Bruselas era un blanco pensado

Bruselas era un blanco pensado

Los ataques que se produjeron el martes tenían a Molenbeek muy cerca de donde se detonaron los kamikazes del Estado Islámico. En ese barrio con fuerte presencia islámica había sido arrestado Abdeslam, acusado de los ataques de París.

Por Gustavo Veiga

Bruselas pasó, con cuatro días de diferencia, de ser la capital de un éxito circunstancial en la lucha contra el terrorismo a un blanco fácil del grupo que hoy más lo representa: el Estado Islámico (EI). El viernes 18, el presidente francés François Hollande y el primer ministro belga Charles Michel, anunciaban ahí que el presunto cerebro de los atentados de París, Salah Abdeslam, había sido herido y apresado en el barrio de Molenbeek. Otros jihadistas actuaron por él y empequeñecieron aquella noticia con un nuevo ataque que causó, al menos, 31 muertes y tres centenares de heridos. Como el 13 de noviembre de 2015 en París. Como en tantas otras fechas y países. La ciudad sede de la Unión Europea, esta vez, se transformó en un objetivo de las células dormidas del fundamentalismo islámico. La elección del lugar estuvo lejos de ser azarosa.

La concentración de edificios públicos de la UE en el corazón de Bruselas, el intenso movimiento de altos funcionarios y el tráfico aéreo que de ello deviene en la capital de Bélgica, pueden ser una razón de peso para los atentados, pero no la única. El Estado Islámico reivindicó su último golpe en el centro del poder europeo, con el valor simbólico que eso conlleva. Pero las víctimas mortales no fueron los 28 ministros de la UE, ni los integrantes de su parlamento, los 751 eurodiputados. Las víctimas fueron ciudadanos de a pie, locales y extranjeros que recibieron en sus cuerpos la metralla de las bombas. Una de ellas que estalló en el aeropuerto internacional de Zaventem, al menos, estaba repleta de clavos. Buscaba hacer el mayor daño posible.

El politólogo Gianni Bonvicini, vicepresidente 2 del prestigioso Instituto de Asuntos Internacionales, había confirmado en una entrevista con Página/12 la lógica de elegir determinados blancos. Antes París, ahora Bruselas, mañana quizás Roma. Como fuere, los ataques que se produjeron el martes tenían a Molenbeek muy cerca de donde se detonaron los kamikazes del EI. En ese barrio con fuerte presencia islámica había sido arrestado Abdeslam.

A sólo 15 minutos de ahí, están las sedes del Parlamento Europeo, del Consejo de la UE que es la principal representación política y del propio parlamento belga. Molenbeek tiene un alto porcentaje de población magrebí –de origen fundamentalmente marroquí– y ciertos índices sociales que ubican a su población joven en la marginación: casi el 40 por ciento carece de empleo. El barrio ha sido estigmatizado porque por ahí pasaron varios jihadistas. Desde Mehdi Nemmouche, el francés de origen argelino que mató a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas en 2014 –una de ellas, paradójicamente, era marroquí– hasta el propio Abdeslam.

En una crónica del 16 de febrero pasado, el periodista español Jaime Ojeda Cabrera, escribió tras visitar Molenbeek: “La historia se vende muy bien. Un nido de la jihad a tres pasos de las sedes europeas, que ya estuvo implicado en otras tragedias (11M, Charlie Hebdo...) y que supone un ejemplo del fracaso de la integración de las comunidades inmigrantes en Occidente. Todos los grandes periódicos han publicado sobre esto, y hasta las televisiones han enviado corresponsales”.

Si el barrio se ubica en un contexto más amplio, a escala nacional, Bélgica es algo así como el centro europeo del terrorismo islámico. Unos quinientos combatientes de esta nación se unieron al ISIS en sus bases de Siria e Irak. Además, es el cuarto país que tiene más detenidos, según Europol. La cantidad de musulmanes dentro de sus fronteras llega a 600 mil, un 6 por ciento de su población total. Sólo por debajo de Francia (10 por ciento) en Europa.

Estos datos no explican por sí solos la elección de Bruselas como sede de los últimos ataques terroristas. La estación del subte de Maelbeek donde explotó otra bomba en un vagón abarrotado de pasajeros y que queda a pasos de la siguiente parada, Schuman, sede del Consejo de la Unión Europea, refuerza la hipótesis de que se apuntó contra el epicentro del poder político de la UE. Ahí donde todo está concentrado en pocas manzanas y se puede ir de un lugar hacia otro de a pie.

Era muy posible que la ciudad de los museos –alberga a más de un centenar– sería uno de los próximos lugares elegidos para atacar. El hecho puede tener un origen multicausal. Su densidad de población islámica es más alta que la media, más allá de Molenbeek. Uno de cada cuatro habitantes es musulmán. Sus trenes rápidos hacia Alemania, Holanda o Francia ofrecen una vía de escape. El ministro de Finanzas local, Michel Sapin, dijo que la dirigencia política de su país había pecado de “ingenua” por dejar crecer un bastión islamista en Bruselas. El Parlamento Europeo aumentó su nivel de alerta a naranja por lo obvio: la cercanía del metro con varios edificios que albergan al poder político de la UE. Quedó comprobado entonces que hoy ninguna ciudad está a salvo aunque Bruselas estaba en el ojo del huracán.

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