La escalofriante reconstrucción del asesinato de una madre en Villa Gesell

La escalofriante reconstrucción del asesinato de una madre en Villa Gesell
Cynthia Filippone murió desangrada adelante de sus hijos. Perfil.com repasa cómo habrían sido sus últimos pasos según la investigación. La autopsia y las pistas.

Avanza la investigación del brutal crimen de Cynthia Filippone, la gesellina que murió desangrada adelante de sus hijos. La policía intenta determinar qué fue lo que sucedió el lunes en la casa de Paseo 111 y Avenida 6, en Villa Gesell. Y la reconstrucción de los hechos, a través de lo supuestos de los investigadores y de los datos que pudo recoger Perfil.com, es escalofriante.

Era de tardecita y Cynthia acababa de traer a sus dos hijos del colegio Anna Böttger, a diez cuadras de distancia. Después de merendar, los chicos se pusieron a mirar televisión en el living. Entonces ella aprovechó la calma y salió al patio trasero para revisar la ropa que había dejado colgada en el tendedero.

A pocos metros, hay un garage convertido en vivienda habitado por Simón, el hijo de Daniel, su actual pareja. Aunque pertenece al mismo terreno, el garage está separado de la casa por una ligustrina alta pero débil, con algunas zonas de poca vegetación. Un buen lugar para pasar de una propiedad a la otra sin tener que salir a la vereda ni ser observado por nadie.

En ese momento apareció un sujeto y empezó a atacarla. Cynthia gritó y trató de defenderse, pero no pudo contra la fuerza del agresor, quien además contaba con un elemento punzante.

Le provocó al menos dos cortes. El de la cara sólo ardía, pero el del cuello era más profundo y la obligaba a tapárselo a presión con su mano derecha. El atacante salió corriendo, atravesó el extenso patio delantero y huyó.

Los hijos estaba mirando la tele. Mareada, Cynthia entró a la casa todo lo rápido que pudo, con desesperación, llevándose por delante una silla. Pero ya no pudo detener la hemorragia y comenzó a desangrarse ante la mirada de los chicos. Llegó a pedirles que cierren y traben las puertas y las ventanas y que llamen a Daniel, que había ido a caminar por la playa junto a Simón.

Eso habría sido lo último que hizo antes de desvanecerse debajo de la puerta que comunica el living con la cocina, encima de un profuso charco de sangre, según la investigación del crimen. Y así la encontró la policía pocos minutos después, luego de recibir el llamado de una vecina que había escuchado ruidos extraños.

Esa es la reconstrucción de los hechos que supone la policía, determinando todos los movimientos desde que Cynthia Filippone, de 40 años, fue atacada hasta que murió en su casa de Paseo 111 y Avenida 6, en Villa Gesell, el lunes pasado. Pero falta descubrir lo más importante: quién la mató y por qué.

La autopsia realizada sobre el cuerpo de la artesana en la misma noche del crimen arrojó algunos datos, como la aparición de un cabello y algunas marcas en las manos que pueden evidenciar el empeño que la víctima puso por defenderse de los ataques fatales.

Sin embargo, en estas últimas horas los investigadores posaron su atención sobre un objeto encontrado en los primeros peritajes. Se trata de una alpargata azul hallada debajo de un árbol, a escasos centímetros de la cerca que delimita el enorme patio delantero con la Avenida 6 y también con la casa de al lado. Fue una vecina quien llamó primeramente al 911 y también la que dijo que a esa hora había visto escapar a dos sujetos por el mismo lugar donde fue encontrado el calzado.

Hasta este momento, la instrucción se concentró en el círculo íntimo de Cynthia (una reacción común en este tipo de homicidios). Es que algunos allegados habían hablado de la delicada relación que ella mantenía con Simón, el hijo de su actual pareja, que además vivía muy cerca de donde ella tenía el tendedero de ropa, lugar en el que recibió los cortes. De hecho, el joven de 22 años estuvo detenido e incomunicado durante algunas horas, aunque con el paso de las horas fue perdiendo fuerza la incriminación ya que las cintas de seguridad exteriores de un hotel lo muestran efectivamente en la playa, lugar en el que él y su padre aseguraban haber estado cuando ocurrió el crimen, y donde Daniel recibió el llamado desesperado del hijo de Cynthia pidiéndole auxilio.

Daniel no reconoció la alpargata, lo cual instala una nueva línea de investigación que ya no se ciñe necesariamente a allegados a Cynthia, ya que el parque de la casa era de fácil acceso y no hacía falta grandes conocimiento del terreno para poder ingresar al mismo. Incluso llegaron a encontrarse restos hemáticos dentro del patio pero lejos de la zona de ataque, lo cual permitiría describir la línea de fuga de él o de los agresores y, en el mejor de los casos, dar con sus identidades en el caso de que la sangre fuera de ellos.

Otro objetivo de la investigación es poder interpretar el motivo del crimen. El robo, en principio desestimado, puede tomar otro vigor en virtud de lo peritado y observado. La policía se ampara en que la casa no estaba desordenada ni presentaba objetos faltantes, aunque también cabe también la posibilidad de que los atacantes hayan abortado el plan antes de consumarlo al ver que la mujer agonizaba.

Los hijos de Cynthia están al cuidado de un tío y con protección psicológica. Desde la fiscalía prefieren esperar un tiempo para poder indagarlos, al menos al varón de 9 años, que fue quien tomó la responsabilidad de cerrar las puertas con llave y llamar al novio de su mamá.

Por lo pronto no hay imputados. Solo un puñado de datos, algunos indicios y un mar de dudas, tan salado y turbio como el que orilla y se olea a seis cuadras de la casa donde Cynthia soñó rehacer su vida cuando se separó del padre de sus hijos y se vino desde Villa Bosch a cumplir el sueño de establecerse en la ciudad de la que se había enamorado al cabo de varios veranos.

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