de apego a las normas, el desprecio a los usos y costumbres, y hacer gala de una caprichosa interpretación de la voluntad popular.

 

No vale la pena analizar cada una de esas “memorables” jugadas políticas, que se repitieron no solo en nuestra ciudad, puesto que los detalles casi que permiten creer que los actores son importantes. El denominador común es el sobre análisis en pos de justificar o endulzar sus trapisondas.

 

A los votantes poco les importan las estudiantinas o chiquilinadas para dirimir el “poder”, ese “poder” que solo les importa a aquellos que deberían estar ocupados en al menos abordar una infinidad de cuestiones por resolver.

 

Quedaron en evidencia dentro del oficialismo algunos cortocircuitos en el equilibrio de poder y la búsqueda de gobernabilidad. La oposición se mostró intransigente. Ausencias de algunos actores que se harán notar.

 

Quizás el resultado real de esta puesta en escena, lo podremos constatar en la capacidad de la oposición de bloquear proyectos importantes en alguna de las comisiones “pesadas” del HCD.

 

En el radicalismo seguramente confían en la capacidad del nuevo secretario para “hacer magia” en el derrotero legislativo de las iniciativas oficiales.

 

El otro escándalo de la política vernácula es una historia de traiciones propia de alguna serie de poco vuelo de alguna de las tantas plataformas de entretenimiento, y nos obliga a repasar las funciones del Consejo Escolar.

 

Esta figura, creada en 1873, debe “coordinar en sus respectivos distritos la ejecución de los actos de administración emanados de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires. Realizar el censo de bienes del estado. Efectuar las adquisiciones, contrataciones y pagos previstos en las asignaciones presupuestarias”.

 

A simple vista es una puja desmedida para un órgano administrativo, pero los “operadores políticos” son capaces de transformar un semáforo en un molino.

 

Estos “circos” impropios de la democracia, expusieron algunos secretos no tan bien guardados: el oficialismo deberá mejorar (y mucho) su capacidad para “negociar” (o respetar el otro), y la “oposición” goza de mejor salud en la “rosca” que en las urnas.

 

Mientras tanto, “nadie tiene más tiempo para jugar a no ponernos de acuerdo”.. La frase la dijo el ex Senador Nacional Esteban Bullrich al momento de renunciar a su banca, y es una referencia exquisita en esta turbulencia política innecesaria.

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