La colimba no es la guerra

La colimba no es la guerra
Durante años escuchamos esta frase, pretendidamente graciosa, para desmitificar las situaciones nada agradables que sucedían en dicha obligación cívica. El señalar la frase, “yo no la hice, me salvé”, generaba en los oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas caras de fastidio que nunca olvidaré.
También quedarán en mi recuerdo las anécdotas, algunas graciosas y otras no tanto, de parientes o amigos de mis padres a los que les había cabido este deber ciudadano.

Y ese “la colimba no es la guerra” se transformó en un “casi” a fines de 1978 por el diferendo por el canal de Beagle con los chilenos que tenían de presidente al asesino de Augusto Pinochet y nosotros liderados por su doblemente colega argentino, general y asesino, Jorge Videla.

Finalmente, en abril de 1982, para nuestra desgracia, en especial para los combatientes, la colimba fue sinónimo de guerra. Porque muchos de los que fueron al frente en las Islas Malvinas no eran integrantes de las F.F. A.A. Simplemente estaban transitando los meses de servicio militar obligatorio.

La muerte de Omar Carrasco, en 1994, fue el detonante para que en agosto de ese año, el presidente de ese entonces, Carlos Menem, mediante un decreto procediera a la derogación del Servicio Militar Obligatorio

Pero me gustaría hablar de dos hechos ocurridos en democracia y en nuestra ciudad, obviamente antes de 1994, relacionados con integrantes de las Fuerzas Armadas y conscriptos.

El primero y más lamentable de ellos ocurrió durante el transcurso del año 1992, involucrando en su mayoría a jóvenes de la clase 1983 que estaban cumpliendo con su deber cívico.

En una noche muy fría, las que a esos sádicos más les gustaban, se procedió al ya conocido “baile”. No contentos con el maltrato verbal y físico, a algunos de ellos les pasaron electricidad a través del cuerpo con un aparato que funciona con magneto, las casualidades no existen.

Hecho invisibilizado por los medios locales que en aquel momento estaban agrupados en el CEMCIT, que quería decir Cámara Empresarial de Medios de Comunicación Independiente de Tandil. Los integrantes eran El Eco de Tandil, Nueva Era, L.U. 22 Radio Tandil y el desaparecido y/o absorbido Cerrovisión.

¿Qué curioso no? Los medios que se autoproclamaban independientes, ante la sugerencia del General de aquel momento, no publicaron, ni dijeron una palabra sobre el tema.

Pero el hecho en cuestión, a pesar de ser secreto, se conoció y se diseminó por la población. Y un modesto semanario, denominado El Espejo, que dirigía Rubén Sentís, fue el encargado de darle instalación mediática.

El hecho llegó a oídos de Alfredo Bravo, por entonces diputado de la Nación, y fue él quien gestionó un encuentro del jefe del Ejército de ese momento, general Martín Balza, con Rubén Sentís.

Concluyó con sanciones a oficiales y suboficiales que habían participado en lo denunciado por el periódico.

El segundo hecho, ocurrido unos meses después, produjo una nueva investigación del semanario El Espejo esta vez con mi programa de radio “El Sonajero”.

Este otro acontecimiento no tuvo que ver con apremios, sino con corrupción. Un grupo de muchachos con uniforme, entre los que había oficiales, habían montado una especie de empresita casera castrense.

Durante la famosa revisación médica, pre colimba, te hacían un ofrecimiento atractivo. Alguien te hacía saber que mediante la módica suma de 1000 pesos, podrías llegar a evadir el compromiso con la Patria.

La frase usada era: “¿Te querés salvar de la conscripción? Milanesa te va a salir”. Retórica que en una película sería gracioso; en la vida real era una truchada.

La denuncia llegó a la Justicia Federal, en ese momento en manos del juez Juan José Comparato.

Dos perlitas del Servicio Militar en democracia, que quise rememorar hoy y hacerlas conocer a quienes las ignoraban, con motivo de la embestida de algunos personajes que pretenden instalar la idea de que el Servicio Militar Obligatorio sirve para algo bueno.

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