El Panadero que venció al Dakar

El Panadero que venció al Dakar
La Panamericana a oscuras por un corte de luz y una bomba de estruendo que anuncia la llegada de Lucho. La Toyota Hilux ingresa triunfal a Del Viso y se desata el festejo. Como en Valparaíso pero en su casa, con su gente.

Roberto Naivirt y Ricardo Bonazzola se funden en un abrazo sobre el techo de la camioneta, saltan y cantan con el resto del equipo. La chapa se aboya, pero ya no importa. Completaron el Rally Dakar. Vencieron a la carrera más dura del planeta después de tres intentos fallidos y ahora es tiempo de festejar, de desahogarse. Más de un centenar de personas celebra a sus pies. La gente canta, se amontona para tomarse fotos con la camioneta y con sus “ídolos”. Familiares, amigos, vecinos, seguidores y curiosos. Todos los que están ahí entienden que en esta carrera el verdadero campeonato es el de los valores, premian el espíritu de superación. Por eso, el Panadero de Del Viso es recibido como un verdadero campeón y lo festeja como tal: con laureles y sobre una autobomba que encabezó la caravana por las calles de la ciudad. “Siempre soñé con esto y por suerte se nos dio; es increíble. La peleamos; la peleamos mucho y tuvimos revancha”, grita Naivirt, sobre el techo del vehículo que cedieron los bomberos de Maquinista Savio. Tiene el rostro teñido por el sol del desierto -casi naranja- y una sonrisa constante. Canta, salta, esquiva unos cables y vuelve a cantar.

Junto con Bonazzola recorrieron 9.374 kilómetros de carrera (5.522 de velocidad) y otros 1.500 para llegar desde Chile a Del Viso. Aún con el cansancio a cuestas, el festejo duró un par de horas. Pero el encuentro con El Diario y un puñado de seguidores se extendió un rato más. Tiempo que se aprovechó para revivir las anécdotas, las historias que están por encima de lo deportivo y constituyen la esencia del Dakar.

“Esto es increíble. Después de todo lo que vivimos en la carrera, este recibimiento es como un sueño. Son sensaciones muy fuertes. Cuando cruzamos la meta no lo podíamos creer, se había terminado y lo habíamos completado”, comentó Bonazzola, El Tero. Como navegante y mecánico de la Toyota padeció todas las dificultades que puede ofrecer un Dakar y también se tomó revancha del abandono de 2012, cuando acompañó a Naivirt por primera vez. “Es muy duro, sobre todo psicológicamente. En las últimas etapas empezás a hacerte la cabeza y escuchás ruidos por todos lados. Eso es muy desgastante porque no permite relajarte. Por ahí veníamos bien, con buen ritmo, pero cuando escuchás un traqueteo te ponés nervioso porque ya no querés que se rompa nada; y menos cuando falta tan poco para llegar”, sostuvo.

Vivencias con suerte

La caravana recorrió el centro de Del Viso y finalizó en el barrio Los Cachorros. Naivirt y el equipo bajan de la autobomba y arranca una segunda sesión de fotos, abrazos y saludos. El Panadero tiene la medalla del Dakar en una mano y una remera con la imagen de su hermano, Lucho, en la otra. Dialoga con El Diario y empieza a narrar las vivencias que más la marcaron en esta edición, como la vez que se pasó en una curva y cayó por una pendiente de cuatro metros. “Veníamos atrás de una camioneta pidiendo paso y no la podíamos superar porque era un camino entre alambrados. Cuando finalmente se abre y me tiro a pasar, venía una curva. Caímos cuatro metros y sobre dos piedras inmensas.

Fue con tanta suerte que el cardan se aboyó todo pero no se rompió”, recordó y contó que había 3.000 personas en la montaña “Era algo increíble. Nos ayudó Demetrio (Lamtzev) que venía atrás y unos gendarmes que pudieron hacer una rampa con piedras”, agregó y continuó enumerando vicisitudes.

Es que fueron tantas las dificultades que superó en cada etapa, que cada suceso guarda una seguidilla de acciones y de sensaciones, y todas son parte del relato apasionado que comparte orgulloso. “El segundo día dormimos en el Nihuil. Me agarró taquicardia a la noche y me tuve que sentar en la camioneta a tranquilizarme. Respiré profundo hasta que me pasó, pero fue una noche de mier…”, cuenta. Aquel día, en Mendoza, rompió un amortiguador a los 40 kilómetros de haber largado la etapa. Había arrancado con el pie izquierdo y luego, como en el Dakar se acumulan problemas, dañó el semieje por lo que transitó 350 kilómetros de arena sin doble tracción. “Dormimos en el desierto porque no quisimos arriesgar el semieje. Sabía que si nos quedábamos en la arena no salíamos. Así que rodeamos la duna al otro día, a las 6 de la mañana por unos lugares complicadísimos. Llegamos a las 10 y a las 10.20 empezamos la siguiente etapa”, precisó.

En auto y a pie

Desde que el Dakar aterrizó un Sudamérica los guadales del oeste argentino cobraron fama mundial. Naivirt pasó tantas horas en el desierto lidiando con el denominado fesh-fesh que ahora lo describe con cierta bronca. No es para menos, en la segunda etapa se encajó cuatro veces. “Es un colchón de talco así de hondo. Se te queda colgada la camioneta y no hay forma de sacarla”, explica y con las manos marca unos 30 centímetros. “Bajábamos a caminar entre los arbustos y los árboles para ver por dónde encarar con la camioneta. Buscábamos el lecho del río, marcábamos el camino y avanzábamos por ahí. Ese día fue todo así. Después nos quedamos sin agua y a las dos de la mañana encontramos un río. Bajamos y tomamos de ahí. No dábamos más, estábamos muertos”, enfatizó y pasó a relatar cómo superó el último obstáculo, cuando rompió el embrague a poco de terminar la anteúltima etapa: “Caminábamos los médanos hasta arriba para ver por dónde nos tirábamos. Esperamos que todo se enfríe, bajamos la presión de las gomas y retomamos a las 10 de la noche, sin embrague”. “Ese día lloramos, cuando se quedó no lo podíamos creer”, confesó. Aquel día, en pleno desierto, cuando todo parecía perdido, superó el golpe más bajo que le propinó el Dakar y encontró fuerzas para lograr el gran objetivo.

Almohada de arena

Como toda carrera de aventura, el Dakar presenta desafíos que van más allá de la velocidad. Después de cuatro años de asistencia perfecta, en el Del Viso Dakar Team son concientes de que el desierto tiene sus propias reglas. “Cuando el desierto te cansa lo mejor es recuperarte para seguir”, contó Bonazzola, que durmió en la arena con el buzo antiflama y el casco puestos. “Hice una montañita para apoyar la cabeza y dormí ahí. No conviene seguir de noche porque es peligroso, podés caer en un cenicero y no salís más”, agregó y explicó: “Un cenicero es una trampa, un pozo en la arena. Como un cono de papas fritas gigante. Si te caes ahí no salís más. Quizás te pueda sacar un camión, pero es muy complicado. Por eso siempre es mejor andar de día”.

Mérito

Desde Rosario largaron 62 tripulaciones argentinas en la categoría autos. A Valparaíso llegaron apenas 25.

Bocina nueva

Al completar el Dakar, el desahogo de Naivirt fue tan grande que rompió la bocina en el podio. “Quemamos la bocina en Valparaíso. Nos tuvieron que echar porque no nos queríamos bajar del podio”, dijo entre risas el piloto de Del Viso, que en el camino de regreso paró a comprar una bocina nueva.

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