El crimen de James Patrick Bulger, de dos años, robado a su madre de un shopping de Liverpool en Inglaterra, en 1993, es uno de los casos más emblemáticos si de asesinos precoces se trata. Robert Thompson y Jon Venables, ambos de diez años, fueron encontrados culpables de secuestro y torturas. Luego de golpearlo, lo ataron sobre las vías y el tren dividió su cuerpo en dos.
Derrick Robie tenía cuatro años cuando fue asesinado por Eric Smith, de 13, en la ciudad de Nueva York, en 1993. Smith era un niño tímido y había sufrido acoso escolar por sus anteojos y sus pecas. Según se reconstruyó en el juicio, el imputado primero golpeó con piedras al niño y después lo estranguló. Al parecer, Smith tenía trastorno explosivo intermitente y no podía controlar la rabia interior. Actualmente continúa en prisión y se le denegó la libertad condicional cinco veces.
Joshua Phillips, de 14 años, asesinó a su vecina de ocho el 3 de noviembre 1998, pero su cuerpo fue descubierto por la madre del imputado recién una semana después, ya que el cadáver estaba debajo de la cama del niño. El adolescente la mató a batazos y puñaladas. Phillips confesó y fue condenado a perpetua.
George Stinney, de 14 años, se convirtió en junio de 1944 en la persona más joven en ser ejecutada legalmente en los Estados Unidos en el siglo XX. El joven fue condenado por el asesinato de dos niñas: Betty Jane Binnicker, de 11, y Mary Emma Thames, de ocho. Ambas fueron encontradas en un agujero, con fracturas de cráneo. En 1968, Mary Bell de 11 años se convirtió en la primera niña asesina en serie. A una sus víctimas, Martin Brown, de cuatro años, le cortó los genitales después de matarlo.
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