Villa 21-24: las más habitada de la Ciudad

Villa 21-24: las más habitada de la Ciudad
Una investigación desarrollada por los sociólogos e investigadores del CONICET, Nicolás Dino Ferme y Gabriela Tavella describe cómo es la vida en el barrio informal 21-24 de Barracas.

Más de 40 mil personas viven en la villa más grande de la Ciudad, según el censo 2010, pero los vecinos ubican el número real en más de 60 mil habitantes. Los habitantes de la Villa 21-24 de Barracas sufren de hacinamiento, falta de cloacas, riesgos de incendios, electrocución por conexiones precarias y sobrecargadas según un informe de La Fábrica porteña.

Los fenómenos meteorológicos impactan con mucha violencia en las 57 manzanas de la 21- 24. Un 20% del barrio se extiende sobre la costa del Riachuelo, una jurisdicción de la Autoridad de la Cuenca-Matanza Riachuelo (ACUMAR). Según un estudio de este organismo, “el 25 por ciento de los niños de 1 a 6 años que viven en la orilla tienen una presencia de plomo en sangre superior a los valores permitidos”.

Los que deben alquilar, pueden llegar a pagar 2000 pesos por una pieza de 16 metros cuadrados con un baño que incluye inodoro propio pero lavatorio compartido. Por una pieza de 3×2 metros y baño compartido se paga $680 por persona.

“Si bien la sede central del SAME se encuentra a pocas cuadras del barrio (Monasterio 480), en 2012 se registraron cinco muertes por falta de asistencia médica en la 21-24″, aseguran los sociólogos e investigadores del CONICET Nicolás Dino Ferme y Gabriela Tavella.

“La falta de cobertura de transporte público automotor en el interior de la Villa 21-24 (así como en el resto de las villas porteñas), da cuenta de las dificultades que las empresas de colectivos prefieren evitar, tales como los recorridos engorrosos por la falta de apertura y mantenimiento de calles, la falta de iluminación o la inseguridad. Así observamos que el gobierno porteño no desarrolló ninguna gestión que promueva estos circuitos, no impulsó ningún servicio alternativo, ni existen políticas orientadas a mejorar las condiciones de urbanidad que permitan poner en funcionamiento circuitos aptos para el transporte público de pasajeros”, explican desde La Fábrica.

Las diferencias de precio entre un mismo producto pueden llegar a ser enormes si se compra en un almacén dentro de la villa o en un supermercado del barrio. Noemí, una vecina de la 21-24, agita una botella de aceite de primera marca con el precio de 5,55 impreso en la etiqueta y jura que en el barrio le piden 12 por ese mismo producto. Un sachet de leche de primera marca cotiza a 10 pesos en la 21-24 mientras que fuera de la villa se consigue a 7,50. De todas formas, los valores en la periferia inmediata también subieron. María Elena señala “el afuera”, en referencia a las cuadras que rodean el barrio, y protesta: “La gente de enfrente parece que le tomó el gustito a los aumentos y cobran mucho más caro que antes.”

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