No hay narco que no tenga su Rolls Royce

En su casa en Rosario, la policía secuestró, además, dos Hummer, una Land Cruiser, oro, euros, libras esterlinas, dólares y un arsenal de armas de guerra.

El secuestro del Rolls Royce que manejaba en Rosario Mario Roberto Segovia podría ser el nuevo capítulo de una extraña novela: la de los narcos y sus autos premium, objeto de deseo, lujo y ostentación. “El rey de la efedrina” no sólo se destaca por ser su mayor distribuidor en la Argentina: fue la primera persona en adquirir el Phantom, cuyos 600 mil dólares de costo –sin accesorios– lo convierten en el más caro del mercado local. “Rolls Royce es el auto de la realeza británica, pero entre nosotros es para los narcos”, dice sin rodeos Carlos Cristófalo, editor de Argentina Auto Blog.

En el allanamiento, la policía secuestró también 270 mil euros, 70 mil dólares, libras esterlinas, tres relojes Rólex, y cuatro lingotes de oro. Fuentes de la investigación señalaron que el valor de los bienes llega al millón de dólares. También incautaron más de diez chips sin usar de diferentes compañías telefónicas. Del arsenal de armas de guerra, la policía encontró los papeles. También se llevaron documentación que será analizada en los próximos días. Además de las Hummer, una de ellas con franquicia diplomática, y de la camioneta, harraron dos cuatriciclos.

QUIERO MI ROLLS. El de Segovia, “símbolo de estatus, quizá la forma más contundente de demostrar que se hizo mucho dinero”, según José María Martínez, del Registro Bentley-Rolls Royce Argentina, marcaba 700 km en su imponente cuentakilómetros. Además, está tapizado con 16 cueros vacunos, tiene revestimientos con maderas de seis tipos distintos y un sistema de audio con 15 parlantes. Su motor de 460 caballos lo impulsa a 240 kilómetros por hora. En casos extremos su elección está motivada por razones de seguridad: es el único auto que, pesando casi tres toneladas, soporta un blindaje de dos. Segovia empezó por algo más modesto: hizo conectar la alarma a la puerta de su mansión y del garaje.

Luego de la crisis de la industria automotriz en los 90, BMW se hizo cargo de la fabricación de Rolls Royce (RR). Como en la Argentina no hay concesionarias oficiales de la marca (la más cercana está, justamente, en México) es difícil saber cuántos hay. Se estima que son 100. “No se registran por temor a cuestiones impositivas y de seguridad”, confió Martínez. Una representante de Trepat, concesionaria de BMW, dijo a Crítica de la Argentina: “Nosotros vendimos uno hace un tiempo, pero no exportamos a México ni tenemos nada que ver con el caso”.

RR hizo un lanzamiento del Phantom en la Argentina a mediados del año pasado. “En la parte superior del segmento premium hay una pequeña franja de clientes que busca diferenciarse aún más. Nos dimos cuenta de que existe un interés significativo por parte de clientes potenciales”, se había esperanzado durante el anuncio Eduardo Villaverde, CEO de la empresa para América Central y América del Sur.

La periodista mexicana Doris Gómora, especializada en narcotráfico, cuenta que “lo último entre los jefes mexicanos son las camionetas Durango o Hummer. Pueden blindarlas, viajar en caravana y pasar desapercibidos. El Rolls es a pedido y la empresa se cuida: investiga antes a quién se lo están vendiendo”.

Los capos mexicanos se enamoraron de los Rolls en los 80. Gilberto Ontiveros Lucero, alias el Greñas, tenía uno. Detenido en 1986, llegó a organizar una carrera de caballos en la que perdió un millón de dólares. Otro fanático de la marca fue José Cotes Bruges, que declaró el suyo por 38 mil dólares cuando lo importó de Miami, mientras su valor real superaba los 120 mil. La operación terminó con la renuncia del ministro de Justicia, José Manuel Arias Carrizosa, que había oficiado de intermediario vendiendo su cupo diplomático.

