La imborrable huella de las antiguas fábricas de gaseosas en Barbanza

La imborrable huella de las antiguas fábricas de gaseosas en Barbanza

La zona llegó a tener hasta una treintena de casas que producían esta bebida.

Por: Celia Riande.

Hubo una época en la que en el territorio gallego prosperaba la industria de la gaseosa, una bebida novedosa que conquistaba los paladares y suponía un lucrativo negocio para los empresarios que decidían unirse a lo que, en aquel momento, era un filón económico. La comarca de Barbanza no fue una excepción. De hecho, marcas como La Pitusa, Revoltosa, Rianxeira o Reiriz fueron auténticos referentes en una industria que supuso también una fuente de creación de empleo en la zona.

«A partir dos anos 60 ou 70 houbo un auxe da gasosa e vendíase no ámbito familiar. Case que en cada concello barbancés había unha pequena fábrica deste tipo, aínda que foi unha tónica xeral en todos lados. Volveuse moi popular porque era accesible para todo o mundo, e a comarca non foi unha excepción». Son las palabras de Juan Carlos Villar Angeriz, apasionado de la historia de este tipo de bebidas y autor de la obra divulgativa Apuntes sobre la gaseosa en la provincia de A Coruña, publicada con el apoyo de la Deputación de A Coruña.

«As familias que se dedicaron a ese negocio na comarca vivían bastante ben. Normalmente, era xente que xa tiña outro tipo de negocios, como curtidoiros ou muíños, e instalaban fábricas de gasosas porque a materia prima é a auga, resultando unha boa alternativa cando decaeron o resto de empresas», señala.

Marcas barbanzanas

Pese a que haya marcas que se convirtieran en auténticos iconos de este bum de las gaseosas, lo cierto es que la comarca barbanzana llegó a contar con al menos una treintena de casas que producían esta bebida, que Villar Angeriz recoge en su publicación gracias a una ardua investigación a través de envases, hemeroteca y archivos municipales. De este modo, además de marcas tan sonadas como pudieron ser La Pitusa, creada por Ramón y Justo Suárez Castaño, que venían de Madrid; La Rianxeira, de José A. Alcántara o la Fábrica de Gaseosas y Comestibles Reiriz, de Juan Reiriz García, existieron productoras más pequeñas como son, entre muchas otras, Gaseosas Amar, en A Pobra; El Manantial, en Ribeira; o la marca de Abelardo Dubert, en Muros.

«Estas fábricas creaban postos de traballo na comarca e, cando empezou a haber ese tipo de máquinas en parroquias pequenas, foi como unha revolución industrial, porque eran moi rechamantes coas súas pezas de bronce», apunta Carlos Villar. Al hablar de los testimonios con los que contó, destaca, entre otros, la gran ayuda de uno de los socios de Rianxeira, Ramón Suárez: «Coñecía a todos os fabricantes da zona, e deume moita información sobre este sector a finais da Guerra Civil. Seu pai tiña un muíño de fariña e viron que o tema decaía, así que pasaran ao mundo da gasosa e a lixivia, que se facía na mesma fábrica. Unha anécdota que recordo del é que dicía: ‘Gasosa no camión, carto no caixón!’».

En cuanto a los cierres, que se produjeron entre finales de los años 80 y principios de los 90, las causas son variadas: «O consumo de gasosa pegou un baixón grandísimo. A normativa volveuse máis severa, tiñan que adaptar as fábricas con grandes inversións, non podían competir coas multinacionais e tamén houbo mentiras sobre o consumo desta bebida. Pero moitos distribuidores de bebidas hoxe en día son descendentes deses fabricantes».

Carmen María Fernández, nieta del creador de Gaseosas Reiriz: «En el mismo camión llevaban gaseosas, sifones y vino»

Pese a que sea difícil encontrar a profesionales de la gaseosa barbanzanos de la primera generación, la huella de sus antepasados sigue marcando a las familias de las distintas casas que hubo en la comarca.

En el caso de Carmen María Fernández, el recuerdo que tiene del negocio de su abuelo, Juan Reiriz, es una producción completamente artesanal: «Fue en la década de los 50 o principios de los 60. Mi abuelo emigró, y al volver de América se buscó la vida y montó una fábrica de gaseosas. No había apenas máquinas ni personal, funcionaba una cinta por la que bajaban botellas, se llenaban y le metían la burbuja y sacarosa».

En cuanto al transporte de las botellas, Carmen María Fernández explica que se realizaba inicialmente en carro de caballos: «Poco a poco crecieron y mi abuelo compró un vehículo, conducido por mi tío, y hacían el reparto de casa en casa. En el mismo camión llevaban gaseosas, sifones y vino».

Sobre otras marcas, la nieta de Juan Reiriz asegura que su principal competencia era la marca Abelleira: «Era otra época, se llevaban bien y se respetaban entre ellos».

Pronto llegaron los avances a esta bebida, que se tradujeron en la producción de: «Hicieron la de naranja y la de limón, que no sé si se siguen vendiendo hoy en día, pero en aquel momento eran una cosa muy moderna en el mercado», apunta Carmen María Fernández.

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