"Me desmoroné, pensé que me daban diez años de cárcel y que mi vida se acababa"

"Me desmoroné, pensé que me daban diez años de cárcel y que mi vida se acababa"
Hernán Pérez Orsi estuvo dos meses encarcelado por participar en una misión de Greenpeace en al Ártico. Mientras espera que se resuelva su situación, contó los duros momentos que pasó en prisión. Su apoyo en la religión y el miedo de volver a la cárcel
El pasado 19 de septiembre, la Guardia Costera Rusa abordó un barco de Greenpeace y detuvo a 30 personas que intentaban denunciar de manera pacífica los riesgos ambientales de la extracción de petróleo que la empresa energética Gazprom (socia de Shell) pretendía realizar en el Ártico.

A punto de cumplir una semana en libertad bajo fianza, Pérez Orsi contó su traumática experiencia y admitió que cuando supo que iba a pasar al menos dos meses en prisión -acusado por piratería y vandalismo- se derrumbó: "Yo pensaba que se venía una audiencia con el juez, que iba a decir que todo esto era ridículo y en el peor de los casos me deportaban. Pero no, y me desmoroné".

"Pensaba que me podían dar diez años, en los momentos más difíciles dije: ya está. En estas condiciones, cuánto podré vivir. No veo más a mi hija y a mi mujer, la vida tal cómo era se acabó, ahora es otro cosa", rememoró en una entrevista con el diario Clarín.

Las confesiones se limitan a las cuestiones personales, porque, por orden de sus abogados, no puede hablar del hecho en sí. "Estoy feliz y emocionado de estar así, más aliviado, más libre, pero tengo que ser cauto y realista. Lo que sí digo es que a la cárcel no quiero volver", manifestó.

Sobre las condiciones de detención, Pérez Orsi aseguró que "no era una cárcel vip ni mucho menos" y que se vio obligado a compartir "incluso la ropa". "Con mis compañeros nos veíamos en algún paseo en un patio, pero sólo con algunos; a Camila nunca lo vi, por ejemplo", comentó.

En esos momentos más difíciles, este hombre de 40 años, marino de profesión, contó que pidió un sacerdote y se leyó casi toda la Biblia. Lo asistió el padre Tomás, un cura de Munsmark que habla castellano. Así pudo seguir adelante.

"No sé si voy a cambiar la forma de vivir, si sé que voy a cambiar la forma de apreciar las cosas", reconoce ahora, mientras espera en San Petersburgo, junto a su mujer y su hija, que la Justicia rusa se exprese definitivamente sobre su situación legal.

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