Los factores que desataron la actual crisis del vino

Los factores que desataron la actual crisis del vino

El sector vitivinícola espera mejores tiempos dentro de un contexto de problemas donde inflación, pérdida de rentabilidad y de mercados para exportación frenaron una expansión de más de una década. Argentina consumía 70 litros por persona por año, ahora solo llega a 24.

Los problemas de la vitivinicultura, con su crisis de rentabilidad, son conocidos y se han escrito ríos de tinta sobre ello. Sin embargo, un informe de la revista "Apertura", especializada en temas económicos, pone en contexto una situación que era predecible, aunque no se pudieron buscar soluciones a tiempo y el problema explotó, al punto que ayer en Mendoza algunos bodegueros pasearon un féretro simbólico sobre la muerte de la actividad. 

El informe señala, básicamente, que "Argentina vende menos vinos al mundo porque tiene un problema de competitividad. La inflación de doble digito de los últimos años disparó los costos, tanto laborales como de insumos, y a eso se sumó un tipo de cambio prácticamente planchado". Hasta ahí el resumen es contundente, pero además agrega que "los márgenes se achican, y como en el mundo no hay inflación no se puede trasladar a los precios, entonces las bodegas exportan en los segmentos de precio más alto o se concentran en algunos mercados para no perder el trabajo hecho en los últimos años, pero -y ahí está el quid de la cuestión- exportan a pérdida".

Además, ante ese frente externo completamente desfavorable se suma otro análisis concluyente: Cada argentino toma entre 24 y 24.5 litros de vino por año, lo que parece poco contra los 70 que se tomaban hace 30 años. Aunque ha cambiado la ecuación en un término, se toma menos vino pero se eligen de mayor calidad. Para dar una idea, uno de los mayores consumidores de vino es Francia, donde el promedio alcanza a 38 litros anuales por habitante. Y a la baja de consumo en Argentina se suma un mercado interno fuertemente competitivo, con más de 1300 bodegas.

Los expertos afirman que el vino es un negocio de largo plazo; se pueden plantar viñedos hoy pero pueden pasar años hasta conseguir una bebida de buena calidad. Pero la contrapartida de esa espera pasaba por una rentabilidad que, en los mejores momentos, podía ser de 30 o 40% anual. Hoy es prácticamente nula, lo que es un freno definitivo para los inversores. Nadie va a correr tantos riesgos e invertir tanto a largo plazo para trabajar a pérdida. La conclusión es dura, pero real.

El sector en los últimos 10 años fue una de las industrias de mayor crecimiento, pero con lo antedicho expresa que atraviesa una tormenta perfecta. Años de una política económica con alta inflación y un tipo de cambio casi frenado, más un cepo al dólar y una presión impositiva récord han hecho que las exportaciones de 2014 muestren una caída de 9,5 por ciento, y además que La cosecha del año pasado fuera la peor en los últimos 30 años, mientras el costo de producción de un viñedo aumentó 36% anual.

El informe concluye que esos son los desafíos de una industria que emplea a más de 100.000 personas de forma indirecta y otras 300.000 de manera indirecta. Es decir, casi medio millón de argentinos dependen de que se tomen las medidas correctas. No es poco.

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