Chau contratos, hola obra pública: Manuel Mosca, entre intentos de golpiza y enemigos peronistas

Chau contratos, hola obra pública: Manuel Mosca, entre intentos de golpiza y enemigos peronistas

Lejos, muy lejos, de encarnar ese traje de estadista saneador de la provincia que pretende calzarse, Manuel Mosca, presidente de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, pareciera tejer con paciencia la tela de la corrupción.

Al asumir en su cargo, el joven presidente de la Cámara prometió dos resoluciones que tendrían como objetivo un control más exhaustivo de los 250 millones de pesos anuales que constituyen la caja bonaerense. El primero, consiste en bancarizar las becas y los subsidios que cada diputado puede otorgar a los ciudadanos. Los subsidios para personas físicas tienen un límite máximo de 60 mil pesos (se entregan para casos excepcionales, como incentivos o luego de desastres naturales), mientras que las becas son de 2 mil pesos mensuales (por lo general, se otorgan a estudiantes). 

La Cámara de Diputados suele desentenderse del cheque una vez que es emitido, por lo que el control de los mismos es poco menos que inexistente. Esto permite otorgar subsidios a amigos que no lo necesiten y becas a conocidos que no estudien, y no es raro que uno de estos cheques termine en alguna cueva de Capital Federal o, como ocurrió en diciembre de 2016, en manos de un arbolito del centro platense. 

Al bancarizarlo, el cheque debe necesariamente ser cobrado por la persona a quien está dirigida, presentando documento y constancia de domicilio. Esto limitaría el desvío de dichos fondos. 

Recientemente, Manuel Mosca resolvió que ningún diputado pueda contar con más de dos empleados a su cargo. La razón que se esconde detrás de esta resolución, es que existen más de 300 personas que figuran como “empleados sin destino” y que no parecieran haber fichado nunca las máquinas de asistencia que el ex presidente Jorge “Oveja” Sarghini hizo instalar.

Hasta aquí, para el lector desprevenido, el presidente de la Cámara de Diputados es el estadista que ha intentado encarnar desde su asunción. 

Lo que ese lector no sabe, es que Cambiemos no es un partido político y mucho menos tradicional (como, por ejemplo, el PJ), sino una coalición. Como tal, está conformada por personajes del más variado color político: peronistas, radicales, independientes, Pro, Coalición Cívica, etcétera. Muchos de ellos, manejando una cuantiosa cantidad de contratos que no están dispuestos a perder por la resolución de Mosca. La guerra que se ha desatado es tan real, que muchos de ellos estarían dispuestos a mostrar el lado más oscuro del presidente de la Cámara bonaerense.

Tomemos, por ejemplo, un caso paradigmático en esta polémica: La doctora María Elena Torresi de Mércuri, diputada del Pro, esposa del ex presidente de la Cámara Osvaldo Mércuri y madre del licenciado Gabriel Mércuri, subsecretario de Fortalecimiento Familiar y Comunitario. Exceptuando el hecho de que los Mércuri-Torresi comenzaron siendo acérrimos peronistas, para luego ser massistas y, en cuanto el pobre Sergio Massa perdió las elecciones, notaron súbitamente un deseo irrefrenable de acompañar a Mauricio Macri y ahora pertenecen a Cambiemos, la actual diputada arrastra desde la época en la que su esposo estaba en el poder una ingente cantidad de contratos que no está dispuesta a perder. Dentro de su propia esfera han asegurado que tendría no menos de 50 contratos. 

Haciendo una cuenta rápida: 70 contratos a un promedio de 12 mil pesos cada uno, equivalen a manejar unos 840 mil pesos mensuales. Dinero que la diputada María Elena Torresi no estaría dispuesta a perder por las ocurrencias de este chico. Tal es la bronca, comentan desde las oficinas de un legislador oficialista, que uno de los diputados entró hecho una tromba a la casa del presidente de la Cámara para explicarle el ABC de la política bonaerense a los golpes.

Pero, como hemos señalado en el comienzo del artículo, Mosca está lejos de ser un abanderado del saneamiento de la Cámara. Quien pensó que el legislador había llegado a su banca para hacer política y no dinero, ha de verse desagradablemente sorprendido por el rigor de la realidad. De hecho, vendría entregando obras de refacción y construcción a empresas privadas amigas, con las cuales podría distorsionar lozanamente los precios y obtener un generoso retorno. 

Por ejemplo, una de las empresas vinculadas a estos hechos, en una muestra de arrepentimiento, contó a este medio que “nos solicitaron hacer una obra de refacción de un caño de agua en la cámara, dado que salía agua por la vereda y los diputados no querían mancharse los zapatos. La obra debiera hacerse a través de una licitación, pero directamente nos llamaron a nosotros. Lo que hicimos fue ir a ver lo que había que hacer, armarles un presupuesto abultado y comenzar la obra sin más problemas. No hubo licitación, no hubo nada. Simplemente éramos amigos y eso bastaba. Ni siquiera chequearon que los precios que les pasamos estuviesen bien. Cuando terminamos la obra, nos pidieron que llamemos a otras dos empresas amigas para que inventen un presupuesto y simular una licitación privada. Es decir, se terminó haciendo una licitación, pero cuando la obra ya estaba otorgada, terminada y paga, con un interesante sobreprecio”.

A este acto de corrupción se le suma uno mucho más grande. En el corto plazo, Manuel Mosca planea comenzar una importante obra de refacción en el edificio lindero a la sede de Estudiantes de La Plata, donde habitualmente se desarrollaba el departamento de Compras y Contrataciones de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. El verdadero fin de esta obra sería, no obstante, el de armar un nuevo negociado y obtener dinero para la campaña electoral del presente año.

Los diputados que fueron afectados por la resolución y que se verían obligados a perder sus contratos, comenzaron a mostrar los “trapitos al sol” del joven presidente de la Cámara de Diputados, Manuel Mosca, que dadas las infortunadas circunstancias, daría marcha atrás con la resolución en los próximos días. 

Las cosas cambian, especialmente en la política bonaerense. Las personas olvidan, los políticos hacen su negocio y mutan, de puesto en puesto, de partido en partido, de slogan en slogan. Incluso el slogan de Cambiemos, que durante la campaña fue “Vamos por el cambio”, parece que ahora ha cambiado oficialmente a “Entre fantasmas, no nos pisemos la sábana”.

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