El milagroso párroco de Natividad del Señor reunió a cerca de 10 mil personas en el Colegio Agustiniano. "Es impresionante", relató el secretario del instituto posibilitó en el encuentro. Varias cuadras de cola para participar de la misa de sanación interior. Entre los fieles estuvo el intendente Katopodis que, con bajo perfil, hizo varias cuadras de fila para ingresar.
El párroco de Natividad del Señor mostró su poder de convocatoria en la capilla del Colegio Agustiniano en la localidad de San Andrés donde cerca de 10 mil personas se acercaron con pedidos y agradecimientos.
Sebastián Jasón, secretario académico del Instituto Agustiniano que posibilitó en el encuentro, contó que la cita tuvo lugar por medio de un sacerdote que vive en la institución y que trabaja con el padre sanador, y calificó el evento de "impresionante".
Según relató, cada feligrés está con el padre apenas unos segundos donde recibe una bedición o palabra sin llegar a tener tiempo para contar las dolencias.
"Él le toca la cabeza a la persona, lo acerca al pecho de él, le suelta las manos y suele tocar alguna parte del cuerpo que puede tener alguno problema, alguna dolencia, a algunos les habla al oído. La gente también va con fotos de algún familiar enfermo y él toca la foto y se da cuenta si hay algún familiar con algún problema. A otros les dice que hagan gárgaras con agua bendita, a otros se lo dan por unos meses, a algunos se le pide que se pongan la medallita en alguna parte con dolencia", explicó Jasón.
"Generalmente el feligrés no le habla al padre, él no le da tiempo para que hable, además mueve las manos muy rápido y esta sólo unos segundos por persona para poder estar con todos", añadió.
El padre Ignacio vive hace 20 años en Rosario y desde su parroquia del noroeste de la ciudad recibe cada fin de semana a miles cientos de creyentes que llegan en búsqueda de una bendición espiritual.
Ahora acaba de sumar una serie de multitudinarias celebraciones fuera de Rosario. Hasta el momento, la gira comprendió dos misas en la catedral de San Miguel, en el Gran Buenos Aires, y una en la iglesia de Paraná.
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