Un joven de La Toma espera un trasplante bipulmonar

Un joven de La Toma espera un trasplante bipulmonar

El chico de 25 años padece silicosis pulmonar y pasará a emergencia nacional en los próximos días.

 

Hace cuatro años hacía de todo: deportes, jugaba al fútbol; vivía viajando, porque mis primos son camioneros entonces iba con ellos para todos lados; trabajaba, tenía mis cosas; mi señora también trabajaba, estábamos bien”, recordó Jonathan Orozco, el joven nacido en La Toma que sufre de silicosis pulmonar, una enfermedad común en el ámbito de la minería que produce insuficiencia respiratoria, y que hoy lo llevó a estar en lista de espera para un trasplante bipulmonar. Ahora, su vida es muy diferente. Se agita al caminar, hablar y debe andar todo el tiempo con una mochila de oxígeno a cuestas, lo que le permite apenas respirar. "Nano", como lo conocen sus seres queridos, vive en Buenos Aires, a la espera del órgano que le devuelva su vida. “Ahora estoy en el hotel todo el tiempo. No podemos salir, ni andar en colectivos, por los virus. Puede ser peligroso. Estoy sin hacer nada”, se lamentó.

El puntano entrará en los próximos días en emergencia nacional, ya que según los médicos de la Fundación Favaloro necesita urgente la operación. Pero para eso requiere de unos equipos de oxígeno nuevos. “Tenemos que conseguir esos aparatos antes de pasar a emergencia nacional, es una máscara bipap y un tanque de oxígeno. Ya los pedimos a Pami pero no confío que me lo den, dijeron 15 días y ya han pasado. Lo necesito ya, es fundamental para el trasplante. De noche me ahogo mucho, no duermo, y si lo hago, lo hago sentado. Es muy incómodo”, contó. Pero eso no es lo único que necesita. Jonathan tiene que estar en un sitio adecuado, con las condiciones óptimas de higiene. “Pami nos da una ayuda de setenta pesos por día, y no nos alcanza para nada, el hotel sale más de tres mil pesos. No es el mejor, pero debería serlo, para cuidar mi salud antes del trasplante. Pero sí o sí estoy obligado a quedarme en este lugar porque en Buenos Aires es todo carísimo”, admitió. “No hay forma que me puedan dar un lugar mejor, la obra social sólo me cubre esto. Ya lo vimos con abogados y no hubo caso”, agregó.

 

El joven comenzó a padecer la enfermedad luego de los cinco años que estuvo trabajando en una molienda de cuarzo, en La Toma. “Nos faltaban máscaras y barbijos, nunca nos dieron nada, ni un par de botines. Nos pagaba en negro, treinta pesos las ocho horas. No existe más ahora, cerró, porque éramos seis empleados y tres fallecieron. Los otros tres están igual que yo, peleándola, pero un poco mejor económicamente, entonces es distinto”, explicó. La falta de dinero hace peligrar su salud. “Tengo que comer de todo porque tengo que aumentar de peso, pero la verdad es que a veces no tenemos plata y sólo tomamos mate cocido”, admitió.

 

El joven de 25 años realiza campañas por Facebook y publica su cuenta bancaria, para ver si alguien le da una mano mientras espera por el trasplante. Tiene una caja de ahorro en el Banco Supervielle, Nº 00975583-002. Y además, aguarda a que alguna familia se solidarice y done los órganos de algún ser querido. “Ahora la gente sabe más sobre esto, pero en La Toma nadie tiene noción de lo que es, ni por qué sucede un trasplante, yo pedí ayuda y no me entendieron, porque no sabían qué significaba”, contó.

Hace dos años Jonathan también estuvo en las páginas de los diarios. Él y su familia pedían por una vivienda digna para que el Incucai lo considere apto para un trasplante. Esa lucha aún sigue vigente. “Yo necesito una casa donde no haya humedad, ni hongos. Mi casa tenía hasta peligro de derrumbe. Sigue igual, nunca me ayudaron. A lo último estaba viviendo en lo de unos primos porque nunca la arreglaron. Encima cortaron la luz y el agua”, recordó. Cuando vuelva de Buenos Aires, ya operado, tendrá que continuar la batalla.

Aunque el futuro, para él, es algo lejano, casi inexistente. “No sé qué pensar, hace mucho que estoy esperando, quizás algún día podré salir. No me imagino de vuelta con mi vida, sano. Si me recupero quiero salir a caminar sin la mochila de oxígeno, o jugar un partido de fútbol”, se esperanzó. 

Comentá la nota