A orillas del Canal Sur los vecinos temen que se repita la pesadilla

A orillas del Canal Sur los vecinos temen que se repita la pesadilla

El desborde del desagüe los dejó bajo el agua y con una inmensa capa de barro. Algunos vecinos hicieron defensas. Reclamos

Hace menos de una semana que Sofía (2 años) y Morena (6) pudieron, por fin abandonar la cucheta. La parte alta de la cama fue donde jugaron, comieron e intentaron hacer las tareas de la escuela mientras su mamá, Paola Morales (34), intentaba sacar el agua y el barro que quedó depositado en su casa después del tremendo desborde del Canal Sur. “Tres días estuve sacando lodo con baldes. Había basura, ratas muertas, bosta de animales, ramas y desperdicios de los pozos sépticos que se llenaron. Cuando estaba todo limpio recién vinieron los asistentes sociales, y me dijeron ‘ah, pero vos estás bien’. Y no aparecieron más”, cuenta esta mamá.

Lo hecho, hecho está. Pero ahora lo que queda es el miedo de que la pesadilla se repita. Las marcas de agua y la humedad en su casa, ubicada en avenida de Circunvalación Oeste y Lavaisse - frente al canal-, todavía le recuerdan el fin de semana trágico cuando el agua los dejó atrapados en su casa. “No podíamos salir, era imposible por la cantidad de agua que había. Yo podría haberme ido a lo de mi mamá, pero no se podía ni salir porque el agua nos llegaba a la cintura”, recuerda.

Los vecinos del canal saben que este fin de semana podría repetirse la historia. El pronóstico anuncia lluvias fuertes y el canal ya ha mostrado su peor cara, una que no veían hacía décadas. “El agua tapaba más de la mitad de las rejas del canal y arrastraba troncos inmensos, que seguramente venían de los desmontes que se hicieron en el pie del cerro. La naturaleza no arranca los árboles porque sí”, reflexiona Ramón Moreno, propietario de una gomería en la esquina de la avenida Independencia y Canal Sur. Ahí estaban reunidos varios vecinos ayer, recordando las peores postales del temporal.

“Yo tuve que salir corriendo a asistir a un señor al que no podían sacar de su casa y el agua los iba a tapar. La gente tenía mucho miedo y nos tuvimos que movilizar los vecinos para ayudarnos entre nosotros. Yo, en mi casa, perdí casi todo”, contó Miguel Ángel Rojas, un fabricante y vendedor de alcancías de yeso que vive en una casa del barrio ATE (del lado oeste del canal) con sus siete hijos. “Para mi casa nadie llegó a ver si necesitábamos algo, quedamos desamparados”, lamentó.

A Ramón Moreno le preocupa otra situación: debajo del puente que atraviesa el canal, por avenida Independencia, pasa una cañería de gas de gran porte. “El agua, con la cantidad de troncos que arrastra cuando viene cargado el canal, podría romper esa cañería... ¿qué hacemos en ese caso, en la madrugada y en medio de la tormenta? Acá nunca nos vinieron a decir cómo tenemos que actuar en caso de emergencia. Y si la lluvia pudo llevarse tantos puentes, ¿por qué a este no?”, se preguntó.

En la zona miran al cielo y esperan una tregua. Que si hay lluvias, no sean tan feroces como las de principios de marzo. Pero, por las dudas, la esperan con bolsas de arena y tablas de madera para defenderse.

PAOLA MORALES 

Su hermano quedó sin máquinas para trabajar 

Paola Morales vive con sus tres hijos, su padre y la familia de su hermano en una misma propiedad ubicada en Canal Sur y Lavaisse. A su papá -trabajador del Mercofrut- el agua le llegaba a la cintura, y le arruinó colchones, roperos y electrodomésticos. A su hermano, que tiene una pequeña carpintería en la casa, la lluvia le mojó los motores de las máquinas, que quedaron arruinadas y sin trabajo. “A mi papá no le dieron ni un colchón, y él, en su casilla, fue el que peor la sacó”, cuenta. Tres días demoraron en sacar el agua y el barro que quedó en su casa. 

ALFREDO MARIANI 

“Parecía un temblor” 

A las 2 de la madrugada de ese sábado, Alfredo Mariani se despertó sobresaltado. “Sentía que se movía todo, parecía un temblor. Cuando bajé la mano para pararme, sentí el agua que ya llegaba hasta el colchón”, recordó. Mariani tiene 84 años, es jubilado y vive con un hijo que esa noche estaba trabajando en el taxi. Estaba solo y veía cómo su heladera y otros bienes “flotaban” por su casa, a la deriva. “No había nada que hacer”, dice. Al día siguiente hizo construir unas defensas de 60 cm en las puertas de su casa. Hoy, para pasar, tiene que levantar a duras penas la pierna.

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