Cambio de estilos y modos en el Planalto

Cambio de estilos y modos en el Planalto

El carácter es la principal diferencia entre ambos líderes

BRASILIA.- Confirmada la suspensión de Dilma Rousseff, el país asiste a un cambio de estilo en su autoridad máxima. Desde la bicicleta matinal hasta la lectura nocturna, Dilma lleva una rutina muy disciplinada. Es exigente con los demás y se hizo conocida por su obsesión con tener razón. Por su parte, Michel Temer no dice malas palabras, bebe poco, hace ejercicio, le encantan los dulces y es un poeta amante del lenguaje rebuscado.

Dilma Rousseff

Una control freak, expresión norteamericana para referirse a quienes tienen la obsesión de controlarlo todo y que según un asesor cercano a Dilma la define de pies a cabeza. Reacia a delegar, la líder petista participa de todo lo que se hace. El año pasado, en Nueva York, tuvo que hablar ante las Naciones Unidas sobre cuestiones ambientales. Las cifras que debía presentar ya estaban listas desde hacía meses, gracias al trabajo de los técnicos del Ministerio de Medioambiente. Pero en la víspera, Dilma se pasó casi cinco horas revisando los cálculos.

"No confío en ustedes", dijo como en broma, frente a los exhaustos ministros, en su suite del lujoso hotel Plaza Athénée.

Disciplinada al extremo, Dilma se compromete a fondo con todo lo que hace, tanto en su trabajo como en su vida personal. Tras subir de peso durante la campaña electoral de 2014, adoptó la rigurosa dieta del endocrinólogo argentino Máximo Ravenna, que ya la ayudó a bajar 17 kilos. Arranca el día bien temprano ejercitándose en la bicicleta durante 40 minutos. La dieta, nula en carbohidratos, es respetada incluso en las comidas protocolares.

En el trabajo, su disciplina se convierte en sobreexigencia. Aloizio Mercadante le puso el mote de "ahuyentadora de ideas", por su fuerte rechazo a argumentos contrarios a los suyos.

"Siempre cree saber más, incluso delante de expertos en el asunto", relata un ex ministro.

En cuanto a su vida personal, es fanática del arte. Lectora voraz, cuando está de viaje oficial no pierde oportunidad de asistir a la ópera, al teatro o a alguna exhibición.

Michel Temer

"Jamás lo escucharán gritar, agredir ni decir malas palabras", es el comentario que se repite entre los allegados al nuevo mandatario para puntualizar la principal diferencia de estilo con la suspendida Dilma Rousseff, conocida por su volcánico temperamento.

A Temer le gustan los términos en desuso: en vez de aburrido, dice "latoso"; cuando quiere descalificar a alguien lo llama "granuja", y a la hora de manifestar su desacuerdo con algo, siempre arranca con un "data venia", fórmula latina de cortesía que puede traducirse como "si me permite". El léxico del presidente interino abunda en la jerga leguleya hasta en los momentos de relax. Esa formalidad causa gracia entre sus aliados.

Temer es comedido en casi todo. Bebe poco vino, poco whisky, poco vermut. También controla su alimentación: prefiere la comida casera y no muy elaborada, como ensaladas, arroz, porotos y carne asada.

"Su punto débil son los dulces; a la hora de los postres pierde el control", dice un frecuente visitante del Palacio Jabaru.

Al igual que Dilma, Temer, de 75 años, mantiene una rutina diaria de actividades físicas. Por la mañana, hace media hora de caminata y un poco de musculación.

Traducción de Jaime Arrambide

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