Cristina, los sombreros y lo otro

Por Edi Zunino.

Estilo Cristina. Una colección de delicados abanicos para el verano y otra de poco usuales sombreros para cuando refresca, incluyendo, todo el año, alguna que otra gorrita sindical o piquetera con más destino electoral que de placar o próximo protocolo.

“Hay un lugar como ningúnlugar en la Tierra... ¡lleno de maravillas, misterio y peligro! Algunos dicen que para sobrevivirlo se debe estar loco como un sombrerero. Por suerte yo soy. ¿Acaso me he vuelto loco? ¿Tienes alguna idea de por qué un cuervo es como un escritorio? Hablando de la Reina... Hay una canción que cantamos en su honor.”

(El sombrerero de Alicia en el país de las maravillas, versión Tim Burton).

Estilo Cristina. Una colección de delicados abanicos para el verano y otra de poco usuales sombreros para cuando refresca, incluyendo, todo el año, alguna que otra gorrita sindical o piquetera con más destino electoral que de placar o próximo protocolo.

Si para la mayoría de los argentinos estuviera clarísimo que nuestra Presidenta no es sólo una cara bonita (maquillada “como una puerta” desde que era una pebeta, según ella misma definió), con mayor contundencia todavía debería quedar establecido que sería demasiado frívolo intentar definirla apenas por los llamativos (y distintivos) accesorios con que se ventila o se cubre la sesera. Pero refrescó y, para ella, como para las aristocracias o el jet set europeos y pocas dirigencias planetarias más, es tiempo de sombreros. El jueves se mostró en la localidad de Marcos Paz alzando a un corderito clonado y con un bombín estilo pamela bien colorado, de gran moño en terciopelo, chalina y pantalones al tono...

Tiendo a suponer que no, pero en verdad desconozco si CFK habrá leído al psicólogo maltés Edward De Bono, quien en los años 80 provocó una revolución global en el management, disciplina desarrollada en las principales universidades del Primer Mundo para la formación de líderes y que desde cierta izquierda suele ser desacreditada, rebajándola al estante de la simple autoayuda para ejecutivos de discutible jerarquía. La cuestión es que De Bono, un convencido de que los hombres de acción deben elevarse a la categoría de pensadores para actuar mejor, se hizo famoso primero con su “teoría del pensamiento lateral” (para no abundar: no quedarse con lo que parece a simple vista, razonar mirando también hacia los costados y desafiarnos, provocarnos, con hipótesis en apariencia descabelladas pero, a la larga, acaso comprobables) y luego con un libro-manual al que tituló Seis sombreros para pensar.

En realidad, no se trata de sombreros técnicamente hablando, sino de seis actitudes o puntos de vista básicos a tener muy en cuenta antes de dar por sacadas las conclusiones y convertirlas en actos, separando “el ego del desempeño”. Los dividió por colores: sombrero blanco (atención pura), rojo (emociones, sentimientos), negro (actitud crítica, preventiva), amarillo (especulación lógica), verde (creatividad) y azul (repaso pormenorizado de cada paso anterior).

Según De Bono, toda la cultura occidental se desarrolló en base a pensamientos más reactivos que creativos. Es decir, más emocionales o especulando sobre el propio interés que constructivos con vistas al futuro. Y que ese esquema ha sido reproducido sin parar desde los sistemas escolares, que no enseñan a pensar.

Por lo visto, en actos y viajes, doña Cristina prefiere los sombreros negros y los rojos. Jugando a entenderla desde tan coquetos adminículos, podría inferirse (en términos debonistas) que se inclina a sostener “por qué una sugerencia no se puede aplicar a la realidad, a causa de un determinado contexto, experiencia, sistema de uso, o política que se sigue”. Por otra parte, “un sombrero rojo permite que el pensador le dé importancia a una determinada intuición, sin ninguna necesidad de justificarla. Cuando se necesite algún sombrero rojo, se estará diciendo que los sentimientos y la intuición parecen ser claves para este tema, si es que tienen una base lógica”. Estaríamos llegando a la conclusión, en síntesis, de que es alguien que niega más de lo que concede y es terriblemente pasional.

Igual, era un juego nomás.

Comentá la nota