Diversos rubros del comercio son víctimas de delitos bajo la modalidad de “mecheras”

Esta acción delictiva no hace distingos entre negocios grandes y chicos, ni tampoco entre rubros. Se trata de robos que generalmente son coordinados y que cada vez se hacen más frecuentes en Tandil.
La dinámica delictual no responde siempre a los mismos mecanismos, sino que frecuentemente la creciente ciudad suma modalidades que no le eran propias o que se observaban muy esporádicamente. Uno de los ejemplos es la acción de las “mecheras”, personas que sustraen mercaderías de los más diversos tipos de locales comerciales y que hacen de eso su forma de subsistencia.

Comerciantes de Tandil marcaron su preocupación porque junto al crecimiento de la ciudad, no son pocos los casos registrados, algunos de los cuales alcanzan a ser detectados a tiempo.

Las “mecheras”

Las mecheras son definidas por la Policía Federal como “mujeres que ingresan a los comercios en momentos en que hay gran cantidad de clientes, distrayendo a los empleados pidiendo precios y probándose diversos artículos y -en el descuido- colocan objetos o ropas en el interior de sus prendas personales o bien, en paquetes simulados para albergar dichos elementos sustraídos”.

Como otras modalidades delictivas de la “familia” (punguistas, mostaceros, descuidistas y cuenteros), se caracterizan por mimetizarse con la gente, usando trajes o ropas de uso corriente y equipos de telefonía celular.

Para el inicio de un proceso penal –el delito sería hurto- se debe probar mediante testigos y secuestro de lo sustraído, lo cual muchas veces no es tarea fácil.

En una gran empresa

Reynaldo Fernández hace cinco años que tiene a su cargo la seguridad en las bocas de Carrefour en Tandil y el de los hipermercados es quizás uno de los rubros más “tentadores” para quienes incursionan como “mecheras”. “Es una modalidad de trabajo organizada. Para ellos eso es una profesión, en la que en un minuto o poco más desvalijan una góndola de perfumería, caldos o jugos en polvo. Es un problema para los mercados ya que generan una pérdida muy importante”, fue la primera reflexión al respecto.

Fernández acotó que “habitualmente no es gente local, sino que la mayoría de los que hemos encontrado provienen de ciudades grandes como Rosario o el Gran Buenos Aires”.

Consultado sobre los días elegidos para operar, el encargado marcó que “generalmente lo hacen los fines de semana, cuando uno está más atento a asistir al cliente; especialmente a principio de mes, época en la que a lo mejor pueden manejar dinero para poder llegar hasta acá”.

Internamente la empresa mantiene un contacto fluido con la zona para saber qué está pasando y evitar que otros mercados sufran las acciones detectadas. “Tratamos de cerrarles los caminos para que no sigan operando y que los demás locales estén prevenidos”.

En equipo

Sobre la acción propiamente dicha, Fernández marcó que “generalmente vienen cuatro o cinco personas que organizadamente preparan el producto, lo vuelcan dentro de un carro. Muchas veces usan como paredes laterales bolsas de pañales y rollos de papeles de cocina, formando un cajón. En el interior colocan una bolsa metálica con la intención de sacar el botín sin que se active la alarma”.

En tanto, “un segundo o un tercero es el protagonista de sacarlo por la línea o por la salida para quien egresa sin comprar”, por lo que desde el área de seguridad “se controla por medio del sistema de monitoreo. Además no es común ver dentro de un carrito más de tres desodorantes o cinco cremas. También nos llama la atención la forma en la que está cargado el carrito”.

El estar permanentemente en el mercado hace que el personal de seguridad realice una “radiografía” de los clientes. “Hasta llegamos a deducir cómo se compone el grupo familiar: desde el hombre que vive sólo hasta quien tiene una familia”.

Para reventa

Sobre los productos elegidos, Fernández marcó que “a veces el costo no tiene nada que ver. En alguna época eran los caldos de gallina y se optó por ponerles sellos de la empresa para que no fuera vendido en otro local de la competencia y tratar de cerrar los caminos. Los desodorantes, el dentífrico, las cremas... depende de la demanda que tengan”.

Es que no hay dudas que las acciones organizadas tienen por objetivo el mercado marginal, más allá de la existencia de casos individuales de –por ejemplo- quien intenta pasar con una botella para el consumo del fin de semana”.

Sin embargo, lo más grave –obviamente- es el accionar que un “mechero profesional, que puede llevarse hasta 15 mil pesos en productos en pocos minutos”.

Todos afectados

Reynaldo Fernández reconoció que existe un trabajo en conjunto con las comisarías y que “hasta el día de hoy no hemos tenido grandes dificultades”.

“Cuando se detectan casos tratamos de llegar a un mutuo acuerdo para evitar llegar a la comisaría y se le da la posibilidad de recapacitar a quien se lleva algo individualmente”, acotó.

Pero este delito no es propiedad exclusiva de las empresas grandes. “El resto de los comerciantes está tan afectado como nosotros, desde la tienda hasta el kiosquito de la esquina, porque tienen una gran habilidad y oficio, ya que mientras uno entretiene el otro ´trabaja´”.

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