Unos 80 jóvenes con retraso mental leve y moderado de un centro terapéutico céntrico disfrutaron del baile. Para muchos de ellos fue la primera salida a una disco.
Cecilia, tía de Erica, ni bien entró al boliche recordó: “La última vez que entré aquí fue cuando tenía 25 años”. Ahora tiene 63. Contó que no la deja a su sobrina ni a sol ni a sombra.
Natalia Tejerina, directora del Centro Educativo Terapéutico Creciendo, comentó que la idea de la salida surgió de los mismos chicos. Enseguida se pusieron en campaña. Consultaron la posibilidad a los dueños de la discoteca y listo. “El objetivo es incluirlos y que vivan una experiencia que quizá nunca han vivido”, dijo la directiva.
El Centro Educativo Creciendo funciona en calle España 820. Desde hace 10 años ofrece apoyo escolar (de acuerdo a las adecuaciones que se realizan en cada escuela) a niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad mental leve o moderada. También tienen talleres de panadería, folclore y distintas manualidades.
El plantel profesional está conformado por una fonoaudióloga, la psicóloga, psicomotricista, dos profesores de educación física y dos talleristas.
En la actualidad, la entidad tiene 85 alumnos, la gran mayoría chicos integrados a las escuelas convencionales.
Cintia Valdiviezo, es una de las maestras de las 12 salas. Es psicopedagoga y atiende a un grupo de siete niños, de los cuales cuatro están integrados en la educación común.
La docente contó además que a los chicos se les enseña aspectos relacionados con la higiene, la sociabilización, el respecto y los valores. “Los ayudamos para que se integren a la sociedad y así mejoren su calidad de vida”, destacó.
Reynaldo Rusky, gerente del boliche Salón Vip, se mostró muy atento y bailó con los chicos y docentes. En un momento hasta tomó el micrófono y animó la fiesta. Aparte de la entrada gratis y de tener el boliche sólo para ellos, los chicos pudieron disfrutar de un catering y de bebidas.
“Nosotros le abrimos la puerta, le damos el lugar que corresponde y le mostramos la realidad para que se sientan presentes”, dijo Rusky.
Más testimonios
Una joven repartía pulseras y vinchas fluorescentes. Mientras bailaba, Tony, que tiene síndrome de down, la recibió y se la puso. Se la mostraba contento a su compañera de baile.
Margot, su mamá, lo observaba. “Mi hijo se emociona con la gente, ya tiene 28 años y le gusta bailar y no se cansa. Yo lo llevo porque es terapéutico para todos las personas con capacidades especiales”, señaló.
A un costado de la pista, estaba sentado José, de 81 años. Había ido con su hija llevando a Benjamín, de tan solo cinco añitos de vida. El niño anduvo de brazo en brazo y también se animó a bailar.
El abuelo confesó que no sabía que iría a un boliche, pero disfrutó viendo a su nieto sonreír.
“Afortunadamente la sociedad está más abierta a lo que es discapacidad. Se va concientizando y un ejemplo claro es este”, dijo la directora de “Creciendo”.
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