El agitado cierre de listas para las próximas elecciones bonaerenses dio lugar al inicio de una campaña electoral con algunos indicios que llaman la atención.
Mientras la mayoría de la población se siente cada vez más alejada de la dirigencia política según los sondeos de diversas consultoras, evitar una caída histórica en la cantidad de asistentes a los comicios del 7 de septiembre será de uno de los desafíos de las distintas fuerzas políticas. Y quizás para lograr ese objetivo, mucho tenga que ver la tonalidad que adquiera la campaña.
Que en el tramo previo a una elección, los candidatos cuestionen a sus adversarios y haya declaraciones cruzadas, es parte de lo esperable. Pero cuando los golpes empiezan a impactar “debajo del cinturón” el escenario adquiere otra tonalidad. Y algo de eso se vio en las últimas horas con algunas declaraciones que circularon referidas a aspectos personales y familiares de algunos de los protagonistas. “Con los hijos y la familia no se jode. En la campaña valen muchas cosas pero eso no. Son códigos históricos que no se pueden romper”, reconocía un veterano dirigente político local con muchas campañas sobre su espalda.
Si bien la crueldad y la falta de respeto parecen haberse convertido en un lugar común dentro del intercambio de opiniones sobre diferentes aspectos, es momento de poner un freno. Sobre todo porque las consecuencias de vivir en una sociedad que adquiere cada vez más conductas violentas y de intolerancia, se notan en el día. En las redes sociales, en la calle y en cualquier ámbito en el que convivan personas de diferentes edades, estratos sociales e ideologías.
Ante esta situación, la dirigencia política tiene mucho por hacer. Defender la convivencia democrática debería ser la prioridad de todos los espacios y no la idea de “salir a romper todo” permanentemente.
En una campaña política de cualquier distrito, hay mucho para cuestionar, defender y debatir. Cuentas pendiente de una gestión, objetivos cumplidos, gestiones que dieron sus frutos o no, mecanismos utilizados, vínculo con las otras fuerzas políticas, etc son, o deberían ser, parte del debate democrático.
Por eso, resulta llamativo cuando un candidato arremete con cuestiones personales y familiares de otro dirigente, cuestiones que poco y nada tienen que ver con su gestión.
Es de esperar que se haya tratado de un hecho aislado y no del inicio de un espiral de declaraciones que adquieren espacio mediático pero no contribuyen al debate democrático en pos de una ciudad y una provincia mejor. A esta altura, y en medio de una apatía generalizada con la política, es lo mínimo que se merecen los vecinos.
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