El Gobierno pretende entregar durante este año las escrituras a los vecinos de la comuna rural, que en un 90% vive en tierras fiscales. “Tenemos problemas para urbanizar”, dijo el comisionado rural. “Es un caso bastante extraño”, admiten en Catastro.
Estas son algunas de las consecuencias de que el 90 % de la población vive sobre terrenos fiscales. “De los 12 barrios que existen, únicamente los habitantes de dos de ellos tienen escrituras de sus viviendas. Además, tenemos graves problemas para urbanizar. No podemos pavimentar ni poner alumbrado público porque la mayoría de las calles no tiene forma. También hay problemas con la red de agua potable”, revela el delegado comunal, Ramón Páez.
En busca del orden
A mediados del año pasado, la Dirección de Catastro, la Subsecretaría de Regularización Dominial y la comuna comenzaron a trabajar en un plan para formalizar la posesión de los vecinos. “Es un caso bastante extraño porque es un problema de todo el pueblo. Se está en vías de regularizar 725 parcelas”, señala el responsable de Inmuebles Fiscales de Catastro, Luis Barrientos, área que efectúa las tareas técnicas. Mientras que al trabajo social lo desarrolla la repartición a cargo del subdirector de Regularización, Gustavo Usandivaras. “Hacemos el traspaso de tierras que figuran a nombre del Estado a familias que cumplen con las condiciones de las leyes 8.031 y 8.042. Constatamos que no tengan otras propiedades, entre otras cosas”, explica.
Ricardo Belmonte y María Barraza, del área Social de la administración comunal, detallan que trabajan en horario corrido dado que tienen dos semanas para reunir toda la documentación de los habitantes para que el programa se complete. Por su parte, Páez informó que a mediados de marzo se entregarán entre 300 y 500 escrituras.
Casa rodeada
Llegar a la casilla de Héctor Ibarra es un desafío, y que él pueda salir, también. Se debe a que su lote está literalmente en el corazón de una de las seudomanzanas (la número 30) de Delfín Gallo. Los ocupantes de los lotes contiguos fueron tomando cada vez más terreno hasta que lo dejaron sin salida a la calle. “Tengo que pedir permiso a los vecinos cada vez que quiero salir”, cuenta sin un dejo de extrañeza el hombre de 51 años. Los ocupantes de viviendas cercanas comentaron que hace algunas semanas tuvo discusiones con los habitantes que lo rodean y no podía dejar su hogar. “Hace 15 años que vivo aquí. Cuando la comuna me dio este espacio me dijeron que ya me mandarían los materiales para construir una casita. Todavía los estoy esperando”, ironiza.
En la pequeña casa de madera y chapas apenas hay espacio para un colchón y, para su ocupante, lujos como la electricidad, el agua potable y el gas son inimaginables. Ibarra vive de la caridad y asevera que no busca trabajo. Sin embargo, tampoco quiso ser trasladado hasta el lote en el que quieren reubicarlo. “Yo de aquí no me muevo”, sentencia.
Cartas perdidas
“Un familiar de Salta me mandaba cartas pero si el cartero era nuevo, terminaban en La Florida”, confiesa Rolando Altamiranda (77 años). El “nacido y criado en Delfín Gallo”-según se define- relata que las misivas o las cuentas de servicios siempre se perdían dado que su nombre y el de la ciudad eran los únicos datos escritos en los sobres. “Ahora por suerte les están poniendo nombre a las calles. Si no, tenía que rogar que el cartero me conozca”, recuerda. El jubilado festejó con su familia cuando le anunciaron que finalmente sería el dueño de su propia casa. “Menos mal que vinieron porque este era un pueblo a la deriva, abandonado”, desliza emocionado.
Susana Gómez, una empleada administrativa de 43 años, recién ahora podrá construir la piecita en la que vivirá su hijo cuando se case: “Quería hacerla al fondo de mi casa. Pero no me animaba porque vivo cerca de la vía del tren y pensaba que en cualquier momento me sacaban. Siempre había rumores”, dice emocionada.
“Los vecinos de Delfín Gallo están felices porque se les está devolviendo la dignidad de ciudadanos”, concluye el delegado comunal.
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