Difícilmente haya algún ciudadano de bien en nuestro país, que no se haya emocionado y alegrado al ver que -por primera vez - un argentino ocupará el trono de San Pedro y tendrá la titánica tarea de conducir una institución con 1200 millones de fieles, que se encuentra ante algunos de los desafíos más importantes en sus más de 2000 años de historia.
Bergoglio ha dado sobradas muestras de haber hecho una tarea pastoral muy importante, ayudando a sectores que hasta eran excluidos por los ultraconservadores de la jerarquía eclesiástica, como las madres solteras que querían bautizar a sus hijos.
El exarzobispo de Buenos Aires, durante años, le puso el cuerpo a la tarea pastoral y recorrió los lugares mas postergados de nuestra patria, denunciando -sin medias tintas y con palabras claras- la corrupción imperante en las más altas esferas del poder en la Argentina. Por eso, en las propias palabras que pronunció ayer la presidenta Cristina Kirchner desde Tecnopólis, se notó cierto resentimiento del kirchnerismo -que se hizo más visible en los militantes rentados que pululan por las redes sociales- hacia una figura que, en la última década, nunca se calló antes los desmanes en los que suelen incurrir los que conducen el país.
Mientras algunos funcionarios nacionales callaban o se escondían en la Patagonia, a Bergoglio no le tembló el pulso cuando, desde la catedral metropolitana, denunció las complicidades y negociados que permitieron que hayan ocurrido siniestros como los de Cromañon o la de estación Once.
También tuvo la valentía de enfrentarse al flagelo del narcotráfico, protegiendo a los sacerdotes que diariamente le hacen frente a los mercaderes de la muerte en las villas de emergencias. Por eso, manifestó una tenaz oposición a la despenalización de las drogas, que tanto apoyo recibe por parte de algunos nefastos personajes que rodean a la Presidenta, que en la última década destruyó las fuerzas de seguridad y convirtió nuestras fronteras en coladores por donde pasan todo tipo de estupefacientes.
Claramente, el nuevo Papa está en las antípodas de lo que propone el kirchnerismo. Por eso, en varias ocasiones, no dudó en cuestionar la principal matriz de la acumulación de poder de los K, como es el clientelismo político financiado con recursos del Estado, que este gobierno ha desarrollado de manera exponencial. En 2007, Bergoglio manifestó: "Cuando una sociedad basa el reparto de los bienes, no en el trabajo, sino en la dádiva o en los privilegios pierde el sentido de su dignidad y rápidamente se vuelve injusta la distribución de los bienes, y las personas son transformadas en esclavos o clientes".
Las palabras del flamante Papa Francisco tienen una actualidad indiscutible. Y muestra el camino que debe seguir la Argentina para encontrar el camino de paz y prosperidad que todos nos merecemos. Que así sea.
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