El chofer más excéntrico de un RR fue quizá Jorge Hank Rohn, un multimillonario que tomaba tequila con culebras, tenía 19 hijos y decía que su animal favorito era “la mujer”. Se movió en un RR durante su campaña a gobernador de Baja California, sede de uno de los más poderosos carteles del narcotráfico. Alejandro Páez, director del semanario Día Siete, concluye con un dato sugerente: Francisco Arellano Félix, del cartel de Tijuana, tuvo un Rolls que perteneció a Julio César Chávez. El boxeador había recibido las llaves de Don King, el manager más famoso –y más sospechado de pertenecer al crimen organizado– en la historia de ese deporte.

OPINIÓN

Prestigio comprado y blindaje de seguridad

Por Cristian Alarcón

El estereotipo de narco ha ido mutando en Colombia y en México al ritmo de nuevas generaciones de capos y capitos. El derroche y la opulencia siguen siendo parte de la narcocultura, los nuevos ricos cuyas fortunas salen del tráfico ilegal de drogas no siempre recaen en los consumos que los deschavan. Enviar a los hijos a estudiar a universidades norteamericanas prestigiosas; lograr que el ascenso social se materialice en vínculos y no en mansiones desmesuradas; coleccionar arte en lugar de autos; usar un reloj suizo antiguo y no un Rolex presidente, pueden ser claves a la hora de mimetizarse con el mundo empresarial legal. En Mario Segovia, el súbitamente famoso exportador de efedrina, aparecen rasgos de consumo prototípicos: máquinas cuya marca y formato dicen que el que los conduce puede y manda, tiene y sostiene.

Con una década como “observador de cultura y consumo” en su ciudad natal, Medellín, el diseñador Raúl Trujillo –profesor de Comunicación y Moda de la Universidad Nacional de la Plata– conoció la que inundó su ciudad de la mano de Pablo Escobar. En su análisis de la “estética narco” juegan el “prestigio comprado, el blindaje de la seguridad y la personalización equívoca, siempre ligada a lo que está de moda y no al gusto personal”. Un Rolls-Royce para la ciudad y una camioneta Hummer para la casa de campo es la combinación ideal para quien pretenda chapa de rico y de satisfacción. Así se muestra la diferencia. El consumidor del nuevo lujo exige lo que se le antoja. “Son carros que se pueden personalizar. Y si ahora miramos los cuerpos que dejó la cultura narco en mi país, veremos como la novedad es ‘tunear’, o sea intervenirlos a gusto y piacere. El ejemplo más extremo es que los varones se están atrofiando las glándulas sudoríparas para no tener marcas de sudor”, cuenta Trujillo.

Estas ideas sobre lo narco son gestadas en patrias que conocieron la explosión del gran negocio transnacional. La Argentina es escenario nuevo para la irrupción de esas culturas globales que se alimentan de lo local y lo territorial para funcionar. No necesariamente las castas narcos locales tomarán el ejemplo de sus contemporáneos de playas exageradas. La mesura de la clase media alta nacional no dará cabida a los despiporres de lujo descriptos en la literatura y en el cine. Puede que Segovia, o Forza, sean ilustraciones nac & pop de un consumo más posmenemista que narco. En Fisherton, un tipo con una Hummer y un Rolls-Royce llama la atención. Lo que en México o Colombia aprendieron las últimas generaciones de ilegales millonarios puede que acá ya lo supieran. El robo de guante blanco, el lavado, la evasión a gran escala, el contrabando de lo que se pueda, lleva décadas de argentinidad.

El narcotráfico es el mundo de lo incierto para el que lo vive y habita. Para la sociedad suele ser fragmentos del mundo en el que vivimos inmersos, un espejo en el que aparecen las contradicciones de la cultura contemporánea. En eso sí nos podemos parecer a los demás.

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