El barrabrava y el valijero

Por Ricardo Roa

Pablo Bebote Alvarez, capo de la barrabrava de Independiente y Leonardo Fariña, el valijero de Lázaro Báez, tienen mucho en común.

Fariña se exhibe en todas partes y en todas las pantallas. Pero oculta lo esencial: el tráfico ilegal de dinero.

Bebote se enfundó el martes un casco de motociclista en la puerta del club para lanzar su candidatura a presidente.

Pero se ocultó para mostrarse.

Los dos necesitan ser reconocidos para alardear del poder que manejan. Uno resalta la viveza, otro la fuerza. La diferencia entre el valijero y el barrabrava es estética, no ética. En el fondo, representan lo mismo: el auge de la cultura de la impunidad.

Bebote entró en la barra cuando tenía 14 años. En los 90 ya era segunda línea a la vez de delincuente: cayó preso por robo a mano armada y salió en 2003 cuando dominaba la barra el Gordo Raúl, que dos meses después fue asesinado. Para la Justicia, el crimen no tuvo culpables ni tuvo siquiera sospechosos.

Como nuevo jefe, a Bebote le abrieron muchas causas y en la mayoría fue sobreseído.

La más complicada, por el asesinato del barra de River Gonzalo Acro.

Fue acusado de entregar el arma homicida. No hallaron pruebas en su contra.

Con contactos entre políticos de primer nivel y la Policía bonaerense, fue la cabeza visible de Hinchadas Unidas Argentinas, la ONG barrabrava que viajó al Mundial de Sudáfrica con financiación de Compromiso K, la agrupación de Rudy Ulloa, ex secretario de Kirchner.

Ante una cámara oculta, Fariña reconoció que traía plata negra desde el sur, de Báez y de Kirchner para que la sacaran del país desde una cueva financiera montada en Puerto Madero. Luego dijo que no era verdad lo que había dicho que era verdad. Pero la plata negra aparece por todos lados, y es inevitable asociar la corrupción con su obscena fortuna, sus enredos de la noche y sus autos y fiestas de superlujo.

Acaba de aparecer esposado, acusado por un juez de La Plata de evadir impuestos: compró en efectivo más de tres mil hectáreas en Mendoza por cinco millones de dólares.

Siempre que se lo nombra a Fariña, el eco dice Báez. Y siempre que se lo nombra a Báez, el eco dice Kirchner.

Como Boudou y varios más, Bebote y Fariña son dos arquetipos de la década K, superadores de los arquetipos menemistas, y es tan fácil vincularlos con el poder como difícil asociarlos con la revolución que pregona el kirchnerismo. Es simplemente corrupción.

Se sirven del poder y sirven al poder y el poder los protege. Así funcionan. Pero eso es sólo un costado del problema. El otro es que hay una parte de la sociedad que los ha dejado crecer y los tolera aunque todo el mundo sepa que ellos representan exactamente lo contrario de la cultura del hombre común, la cultura de la honestidad, el trabajo y el esfuerzo.

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