Tucumán: Crónica de una provincia sacudida por saqueos y muertes

Tucumán: Crónica de una provincia sacudida por saqueos y muertes
Fue el distrito más afectado por la crisis desatada este mes por las protestas policiales. Cronología del terror.

El comienzo visible de la pesadilla que los tucumanos vivieron los primeros días de la semana pasada fue la concentración de un pequeño grupo de manifestantes, el domingo 8, a la noche, frente a la Subjefatura de la Policía, en la capital provincial. Lo formaban policías exonerados meses atrás, retirados y familiares. Reclamaban un básico de $ 12.000, como el obtenido por sus camaradas cordobeses, y la reincorporación de los cesanteados. “No hay motivos para que ocurra lo que sucedió en otras provincias; la de aquí es la Policía mejor paga del noroeste”, se jactaba entonces el secretario provincial de Seguridad, Paul Hofer, y recordaba que el básico era de $ 7.200.

Pero el clima enrarecido era previo, anterior incluso a la protesta de Córdoba. Además de machacar sobre la necesidad de un reajuste salarial antes de las Fiestas y la injusticia de las exoneraciones, había en Tucumán rumores sobre posibles saqueos. Periodistas locales que frecuentan los tribunales pudieron comprobar cómo, semanas atrás, policías del Departamento de Inteligencia sembraban el alerta: “Se vienen los saqueos”.

Aunque inicialmente Hofer les negó “legitimidad” a los manifestantes de la Subjefatura, la situación cambió rápidamente, al ritmo que desaparecían de las calles los patrulleros y los policías, el centro de videovigilancia a través de cámaras quedaba vacío y el 911 no contestaba. Aún hoy se dice que no todas las adhesiones a la protesta fueron voluntarias. Hay versiones de que circularon camionetas policiales que obligaban a los remisos a abandonar el servicio. Mientras crecían los rumores, muchos comerciantes ya bajaban persianas.

La negociación y el caos

El gobierno provincial abriría por fin el lunes la negociación. El gobernador José Alperovich anunciaba al mediodía que su ministro de Seguridad, Jorge Gassenbauer, se había “sentado a charlar con la Policía”. Un vocero de los manifestantes se flexibilizaba: el “piso” bajaba $ 10.000. La situación daría un vuelco cuando, a la siesta, unos 50 individuos, encabezados por motoqueros, atacaban un comercio de lácteos en la Av. Kirchner (ex Roca), al sudoeste de la ciudad.

Otros grupos de motoqueros encapuchados y autos sospechosos merodeaban supermercados y depósitos mayoristas en diferentes barrios. Cuentan que en Villa 9 de Julio, al noreste de la ciudad, dos policías de civil de la Brigada de Investigaciones les hicieron señas de que se acercaran a los adolescentes que participaban de una reunión de un programa de recuperación de adictos. Un par de chicos fue a hablar y cuando volvieron, contaron: “Dicen los ‘ratis’ (por los policías) que está liberado el híper del Acceso Norte”. Se referían a uno de los locales que la firma Hipermercados Libertad tiene en esa zona. Minutos después, había un grupo acechando ese local. Otros testigos hablan de la participación directa en los mismos saqueos de policías, así como de integrantes de la barra brava del Club Atlético Tucumán.

Los ataques eran resistidos con armas de fuego y palos por los dueños de los negocios, sus empleados improvisados como custodios, vigiladores privados y algunos policías. Cuando los atacantes superaban a los defensores y se iniciaba el saqueo, se sumaban entonces muchas otras personas que se habían mantenido a la espera.

Alperovich pidió auxilio de Gendarmería, que empezó a patrullar el centro esa misma noche aunque no alcanzó para tranquilizar a la gente. El gobernador ofreció a los policías 35% de suba. Ya en la madrugada del martes, la asamblea de los manifestantes de la Subjefatura rechazaba el ofrecimiento.

Los saqueos, o intentos de saqueos a comercios, continuaron toda la noche, junto a asaltos a peatones, automovilistas o vecinos en bares. También hubo violentas disputas entre saqueadores.

Capital semiparalizada

Al día siguiente, la capital despertó semiparalizada. Las clases habían sido suspendidas, los servicios de transporte se cumplían de modo restringido, no había recolección de residuos, y los bancos y la inmensa mayoría de los negocios no abrieron. Largas colas de autos aguardaban su turno en las pocas estaciones de servicio que funcionaron hasta media mañana.

Al mismo tiempo, se confirmaba que por lo menos dos personas habían perdido la vida en medio del caos. Un hombre de 33 años con impactos de bala en el tórax falleció cuando lo operaban. Otro, de 20, murió tras chocar su moto contra otra, presuntamente cuando huía tras un saqueo.

El escenario principal de los robos se había trasladado a la margen oriental del río Salí, al municipio vecino de La Banda, donde se producía el saqueo residual del supermercado Chango Mas, que ya había sido arrasado la noche previa. Por varios barrios humildes de la zona aparecieron policías conocidos de la vecinos; sugerían “apurarse” porque “hasta las 4 de la tarde podrían saquear el depósito de Sancor”. Después de esa hora, les advirtieron, “se va a meter bala”. Mientras tanto, tras el rechazo de su oferta salarial, Alperovich decía que la huelga policial era una “extorsión” y anunciaba que decidía unilateralmente firmar el decreto con el aumento ofrecido y que denunciaría a los huelguistas.

Después del mediodía, comenzó la arremetida contra el depósito de Sancor. Cientos de saqueadores lograron entrar pese a la resistencia a balazo limpio que opuso un grupo de guardias. Del otro lado, los vecinos del depósito clausuraron sus calles con barricadas para impedir que los saqueadores se tentaran con sus casas.

Más muertos, el acuerdo

Por la noche, la cuenta de muertos llegaba a cuatro. Entonces, los manifestantes y el gobierno firmaron un acuerdo salarial por el mismo monto que había sido rechazado y la Policía empezaba a retornar a sus puestos de trabajo. Pero miles de tucumanos se concentrarían más tarde en la plaza principal de la ciudad para reclamar seguridad, repudiar a la Policía por el desamparo y protestar contra el gobierno por haber cedido. El intento de algunos manifestantes de ingresar por la fuerza a la Casa de Gobierno desataría la represión policial.

Para entonces, la ciudad entera se había vuelto intransitable por las barricadas antisaqueos. Junto con este fenómeno emergió en Tucumán un ejército desde chicos hasta ancianos apostados en las esquinas empuñando cuchillos, garrotes, hachas, revólveres, pistolas, escopeta, carabinas. Lo que sea.

El miércoles ya no se registrarían nuevos saqueos, pero en algunos barrios la policía provincial siguió brillando por su ausencia. El miedo aún perdura.

Eso explica las colas en las armerías. También sigue la desconfianza hacia una policía incitadora de saqueos que, además de aterrorizar a la población, se cobraron cinco vidas y causaron multimillonarias pérdidas económicas.

Comentá la nota