Bebidas de industria local

Bebidas de industria local

Un breve recorrido por publicidades de las primeras décadas del siglo XX permite reconocer la existencia de establecimientos destinados a la producción de licores y refrescos en diferentes ciudades de la provincia. Algunas de ellas contaban no sólo con el reconocimiento local, sino que trascendieron los límites provinciales.

Fruto de la diversidad cultural de Entre Ríos se combinaron técnicas de fabricación de diversas regiones con hierbas naturales de la zona consiguiendo resultados originales como Lusera y Marcela, nacidas en Concepción del Uruguay; o la Chinchibira, de Lucas González cuyo carácter pionero encierra un mito en torno a la fórmula de la bebida fabricada por casa Lupi.

Después de la segunda mitad del siglo XX se imponen tres firmas emblemáticas dedicadas a la fabricación de jugos cítricos: Pindapoy, de Concordia; Frescor, de Paraná; y Baggio, de Gualeguaychú. Todas nacieron como empresas familiares y fueron ampliando el mercado de consumo hasta que, por cambios en las lógicas del mercado, se vieron forzadas a vender en la década de 1990.

Las más antiguas

No es casualidad que estas primitivas empresas fundadas por inmigrantes extranjeros hayan elegido el nombre “La Argentina” en agradecimiento a la tierra que les dio acogida. Surgieron en el siglo XIX y, en general, se trataba de establecimientos de producción artesanal que fabricaban más de un tipo de mercadería que comercializaban junto a franquicias de otras proveniencias. Así, en La Paz fueron destacadas las fábricas de licores “La Argentina” (f.1884) que contaba con depósito de licores y aguas gaseosas; y “La Industrial” (1894) con industria de refrescos, soda y aguas gaseosas; ambos establecimientos contaban además con una concesión para venta de cerveza y sus fundadores eran de apellido Raspini.

En Concordia, “La Argentina”, fundada hacia 1899 por Gabiud, fabricaba licores, aperitivos, sodas, refrescos y caramelos. La casa también se dedicaba al expendio de cerveza a través de una representación.

Las construcciones de estos establecimientos no diferían de las que se realizaban para vivienda, pues la fabricación de tipo artesanal podía resolverse con la escala doméstica. Así las fachadas se organizaban con el esquema tripartito (basamento, desarrollo y coronamiento) y articulaban elementos clásicos como pilastras y semicolumnas para definir el ritmo de la composición modular.

Con sello entrerriano

La fábrica de licores “La Argentina” de Concepción del Uruguay fue fundada por el Sr. Nicolás Miloslavich (de origen croata) en 1880 y producía bebidas con hierbas de la región. En 1889 crea un aperitivo al que denominó “Aperitivo Argentino” que más tarde pasó a ser el “Gran Aperitivo Argentino”. La fórmula de la bebida contenía yerba del lucero o lusera, marcela y arazá, entre otras hierbas locales y fue aprobada para el consumo puro, con soda, o con agua de acuerdo a cada gusto, considerando que reunía propiedades para estimular el apetito y tonificar el estómago.

Posteriormente se conoció con diversos nombres, pero debido a la proporción de lucera que llevaba la fórmula se la patentó con el nombre Lusera. El éxito de la bebida hizo que se pensara en su producción de forma industrial. Para ello fue menester la creación de una empresa que se denominó Sociedad Anónima Lusera Compañía Limitada, integrada por un grupo de socios que reunieron los capitales necesarios para la puesta en funcionamiento.

En pocos años, se sumaron otros productos como el agua de mesa Río Uruguay, la venta de hielo en barra, té, jugos y el nuevo aperitivo Marcela, cuya fórmula fue desarrollada por Rodolfo Miloslavich en 1936, luego del fallecimiento de su padre.

Para la producción en serie, se hacía necesario contar con un edificio propio que permitiera la fabricación y su fácil despacho para distribución. Entonces se adquirió un terreno en la zona del puerto donde se levantó un edificio de características singulares.

El edificio de Lusera

Su materialidad integra en ladrillos a la vista, su escala acorde con el perfil fabril y el entorno portuario, junto a una particular ornamentación, distinguen esta obra que es un claro ejemplo de la arquitectura funcionalista industrial de raigambre inglesa.

El conjunto fue organizado a través de tres naves contiguas entre sí, cuyos frentes se ubican sobre calle Artusi. Esta disposición permitía la sectorización de las actividades en el espacio manteniendo la comunicación de acuerdo con las necesidades de uso. Cada nave se define de manera independiente a través de cada cubierta a dos aguas. Contaba además con la vivienda del director que se ubicaba en la esquina.

En la fachada se distingue, además del uso del ladrillo con especial maestría, una diferenciación formal entre una calle y la otra. Así, la fachada sobre calle Artusi, organiza grandes módulos que contienen a las tres naves y que, a la vez están subdivididos y trabajados hacia el interior mediante el uso de ojos de buey, pares de pilastras, ventanas en forma de arco de medio punto partido, en el tramo superior, y rectangulares en la parte inferior. Los frontis que cubren el frente de las naves se encuentran subdivididos sutilmente haciendo menos evidente la inclinación de los techos.

Sobre la fachada de calle Perú, la cornisa es recta y continua, aquí el plano se trabaja utilizando una mayor síntesis a través de un módulo ancho que contiene la ventana y que se encuentra flanqueado por pares de pilastras y ojos de buey.

La ochava se resuelve como una verdadera articulación en forma cilíndrica, uniendo los ornamentos de cada fachada y haciendo que se lea la unidad del edificio.

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