Los hinchas sostienen que se viene un cambio paradigmático para el barrio. Desde la vereda de enfrente temen que la cancha genere inseguridad y problemas, y que bajen precios y venta de casas.
Hace diez días, la Legislatura porteña aprobó por unanimidad la “Ley de restitución histórica”, y se expropiará el predio de avenida La Plata al 1700, que perteneció al club hasta la dictadura. Desde ese día, no hay vecino de Boedo que no haya tomado una postura: sí a la cancha, o no a la cancha .
Adolfo Res forma parte de la Subcomisión del Hincha y ha estudiado la historia del club. Habla de lo que será Boedo. “Se viene un cambio paradigmático para la zona sur de la Ciudad. Además del estadio, se construirán comercios e instalaciones para que se practiquen decenas de deportes y actividades culturales. También un centro de salud gratuito y un colegio primario y secundario. La zona se va a recuperar”.
Cuando viaja al interior, a Matías Lammens, presidente del club, le preguntan siempre por lo mismo: “¿Volvemos a Boedo? Les importa más eso que cómo sale el partido. Es increíble lo que representa para la identidad del hincha. San Lorenzo es el único equipo que tiene esa mística de volver a la ‘tierra prometida’. El sentimiento de pertenencia a Boedo es una parte constitutiva y fundamental de la identidad del hincha”.
En el Carrefour que hay donde estaba la cancha, lo más parecido a un estadio es el metegol que cuesta $ 1.549, y las únicas pelotas son las de plástico y de colores, a $ 12. Las hamburguesas de la cadena de comidas rápidas no se comparan con los patys de cancha que las reemplazarán. En uno de los bares concesionados están los que dicen no al estadio , no a toda la intranquilidad que provocaría que San Lorenzo vuelva a Boedo. “Nosotros queremos dejar en claro que nuestra postura es por los violentos; es contra todas las hinchadas, y no contra el Club San Lorenzo. El 98 % del barrio se opone a la cancha. Y muchos son de San Lorenzo”, dice Carlos, 27 años de vecino y comerciante de la zona. Parte de los que se contactaron con Clarín aceptaron contestar pero no ser fotografiados. Dicen estar amenazados.
La dueña de una inmobiliaria de Boedo comenta, con la condición de no ser nombrada, que desde la restitución, ninguno de sus clientes se acercó a preguntar por el valor de la propiedad, y compara con otras canchas de la Ciudad: “Mucha gente quiere mudarse cerca de Ferro por el rol social del club. Creo que si además de la cancha, San Lorenzo construye un complejo polideportivo, el barrio se levantará. A la gente le gusta vivir cerca de espacios verdes y familiares, para practicar deportes”.
Pero el barrio está dividido. Y “Los monoblocks de Inclán”, esas cuatro torres de veinte pisos pegadas a lo que será la cancha, también. Es como un clásico. Porque desde la calle se ven banderas rojas y azules atadas de las ventanas. Pero hay señoras como Eve, del piso 18, que dicen que los carteles que pegan en los edificios para reunirse y organizarse, son sacados por los de San Lorenzo. Ella tendrá vista preferencial; pero dice que con ese beneficio será imposible vender. Aunque no quiere. Nancy también vive en las torres: “¿Quién se va a hacer cargo de las vibraciones y el problema ambiental?”, pregunta. María Angélica está al lado, vive en Boedo hace ocho años. Dice que había hecho tasar su casa: 260 mil dólares; que la vinieron a ver tres posibles compradores, pero desde que salió la Ley de la Restitución, su teléfono no volvió a sonar. “Yo prefiero un shopping y un cine, como dijeron que construirían los de Carrefour. Fernando también está en contra: compró en el 2000, sobre José Mármol, y ahora siente que su casa no volverá a ser como la que eligió: “Ya los días que vienen a comprar las entradas dejan todo sucio, orinan las calles. ¿Imaginate jugando acá y recibiendo visitantes?” Una cita más: “Juntamos más de 19 mil firmas. Nosotros también elegimos y sentimos a Boedo. La cancha frenará todas las construcciones que se están haciendo”, dice Marta, vecina y comerciante.
“Tenemos pensado becar a los vecinos de entre 5 y 12 años para que puedan hacer deportes al club”, responde Matías Lammens. “Las actividades culturales también tendrán un rol destacado en el nuevo predio. Que se queden tranquilos, San Lorenzo no vuelve solo con el estadio, sino con un proyecto social y deportivo superador que sin duda va a mejorar una zona históricamente postergada”.
Adolfo Res sale de la casa de la SCH. Lo último que comenta es que serán “19 domingos al año, de 4 horas cada uno, contra 349 días de club social y cultural”. Que habrá más seguridad y la iluminación abarcará a varias cuadras”.
Afuera, un grupo de compañeros le dice que hay una persona que quiere saludarlo, que llegó desde Mendoza para ir a la Legislatura cuando votaron la ley. Tendrá 22, 23 años, una mochilita y un cuervo tatuado en la pierna y arriba se lee “Soy de Boedo”. “Adolfo, gracias. Déjeme darle un abrazo”, le dice. Cuando se abrazan, el joven se pone a llorar.
El próximo paso será la negociación con Carrefour; que podría llegar a durar meses. Pero la meta es el 2016. Inaugurar el estadio en el centenario del Viejo Gasómetro. Ese día, habrá vecinos que se convencerán de que tenían razón. Alguno notará que el estadio no era tan peligroso como creían. Otros, muchos, van a llorar. Pero de alegría
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