Nutricionistas valoran que industrias empiezan a modificar sus recetas para evitar sellos negros. Afirman que, con el tiempo, también traerá cambio de hábitos.
Por Ramiro García.
La ley de Promoción de la Alimentación Saludable, más conocida como de Etiquetado Frontal de Alimentos, debido a su parte más discutida y conocida, fue aprobada en el Congreso de la Nación en noviembre de 2021 pero tardó un poco más en aplicarse. Está reglamentada desde marzo de 2022, aunque las prórrogas solicitadas por las empresas y las etapas de su aplicación hicieron que los octógonos negros sobre los envases se vayan viendo poco a poco en las góndolas. Según evaluaron nutricionistas consultadas por UNO, la ley no sólo ya es conocida y despierta curiosidad e interés en consumidores, sino que está empujando a las industrias alimenticias a producir de manera (un poco, al menos) más saludable.
Ana Paula Vila, presidenta del Colegio de Nutricionistas de Entre Ríos y directora de Atención Primaria de la Municipalidad de Concordia, explico que la ley tiene tres partes fundamentales. “Con los sellos le abre los ojos a la población para que vea que ese alimento no es saludable. Independientemente de que lo coma o no, busca que la población pueda elegir sin que le mientan. Si no, se vende un yogurt como si fuese buenísimo para los chicos y en realidad es un engaño. El alimento con sello es como una golosina: se puede comer pero muy poca cantidad en el día”, prescribió la profesional.
Los sellos de advertencia deben encontrarse en el frente del paquete de alimentos envasados y bebidas no alcohólicas con exceso de nutrientes críticos. Deben tener forma de octógonos negros con letras blancas mayúsculas que informen, según el caso, excesos de: “Sodio”, “Azúcares”, “Grasas saturadas”, “Grasas totales” y/o “Calorías”. A su vez, pueden indicar: “Contiene edulcorantes, no recomendable en niños/as” y/o “Contiene cafeína, evitar en niños/as”. El rótulo legal no puede ser menor del 5% de la superficie de la cara principal del envase ni estar cubierto de forma parcial o total.
En diálogo con UNO, Vila aclaró que “los sellos solos no alcanzan”, por lo que la ley implementa también la “Educación Alimentaria” obligatoria en todos los niveles educativos, desde jardín a la universidad, inclusive para docentes. “En Entre Ríos todavía no hay adhesión. El Ministerio de Educación de la Nación está implementando cursos para docentes y eso tiene que trasladarse a la Provincia, que verá cómo lo reglamenta”, indicó la nutricionista, que trabaja en el hospital Masvernat de Concordia.
También resaltó una tercera parte de la ley: la prohibición de publicidad, promoción y patrocinio dirigido a niños y adolescentes de alimentos con sellos, incluso en actividades deportivas. Además, no pueden venderse alimentos con sellos negros en kioscos y comedores escolares ni ser comprados por el Estado.
Resultados en otros países
Consultada si el etiquetado frontal genera una mejora en la salud alimentaria de la sociedad, Vila afirmó: “Está documentado que sirve y hay países de la región que lo tienen implementado hace años. Se ha demostrado que funciona, por ejemplo en la caída del consumo de productos con etiquetado de advertencia. También se ha verificado que las publicidades dirigidas a niños y adolescentes de alimentos con alto contenido de azúcares y/o grasas han producido patologías crónicas en chiquitos cada vez menores y afectan su salud”. Otras naciones latinoamericanas con leyes de etiquetado vigentes son México, Chile, Perú y Uruguay.
La titular del colegio entrerriano de nutricionistas aclaró que “no pasaron tantos años para ver resultados epidemiológicos, como descenso de obesidad o hipertensión arterial”. No obstante, invitó a hacer el ejercicio propio, individual y familiar, para notar los beneficios. “Se ve cómo los chicos, si les sacamos esta publicidad permanente, van a elegir mejor. No va a cambiar todo porque aparezca un sello. Todavía no ha provocado cambios de hábitos, pero va a generarlos con el tiempo, la educación y la regulación de la publicidad”.
La industria (algo) cambia
A medida que las empresas se fueron adaptando a la ley, se viralizaban en las redes sociales fotos de ciertos productos que toda la vida se promocionaron como sanos, light o dietéticos, y ahora aparecían plagados de octógonos negros. Miles de usuarios expresaban su desilusión “escrachando” a ciertos yogurts, dulces de leche, quesos untables y galletitas, entre otros alimentos, que fueron “descubiertos” con el Etiquetado. Aunque la ley no haga ni cosquillas a las groseras ganancias que amasan compañías alimenticias multinacionales, monopólicas u oligopólicas del hiperconcentrado mercado argentino, algún efecto comienza a ser visible.
“Muchas empresas han cambiado la formulación de sus alimentos para que no tengan sellos. Lácteos, yogurts y casi la mayoría de los dirigidos a niños. Entonces la ley ya está funcionando. Se pueden modificar los productos para que sean más saludables: la cantidad de sodio y azúcar era absolutamente excesiva”, ponderó Vila.
El mismo diagnóstico hizo días atrás la secretaria de Acceso a la Salud de la Nación, Sandra Tirado. En una entrevista televisiva destacó que “hay empresas e industrias que están cambiando la composición de productos como panes, yogures y postres lácteos para que no tengan octógonos”.
Por su parte, Florencia Méndez, Licenciada en Nutrición que trabaja en proyectos y espacios alimentarios de la Municipalidad de San Benito, advirtió que “la industria es muy pícara para encontrarle la vuelta y salirse con la suya, con trucos en el envasado para que no se vean los sellos”. De todas formas, valoró que la ley “sirve como un camino hacia la educación alimentaria, que necesitamos como población. Argentina es uno de los países de Latinoamérica con mayor índice de enfermedades crónicas no transmisibles y a edades muy tempranas. Es un primer paso”.
Comer sano es caro, pero...
En diálogo con UNO, Méndez señaló que la ley llegó para acompañar cierta tendencia y conciencia hacia la alimentación más natural. “Todo lo que se consideraba light o saludable se está viendo que no lo es. Entonces, la gente se pregunta: ¿Qué consumo?”, ilustró la profesional. Aquí se presenta el gran desafío de familias, en especial para el maltrecho bolsillo de la mayoría, pero la nutricionista lo consideró como una oportunidad.
“Comer sano no es barato, pero no es tan caro como parece”, sugirió Méndez. Y propuso dedicar más tiempo a la cocina casera. “Estamos acostumbrados a que los lugares de compra sean el supermercado, la carnicería y, a lo sumo, la verdulería. Buscamos productos envasados, etiquetados y listos para consumir”, indicó. Y comparó: “Una sopa lista a la que solo hay que agregarle agua caliente tiene un precio de tres cifras para una sola porción, llena de aditivos y sustancias químicas. En cambio, vamos a la verdulería a comprar un kilo de verduras, que también cuesta tres cifras. Nos parece una barbaridad, pero con esto hacemos varias porciones y tenemos un alimento completo nutricionalmente. Nos sacia y nos aporta algo más que grasa, aditivito y saborizantes”, distinguió.
“Hay que darle una oportunidad a otros alimentos y encontrar un camino no tan rápido y fácil como al que nos lleva lo inmediato y dedicarle un poco más de tiempo a lo casero”, reflexionó finalmente la profesional.
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