Toda fiesta llega a su fin: Juan Carlos Romero al borde del abismo

Toda fiesta llega a su fin: Juan Carlos Romero al borde del abismo
Ahora sus conexiones con En.J.A.S.A. quedan a la vista, un maquiavélico entramado que le permitió llevarse a sus arcas personales millones de pesos mensuales desde hace más de una década.
Primero fueron las operaciones con tierras del estado vendidas a precio vil y luego recompradas por el estado a valores millonarios, todo en una misma tarde, demostrando que la sensación de impunidad que cubre a Juan Carlos Romero es tal que le impidió preservarse de un procedimiento tan grosero.

Ahora son sus conexiones con En.J.A.S.A. las que quedan a la vista, un maquiavélico entramado que le habría permitido llevarse a sus arcas personales millones de pesos mensuales desde hace más de una década con los juegos de azar en la Provincia de Salta. Tierras y juegos, dos negocios que vaciaban chorros de dinero malhabido en sus bolsillos quedan al descubierto y exponen a Romero a que visite los juzgados para explicar cómo y porqué dineros públicos terminaron en sus cuentas bancarias personales.

Su comprobado mal hacer lo lleva en última instancia a tratar de mostrar que todos son de su misma condición y entonces labra titulares en su Diario ensuciando a quien puede y del modo que sea. Ganado por la furia y esa impunidad que cree también patrimonio suyo, no trepida en ir incluso contra la honra de las personas a desprecio de las reacciones judiciales que le sobrevengan. Qué importa, si en su mente enferma de poder, Romero siente que hasta la Justicia le pertenece.

Ése es nada más el objetivo y el problema. Quizás sea que en su megalomanía, Juan Carlos Romero jamás pensó que un día sus negocios, realizados rapiñando los bienes públicos que juró cuidar al asumir como Gobernador, quedarían al descubierto y atrapados en un expediente judicial con su nombre en la carátula.

El tiempo se acorta en forma pareja a los números de las encuestas que comienzan a mostrar que Juan Carlos Romero se queda afuera de la partida, que su banca de Senador Nacional no podrá seguir siendo ocupada por él y que volver al llano significa convertirse en reo de la Justicia. Al menos en este aspecto estará en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos.

Todo vale para un Juan Carlos Romero que se balancea al borde del precipicio y así no sólo ha ordenado a su Diario El Tribuno que divulgue falsedades y calumnias, sino que apela a procedimientos de tipo canallesco como la presión y la amenaza. De esto sabe el Diputado Nacional, Alfredo Olmedo, a quien Romero le pidió primero que se bajara de la candidatura y ante la negativa del empresario sojero, recurrió al padre de éste innumerables veces para que intermediara en la situación, sin resultados claro.

Allí comenzaron las presiones de todo tipo sobre Olmedo, porque un ser tan soberbio e inmutable como Juan Carlos Romero, no puede comprender que su poder se vea menoscabado por un político nuevo y que ése vaya a ser quien ocupe su lugar, ya que la otra banca por lejos está perdida a manos de Rodolfo Urtubey según pública perfil en su edición del día de ayer.

Tampoco sus delfines la están dando buenos resultados. La trayectoria de su alfil, Guillermo Durand Cornejo está teñida de dudas sobre su comportamiento moral y la última y supuesta “perfomance” avanzando a una mujer en la vía pública ha venido a exhumar en el momento menos propicio esos antecedentes que lo preceden recurrentemente, por lo menos desde hace dos décadas. No es una casualidad, no es una acción de campaña política que busca dañar una imagen, los expedientes hablan desde aquellos tiempos denunciando que Durand Cornejo es presa de algún tipo de debilidad que le desordena su comportamiento moral.

Toda fiesta llega a su fin, siempre hay un tiempo en que la luz se apaga, se termina la música y al retirarse hay que pagar los costos. Juan Carlos Romero sabe que su fiesta ya se terminó, pero no está dispuesto a pagar lo que rompió.-

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