Evita, inmortal en el recuerdo de dos peronistas históricos

Dino Boeri sonríe al recordar la caja de 100 bolitas que un día, sin esperarla, llegó a su casa con un curioso remitente “Fundación Eva Perón”. “En esa época matábamos por una bolita, imaginate lo que fue recibir una caja”, explica intentando contagiar el entusiasmo que le produce recordar una infancia marcada por la influencia de Juan Domingo Perón y Evita.
Tiene 77 años, 63 de militancia dentro del Partido Justicialista y un profundo respeto por el peronismo heredado de su padre, un señalero del ferrocarril. Dentro de ese respeto se cuela también un cariño entrañable hacia la figura de Eva Duarte a quien no duda en definir como “el verdadero motor de la revolución”.

Nació en Pilar, tierra a la que volvería ya de grande y con una carrera política a cuestas, pero su infancia transcurrió en Villa Devoto donde fue testigo de la transformación social que llegó con el peronismo y de ese proceso destaca especialmente el papel de Evita: “nos enseñó a vivir, la gente humilde respiraba nada más y con Evita empezamos a vivir”.

“Se destacó por su compromiso total con las ideas de quien era un líder indiscutible, cuando Perón estuvo preso ella fue la que movilizó al pueblo”, destaca Dino y asegura que pese a que hasta entonces el género femenino no había tenido un rol en la política, a los hombres no los incomodaba el alto perfil de Eva: “Perón le dio ese rol porque ella era el motor”.

Define como “desprotección” la sensación que lo invadió el 26 de julio de 1952, cuando reunido con un grupo de amigos se enteró de la noticia de la muerte. “Ese día lloramos todos, incluso los que no eran peronistas”, asevera.

La participación en los torneos deportivos Evita con su equipo de fútbol y los primeros libros infantiles que llegaron a su casa gracias a la Fundación son otros de los recuerdos que atesora Dino, a quien la oportunidad de conocerla le llegó pisando la década del 50 cuando fueron a despedir a Retiro el tren que llevaría al matrimonio presidencial hacia Mendoza.

“Fue inolvidable, era nuestro ejemplo a seguir, yo no hice muchas cosas por no traicionar el ejemplo de Perón y Eva”, jura y afirma que fue en su nombre que empezó a desempeñarse en política cuando el peronismo estaba proscripto.

Por entonces vivía en el pueblo pampeano Jacinto Arauz –donde conoció a René Favaloro y de quien se haría amigo- y fue una senadora nacional quien le suplicó que se presentara como candidato a intendente por el Partido Laborista.

“La senadora Josefa Miguel me pide, en nombre de Evita, que la acompañe”, explica Dino. La invocación de aquel nombre fue suficiente para aceptar la propuesta.

En momentos donde estaba prohibido siquiera nombrar a Perón, el hombre cuenta con orgullo que hasta se animó a desafiar al cura del pueblo para celebrar una Misa en nombre de Evita. “Le dije, si no la hacemos en la Iglesia la hago en el patio y con un pastor evangelista”, recuerda con picardía.

Coleccionista por vocación, en su casa guarda libros, recortes de diarios y varias fotos. Entre ellas, la que enmarcó un tiempo atrás y que muestra al mítico matrimonio leyendo el diario. Y sin temor a resultar presumido, acota: “me dijeron que es inédita”.

El día que pasó por Pilar

“No va a haber otra igual, un ser así no vuelve más”, afirma con la voz entrecortada y pide disculpas por la emoción. A sus 78 años, para Mario Martínez el recuerdo de Eva está vivo, tanto como sus conquistas sociales.

“Ella fue el alma del movimiento, las nuevas generaciones crecieron con sus conceptos pero para aquella época fueron revolucionarios, el voto femenino, la justicia social”, repasa el hombre que fue testigo de la única vez que Perón y Evita pisaron suelo pilarense.

Fue en 1948 y como parte de la campaña política cuando el matrimonio pasó por la actual estación del tren San Martín a bordo del ferrocarril que los llevaría a Mendoza repartiendo postales, una de las cuales todavía es conservada por Mario.

“El tren no se detuvo pero pasaron despacio saludando desde el último vagón, había mucha gente para lo que era el Pilar de entonces y los pudimos ver, la emoción fue grandísima y alcancé a recoger una postal”, cuenta el hombre que entre otros objetos con sello peronista guarda un carnet “Pro candidatura del General Perón” que compró a los 12 años por 10 centavos.

La estampilla que venía pegada en los juguetes que repartía la Fundación Eva Perón a “los descamisaditos” también está dentro de la colección de Mario. “La primera pelota de goma la tuve gracias a Evita, nosotros no pasábamos necesidades pero muchos juguetes no teníamos”, rememora el hombre para destacar que ella “cambió el concepto de caridad por el de justicia social”.

El hombre que guarda con celo una colección de discos con los discursos de Evita no exagera cuando describe como “profundo dolor” el día que, con 18 años, supo que ella había perdido la batalla contra el cáncer. “Fui al velorio el primer día y no pude entrar, había una lluvia copiosa y me engripé tanto que tuve que estar 10 días en cama”, relata. Sin embargo, la revancha llegó años después y por fin pudo despedirse cuando se exhibió su cuerpo en la Central de Trabajadores Argentinos durante tres años.

El guardián del busto

Si de historias ligadas a Evita se trata, resulta ineludible aquella que tiene como protagonista a Don Pedro Tapia. vecino de Presidente Derqui ya fallecido, quien como portero de la Escuela 11 protegió el busto de Eva Perón del alcance de la Revolución Libertadora de 1955 escondiéndolo durante casi 30 años en su propia casa. Recién fue devuelto al establecimiento con el retorno de la democracia.

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