Las bandas familiares se ramifican y especializan en los delitos más graves

Las bandas familiares se ramifican y especializan en los delitos más graves
Los “Matatigres” operan hace veinte años en Lomas de Zamora. Son expertos en robos. Como ellos existen otros grupos delictivos que se convirtieron en empresas familiares.
El reinado ininterrumpido de los “Matatigres” en la Villa Centenario de Lomas de Zamora lleva más de dos décadas. Los que conocen de cerca su historia cuentan que el nombre con el que fueron bautizados está relacionado con el oficio del abuelo de los miembros que actualmente conforman el núcleo más duro de la organización. Según cuentan, el hombre en cuestión era un experto domador de tigres. Y le decían así: “Matatigre”. Pero ellos –sus hijos y nietos– no heredaron el espíritu circense. Con el tiempo se ganaron la fama de “pesados” por sus reiterados robos en negocios y casas vecinas, y por el nivel de violencia demostrado en cada uno de sus golpes.

Como los “Matatigres”, existen otros clanes que también marcan el pulso del delito en el Conurbano bonaerense: la familia Silva Villafañe, una organización especializada en secuestros extorsivos que fue desarticulada hace hace tres años pero que en los últimos tiempos mutó hacia otros delitos; los Fernández, dedicados al negocio ilegal de las autopartes en la zona sur; los Baldo, expertos en robos a museos, y los Córdoba, una banda que controlaría el negocio de la droga en La Plata.

Matatigres. “La historia de esta banda tiene más de veinte años”, asegura a PERFIL un jefe policial que esta semana participó del operativo que permitió la detención de 14 integrantes de la banda. Emilia Souza, de 39 años, es una de las principales cabecillas del clan familiar que supuestamente encabeza su hermano, Roberto Souza, alias “El Gordo Matatigre”.

Roberto es uno de los dos prófugos que tiene la causa; el otro es un joven apodado “Pototo” que sería el encargado de fraccionar la droga.

Si bien esta vez fueron detenidos por narcotráfico, la historia marca que los “Matatigres” son expertos “tiradores” que se han especializado en robos bajo sus distintas modalidades. “Lo de la droga es algo reciente que empezaron a explotar a partir de la caída de varios de sus integrantes. Lo que creemos es que la banda mutó al narcotráfico como una forma de sostenimiento económico”, destaca a PERFIL el comisario inspector Juan Angel Abramo, a cargo de la Departamental de Lanús. En la línea de sucesión de la banda, aparecen primos, sobrinos y hasta la hija de Emilia, quienes cumplen distintos roles del engranaje delictivo. Según las fuentes, Emilia, quien estuvo acusada por un homicidio ocurrido en julio de 2002, sería también responsable por una serie de robos en la zona.

Los “reyes” del corte. Elbio Fernández es un mecánico de 45 años que cobró fama a principios de la década pasada. Conocido como “el Rey del Corte”, llegó a manejar los desarmaderos de autos más grandes de la provincia de Buenos Aires. En 2002 fue procesado por “asociación ilícita”, en concurso con otros delitos como “privación ilegítima de la libertad, robo automotor reiterado, hurto y encubrimiento”.

La causa tiene más de 150 cuerpos y entre los imputados figuran casi todos sus familiares más cercanos: su esposa, su madre, su padrastro y su hermanastro. Para la Justicia se trata de una organización familiar dedicada a la compra y venta de autopartes robadas.

Elbio llegará en libertad a un demorado juicio que está previsto para octubre próximo. Si bien el año pasado pasó cuatro meses en prisión acusado de seguir vinculado al negocio ilegal de las autopartes y en una entrevista con PERFIL confesó que cerró sus galpones, en el barrio cuentan que los algunos de sus desarmaderos están activos como en los viejos tiempos.

El epicentro del secuestro. La villa San Petersburgo es el corazón de una de las zonas más calientes del Conurbano bonaerense: Isidro Casanova. De allí son oriundos los Silva Villafañe, una familia que emuló a los Puccio y que cometió varios secuestros extorsivos entre los años 2006 y 2008. Claudio “Coco” Villafañe, de 38 años, es el cabecilla. Detrás de él están su esposa, Cintia Vélez, y dos hermanastros, Pedro y Diego Calderón. Diego es el único integrante del círculo familiar que todavía no pudo ser detenido, y el encargado de seguir el legado familiar en Casanova.

La familia Córdoba es sinónimo de “La Favela”, un barrio platense históricamente dominado por ellos: “Los Papupa”. Juan Pablo es el principal referente. Líder de la barra de Gimnasia junto a su hermano Gustavo, cuenta con antecedentes por drogas. Los dos fueron condenados junto a varios familiares más en la causa conocida como “Favela Blanca”, pero están libres y hay quienes aseguran que siguen manejando el negocio.

De otro origen social, la familia Baldo aparece como referente en los robos de obras de arte. Antonio, de 81 años, sería el ideólogo de varios golpes en museos y galerías. Con sus hijos presos, todo indica que abandonó el oficio que le transmitió a su familia.

Los Souto, a la espera del juicio

La familia Souto Moyano, que está acusada por el crimen y secuestro de Matías Berardi, tiene una particularidad que los diferencia del resto de los clanes: actuaron en conjunto una sola vez, y por ese caso terminaron todos en prisión.

Por el hecho, fueron detenidos el padre y presunto jefe de la banda, Richard Souto; su mujer, Ana Moyano; sus hijas, Jenifer y otra menor de edad; la hermana de Souto, Celeste Moyano; y el suegro del herrero Miguel Moyano, quien luego fue liberado por falta de mérito.

También están tras las rejas Elías Vivas, supuesto novio de la menor de los Souto, y los hermanos Facundo y Federico Maidana Calveira, uno de ellos concuñado de Richard.

A diferencia de los otros clanes, los Souto Moyano no tenían antecedentes en secuestros extorsivos, por lo que se cree que su inexperiencia los colocó tras las rejas apenas dieron el primer golpe.

Matías fue capturado el 27 de septiembre cuando esperaba el colectivo en Ingeniero Maschwitz. Estuvo cautivo en un taller de herrería de Richard Souto, de Benavídez; pero en un descuido de sus captores la víctima logró escapar. Intentó pedir ayuda, pero fue recapturado. Un día más tarde, apareció fusilado de dos tiros en un baldío de la localidad de Campana.

El clan Souto Moyano fue acusado por el delito de “secuestro seguido de muerte”, que prevé una pena de prisión perpetua.

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