“Me violaron tanto que ni me acuerdo de la primera vez”

Lo dijo la mujer que denuncia a un pastor y su esposa periodista de haberla mantenido secuestrada durante meses, en Coronel Suárez. “Un día más y me moría”, contó ayer, cuando comenzó el juicio.
Fue un relato quebrado por el llanto y abundante en detalles escabrosos. Así, Sonia Molina contó durante más de dos horas su calvario ante los jueces. Cada pregunta del fiscal Eduardo Zaratiegui la llevaba a recordar un padecimiento diferente, como en un vía crucis contemporáneo entre estaciones del horror, en un crescendo aterrador. Golpes, amenazas, abusos y humillaciones se fueron encadenando en el recuerdo de aquellos tres meses de 2012 que la obligaron a cambiar su vida. “Gracias a Dios pude contar lo que pasó”, dijo la mujer, que no pierde la fe a pesar de que fue su vocación religiosa la que le abrió la puerta del infierno.

En la primera jornada del juicio que se le sigue a la periodista Estefanía Heit y a su esposo, el falso pastor Jesús Olivera, por el cautiverio de Molina, ella contó en detalle sus padecimientos mientras estuvo en la casa de ambos, en Coronel Suárez. “Viví un horror, un día más y me moría”, dijo la mujer, que se presentó con el pelo corto y la voz temblorosa.

Dijo sin titubeos que Olivera la violó reiteradamente, pero no pudo precisar cómo y cuándo fue la primera vez que el hombre abusó de ella.

“Me violaron tanto que ni me acuerdo de la primera vez”, respondió. Y aseguró que mientras eso sucedía, Heit “no hacía nada”.

En la audiencia, la mujer reconoció una bombacha que la periodista le prestaba y ella había usado. En esa prenda se encontraron restos genéticos de Olivera.

“Hacían como que yo era una loca y que estaba endemoniada, que me golpeaba sola, supuestamente, para sacarme el demonio ”, explicó Molina. Mientras oían su relato, los acusados la miraban fijo y en algunos pasajes sonrieron en forma irónica. Pareció que ambos querían salirle al cruce en algunos tramos. Pero sus abogados Claudio Lofval y Leonardo Gómez Talamoni los contuvieron. Aún dudan de someterlos a un careo con la denunciante, como la periodista y su marido pretenden.

Molina afirmó que durante su cautiverio apenas le servían de comer y a veces le daban caca de perro, mezclada con polenta. También declaró que le daban de tomar agua con barro. Durante varios días estuvo tomando agua en la que habían hervido una pata de jamón. No la dejaban bañarse y, cuando se lo permitían, le tiraban lavandina. En ocasiones la quemaban con encendedores, aseguró.

Según su relato, todo se inició en 2009, cuando ella conoció a Olivera en Río Colorado, donde Molina vivía junto a su hija. Iniciaron una relación y él, que se decía pastor de una congregación religiosa, la convenció para sumarse y colaborar.Así, presuntamente mediante engaños, la obligó a vender su casa y a entregarle el dinero. Molina dijo que llegó a darle 22.000 pesos en cheques, aunque no dio detalles sobre cómo, obligada por Olivera, estafó a vecinos suyos con la venta duplicada de su propiedad. El mismo sometimiento siguió cuando ambos fueron a vivir a Coronel Suárez, donde el falso pastor conoció a Heit.

“Me amenazaba con que iba a violar a mi hija y a mi sobrina si contaba algo”, dijo Molina para explicar por qué no denunció antes su situación de encierro. Dijo que previo a su huida, el 12 de noviembre de 2012, intentó escaparse tres veces. En una, Olivera la siguió con el auto 15 cuadras hasta que la alcanzó. Otra vez fue a la comisaría, pero no pudo hablar.

“Cada vez que me devolvían a la casa, él me pegaba mucho más. Por eso me costaba volver a intentarlo”, se justificó, ante preguntas de los defensores, que enfatizaron sobre la supuesta falta de reacción de Molina ante lo que estaba padeciendo.

Hoy el juicio continúa con el testimonio de más vecinos que vieron a Molina antes de su cautiverio. Para el jueves se espera una jornada clave: declararán los peritos que hablarán sobre las pruebas que vinculan a Olivera con el abuso.

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