El espectáculo "Teatro mágico de piedra y vino" cautivó al público con una narración sencilla

El espectáculo "Teatro mágico de piedra y vino" cautivó al público con una narración sencilla
El espectáculo Teatro mágico de piedra y vino cautivó a los 30.000 espectadores que lo vieron en el teatro griego y en los cerros y los cientos de miles que lo suguieron por televisión.

La historia de esta Vendimia 2013 fue sencilla y lineal. Un hombre regresa a la tierra donde se crió y retoma, a través de la mirada del niño que fue, esas costumbres comunes a la “identidad mendocina”.

El guionista Arístides Vargas presta matices de su propia vida al texto poético y propone que el recuerdo del protagonista sea compartido por “todos los que pasamos la infancia en este mismo lugar”.

Con esa intención argumental, Teatro mágico de piedra y vino alternó 14 cuadros de breve duración, que en total sumaron 1 hora y 10 minutos ayer desde las 22 en el Frank Romero Day.

El lugar que despierta recuerdos

Los pájaros, los árboles y las acequias. El otoño, la melesca y los juegos de la infancia entre las hojas doradas. El esfuerzo en la viña y –“para conjurar el terror” al frío y las heladas– la fe depositada indistintamente en la Virgen blanca, el Tata Dios y la Pachamama.

La cosecha y el vino, esa unión de tintas y blancas “que cada primavera se casan y cada otoño se separan”.

Y la visión infantil sobre aquellos abuelos andaluces relatando míticas historias de inmigrantes llegando en barco por el canal Cacique Guaymallén.

Los cines también, con sus héroes y los íconos que en esas imágenes subyacen de la Patria, bordados por la banda sonora de Nazareno Cruz y el lobo como homenaje a Leonardo Favio...

Todos esos recuerdos son revividos desde un Teatro mágico... que los anida en “un secreto que cada año estalla”.

Subyacen los 50 años

El dramaturgo Vargas escogió como narrador al actor Guillermo Troncoso –a la vez, director actoral, con el apoyo de la esposa de Vargas, la reconocida Charo Francés– y para evocar la visión de la niñez dio otra puntada entre el texto y su historia personal: es su sobrino Gaspar Vargas (10) quien con voz dulce y bien mendocina aporta la cuota nostálgica a la historia.

El teatro griego Frank Romero Day cumple con ésta las 50 celebraciones de Vendimia, pero tiene en la fiesta sólo un cuadro dedicado estrictamente a su homenaje. Aunque el guión lo hace partícipe como ese espacio al cual el protagonista llega para finalmente comprender que “la Vendimia es un tesoro que la piedra guarda”.

Con la dirección de Vilma Rúpolo, integran el staff Enzo De Lucca en la dirección coreográfica, Mario Galván en lo musical, Luis Gattás en escenografía y Liliana Bermúdez en la producción ejecutiva.

Rúpolo y Vargas echan mano a un artilugio que ya implementaron cuando hicieron la Fiesta de la Vendimia de 2010, Cantos de vino y libertad, donde tres caballos gigantes contaban la historia de Mendoza. En su propuesta para el 2013 aparecen tres perros –Firulete, Buñuelo y Preguntame–, elementos comunes de ese contrapunto entre el hombre de hoy y su memoria de niño.

Se plantean los íconos de la Vendimia desde otro lugar. La Virgen no aparece en el escenario ni con su figura habitual, sino simbólicamente desde la viña, al costado del escenario principal. Simboliza la esperanza del pueblo, pero no se afinca en la “protectora”, sino que permite pensar también en otras creencias populares, en un sincretismo religioso.

Mapping como escenografía

La vedette del Acto Central es, sin dudas, el mapping (a cargo de Alejandro Rodríguez), con el que se proyectan figuras en movimiento, reales y otras veces de animación. Este recurso se fusiona con las cajas lumínicas (de Eduardo González), estandartes de la tradición vendimial.

Cuando el hombre “vuelve rítmicamente...” y arranca la Vendimia, el mapping posibilita reconocer ese paisaje de montañas mendocinas al que el protagonista arriba. La fusión de efectos especiales es más evidente cuando en la celebración de la cosecha toda la escenografía es un gran sol y se refleja en el espejo de agua que, a propósito, los hacedores dejan al descubierto.

Mix musical y danza equilibrada

Son 40 personas las que ejecutan instrumentos y cantan ese 70% que se exige como requisito de música en vivo. El inicio de los recuerdos con una Cueca de la viña nueva coral es el primer golpe de efecto.

Dos malambos añaden más tarde al texto otro condimento identitario: el de Alberto Ginastera para simbolizar la lucha contra la helada y, hacia el final, un ritmo de malambo como base de un remix de Canción con todos (Armando Tejada Gómez), el Himno Nacional Argentino y el Canto a Mendoza.

Sebastián Garay (en la piel del padre del niño), Fenicia Pepa Cangemi y su hija Patricia le prestan sus voces a Virgen de la Carrodilla y la música adquiere potencia en el cuadro donde el hombre se pregunta qué es el vino, dando paso a la cultura de los jóvenes: Goy Ogalde (ex líder de Karamelo Santo) interpreta Tomate un vino y Soy cuyano, disparando el clima festivo.

Como es frecuente, la danza tiene un lugar de importancia para el espectáculo. En este Acto Central, cuadros folclóricos y contemporáneos se alternan en la misma proporción.

El coreógrafo De Lucca pensó para la escena momentos como el de Tonada de otoño –arreglada por su propio autor, Damián Sánchez–, donde los bailarines son hojas en movimiento y otras hojas de mayor sensualidad en el agua. La Zamba azul, donde De Lucca invita a bailar a la reina Wanda Kaliciñski se lleva el aplauso popular.

A las 10 de la noche en punto, los seis locutores habían dado inicio al acto central de la Fiesta Nacional de la Vendimia, con un saludo en sendos idiomas para luego presentar a las 17 candidatas, en un teatro Griego Frank Romero Day colmado de público en una agradable noche de sábado con una temperatura de 20 grados.

María Amalia Díaz Guiñazú, Celia Astargo, Laura Carbonari, Marcelo Ortiz, Coco Gras y Fito Suden abrieron el gran festejo de la cosecha, libreto en mano, para dar lugar luego a una serenata destinada a las candidatas.

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