Un lugar sin patrón: las cooperativas de reciclaje

Un lugar sin patrón: las cooperativas de reciclaje

El tsunami de turistas en las playas deja cada año residuos. La historia de los que limpian, reciclan y reutilizan en una ecología popular.

Por Inés Menéndez Hopenhayn.

En la costa hace poco tiempo desembarcó el reciclado. En el año 2010 hubo un paro de cinco meses tras haberse generado microbasurales por todos lados. Ahí es donde los vecinos se organizaron. “Nuestra idea era algo puntual, que se haga algo con lo que estaba sucediendo, no era nuestra idea terminar haciendo una misión. Queríamos comunicar y como nadie hacía por nosotros, armábamos actividades como limpiezas de calles, erradicación de microbasurales, empezábamos a juntar residuos reciclables detrás de casa”, comparte Carlos Méndez, secretario de la cooperativa Reciclando Conciencia, la primera en Pinamar y todo el territorio costero.

La organización vence el tiempo, dice aquella frase, y la cooperativa es un ejemplo de ello. Desde que comenzaron “oficialmente”- ya venían trabajando hace rato pero sin el reconocimiento institucional- han reciclado 3.700.000 kilos de residuos y brindan más de cuarenta puestos de trabajo. El inicio se gestó en la sangre. “Empieza todo en la familia; primero yo con mi familia, después los tíos con sus hijas, éramos 17 personas todos los domingos que salíamos a limpiar las calles”, comparte Carlos.

“Al principio guardábamos todos los residuos en el jardín de las casas. De seis a ocho meses decidimos vender ese volumen para comprar una compactadora. Para que tengas una idea en ese momento una compactadora salió setenta mil pesos y nosotros por el trabajo de seis meses habíamos logramos que nos den 167 pesos. Ahí nos dimos cuenta que era otra el punto y el criterio de que con la basura te llenas de plata. Ahí aprendimos que te llenas de plata, si tenés un camión compactador y la disposición final contratada para enterrar la basura”, señala Méndez.

¿Cómo hacer para organizarse sin tener muchos recursos si las propias herramientas solo pueden ser compradas con mucho capital? Hay más de 200 mil cartoneros y cartoneras en todo el país y el 50 por ciento de ellos está organizado en cooperativas según el mapa de Recicladores junto a Latitud R y Fundación Avina. La diferencia de trabajar en una cooperativa reside en la idea del “patrón”: “Las posibilidades de que un grupo de personas con bajos recursos pueda formar una empresa son muy bajas. Yo creo que la diferencia está en la parte económica: las cooperativas no acumulamos para un patrón. Carlos no sale a la calle y se sube a un Mercedes y no se va a su casa con pileta, se va a su casa con bañera. No acumulan valor, sino que al final de cada ejercicio lo que hace es reinvertir dentro de la organización o repartir entre sus asociados”.

Lo más difícil fue la parte legal, la conquista de la burocracia. Luego de cuatro años de trabajo logran la matricula nacional y les ceden la planta. En el ínterin entre el 2016 y 2018 tuvieron convenios con Fadu y la Universidad de la Plata y junto a la fundación Vida Silvestre, lograron conseguir materiales y ropa de trabajo. Bajo el apoyo institucional, “dejamos de ser tanto los chicos de la cooperativa para decir ‘que bueno les están dando bola de afuera’ en los últimos tres años. Participábamos en todo concurso que se presentaba en la web”, menciona Carlos. Tal es así que en el año 2019 se ubican quintos en los premios Latinoamérica Verde y cuartos en Educación en Latinoamérica. “Es el proceso de formación el que le otorga la misión y el propósito a un grupo de personas, pero cuando vos armas algo, si a vos después te ven como jefe se pierde el espíritu del cooperativismo”.

El gran problema, como en la mayoría de los casos, resulta ser la financiación. Para Carlos las cooperativas tienen una imagen de choque político: “tuvimos que lidiar con esa forma de ver a la cooperativa de trabajo como un curro político para bajar planes o para ir a manifestaciones, eso nos llevó varios años. La clave fue el respaldo institucional y la imparcialidad política. Eso mismo nos permitió diferenciarnos y poder hablar directamente con las marcas, que suelen ser muy ácidas al tratar con una cooperativa de trabajo”.

Pasaron siete años de puro cuerpo y activismo hasta el 2016, cuando fueron reconocidos como proveedores de servicio de la Municipalidad. A partir de allí pudieron comprar la compactadora grande e industrializarse: “los números cambiaron porque nosotros perdíamos en pardos chiquitos con una compactadora chiquita y dependíamos de un intermediario. Cuando logramos generar pardos de 200 kilos pudimos llegar a la industria y lo que quizás vendíamos a tres pesos lo pasamos a vender a 30. Ahí empiezan a cambiar los ingresos de la cooperativa”, dice Méndez.

Tras oficializarse, los primeros números rondaban las 310 toneladas anuales, y este último año fueron 1500 toneladas. La cooperativa lleva más de diez años reciclando y un total de 17.500 toneladas de residuos recuperados.

No solo reciclan y ayudan al medioambiente, sino que se vuelven un espacio de formación y contención. Al ser monotributistas los trabajadores de las cooperativas se organizan para tener previsión social. “Este año pasado logramos que se forme una cooperativa textil, que es la que le va a proveer la ropa a la cooperativa, logramos que se forme una cooperativa de educación, a la cual nuestros hijos pueden acceder. En Pinamar la brecha entre la escuela privada y pública es gigante. La idea es acercar un sistema educativo un poco más equitativo”, menciona Carlos. Se les provee a los trabajadores diferentes medios bajo un modelo para los propios asociados. “Tratamos de que las personas estén tranquilas en la parte económica y en la parte psicológica. Hace un año y medio que tenemos un servicio de psicólogos, el que necesita pide y guarda la factura del psicólogo o el psicólogo se pone en contacto con nosotros y la cooperativa responde. Es una herramienta que te ofrece la cooperativa para que nosotros no nos tengamos que comer ese descargo”, dice entre risas. Y si de salud se trata, armaron un club del no fumador, donde a las personas que no fuman durante el horario de trabajo se les otorgan 8.000 pesos.

 

Quizás el medio ambiente sea una lucha más popular de lo que se pensaba. Y el trabajo, una práctica más plausible de cambiar. 

Comentá la nota