Intervenciones urbanas. Culminó ayer la primera edición de Color BA. Durante una semana, 30 muralistas intervinieron 21 paredes del barrio.
No hay trazos urgentes ni movimientos sigilosos. Es domingo a la tarde y los muralistas pintan paredes ajenas, a la vista de vecinos, hinchas de Boca que van a la cancha, trapitos y agentes de tránsito. No hay voluntad de dejar una huella y escapar. Es que el arte urbano que nació de la clandestinidad y como acto vandálico ahora se usa para mejorar los alrededores de la Usina del Arte, una zona poco transitada por los turistas, que suelen recorrer Caminito y evitar las calles restantes del barrio.
La decisión de llenar las paredes olvidadas de arte fue del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, que organizó la primera edición del festival Color BA. Es el último día. La mayoría de los murales están listos, en otros los artistas aún están subidos a grúas o andamios de metal, en lo alto de sus dibujos, delineando contornos, completando formas, con rodillos y pinceles en mano.
Telmo Pieper rellena de azul marino el fondo de su obra: un gaucho recostado junto a un caballo blanco. Viajó desde Holanda y el miércoles empezó a transformar la esquina de Caffarena y Caboto. “Quise hacer algo que representara a la cultura argentina”, dice. Su dibujo a gran escala exigió una superficie acorde. Pintó sobre el costado de un edificio y en las paredes del jardín de una casa. Usó 80 litros de latex acrílico y 20 aerosoles. “Me divierte trabajar rodeado de gente. Los vecinos fueron muy amables. Siempre me ofrecen agua y hoy me invitaron con un choripán”. No es el único extranjero que se adaptó a las costumbres locales. Fueron convocados 30 muralistas, seis de ellos otros países.
El trabajo de Pieper es el preferido de Liliana, que junto a su esposo Gustavo y su hijo Ezequiel caminan por Ministro Brin. Ella señala las figuras geométricas, amarillas, rojas, violetas, fucsias y naranjas, que hay en las persianas de un local en Caffarena y Brin. “Salimos de casa para verlos. Lo vivimos como una renovación del barrio”, dice. Antes, estuvieron en la Usina, donde en simultáneo se hace el festival Ciudad Emergente. De fondo, se escuchan los recitales de las bandas. A unos metros, están Walter Craig y su hijo Sebastián. Sacan fotos a las obras con sus celulares. “Las calles se volvieron más alegres. Los espacios abandonados y grises ahora tienen color. Esto va a atraer al turismo”, dicen. En total, fueron intervenidas 21 paredes de casas, depósitos y fábricas. El Gobierno porteño firmó convenios con cada dueño. “Queremos que no sólo sea una fiesta de la pintura, sino también darle otra cara a la zona, que pedía un arte más moderno al puerto y Caminito”, dice Tamara Selvood, directora y curadora del festival. Un cambio a través del arte urbano, una expresión cultural hace rato consensuada.
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