Gustavo Gurovich: El reconocido profesional dicta un seminario sobre niñez en riesgo en Olavarría. Aconseja apuntar a las causas del problema y a reconstruir los lazos rotos. Elogió la tarea de Desarrollo Social a nivel local.
El rol que debe cumplir el Estado, el desmembramiento de la familia tradicional y una época signada por el declive de los ideales fueron algunos de los puntos que el profesional abordó en una entrevista con EL POPULAR.
Gurovich traza una línea y divide a los "chicos en la calle" de los "chicos de la calle". Para él, "los chicos en la calle son chicos desalojados de un otro, ya sea de la familia o de otra institución sustituta de la familia. Quedan en la calle sueltos de otro, de un lazo". En cambio, "los chicos de la calle son los que han hecho ya de la calle una institución sustituta. A falta de lazos, han armado lazos con la calle. Entonces, la calle, como institución, sustituye a la familia". Entonces subraya la importancia "de lo preventivo para poder trabajar con chicos en situación de calle, que están sueltos de otro, para que no lleguen a institucionalizarse en la calle".
El desafío no es sencillo, y "hay que tener el timming necesario para trabajar a tiempo, detectar los casos en situación de calle, para que ese chico no desarme los precarios lazos que todavía tiene. Y trabajar con la familia para que pueda no soltarlos definitivamente".
La sociedad moderna reemplazó, o va en camino de trocar a la vieja familia tradicional por otros nuevos formatos. "En esta época nos encontramos con pluralidad de modos de familias: las monoparentales, las ensambladas, o directamente las familias donde no hay familia, donde los que deberían ejercer el rol de padre o madre no lo hacen. Por ahí no ejercen las funciones los progenitores, sino los abuelos o los tíos. Y esto genera la problemática de chicos en riesgo o en estado de vulnerabilidad", define.
Además, Gurovich dice que la problemática está enmarcada en una época "muy particular, ya que en los últimos 20 años contamos con la Convención Internacional de los Derechos del Niño, donde el chico tiene derecho a la familia. Y esto es algo que aparece a contrapelo de una época donde el ideal de familia está en declive, la autoridad y la función del padre está en declive... Desde el psicoanálisis lo formalizamos como la época del otro que no existe. Y que no habiendo este otro, o tan precarizado está este otro, los niños quedan como huérfanos de personas grandes".
¿Cómo se puede garantizar entonces ese derecho? "En principio tenemos que ocuparnos del niño con su particularidad. Esto es, si es un niño maltratado, abusado o golpeado, o cuando la negligencia de los padres lo deja inhibido, aplastado o eclipsado, hay que detectarlo y trabajar en equipos interdisciplinarios con el niño y con los padres. Lo ideal sería trabajar en el fortalecimiento familiar mientras se trabaja con el niño", contesta. El objetivo es conseguir la "consistencia" de los padres "para que puedan ocupar la función", junto con "programas de Desarrollo Social que permita sostener económicamente a los que hoy están caídos del sistema, pero también implicándolos en su posición en la problemática".
No siempre el final es el mismo. Para Gurovich, "hay casos donde esto se puede lograr, y uno consigue que el hijo que por determinada razón fue a un hogar de tránsito, pueda volver a la casa. Y hay otros casos en los que uno podría decir que 'no hay padres', y tampoco hay que caer en una suerte de familiarismo delirante, de querer sostener a una familia que sabemos que no existe. Lo que pasa es que a veces el límite entre unos casos y otros es muy fino".
Y siente que el esfuerzo vale la pena, "sobre todo en este momento, donde el niño tiene ese derecho. No es que lo tengamos que hacer como en el 1900 cuando las damas de caridad lo hacían para cuidar a los chiquitos desprotegidos. Hoy, todo niño tiene derecho a su familia, a su salud, a su educación, a ser un ciudadano".
Recuerda que "de 1920 en adelante, con la Ley del Patronato, se consideraba a los chicos como menores e incapaces, y objeto de tutela del Estado, con un poder discrecional del juez para cortar la Patria Potestad de los padres en cualquier momento. Eso hacía que un chico pudiera quedar internado en algún Instituto desde los 4 hasta los 21 años. Pero la ONU, hace más de veinte años, ubicó al niño como sujeto titular de derechos. Dejó de ser menor para convertirse en ciudadano, y dejó de ser incapaz para transformarse en ciudadano con capacidades progresivas. Y los dispositivos del Estado deben acompañar a los niños en todo ese proceso".
Después de entrevistarse con profesionales del área, y recorrer la ciudad, Gurovich elogia la actuación del Estado olavarriense. "He encontrado a profesionales que trabajan en hogares, centros de día, y en programas como las Callejeadas. Me pareció muy importante que el Estado salga al encuentro de estos chicos que están en situación de calle, o casi. Que no queden sueltos del otro. El Estado tiene que estar presente con políticas públicas que tengan alto impacto en la problemática, que es acuciante".
"Aquí se los encuentra muy enfocados en repensar los dispositivos en función de los nuevos modos de presentación de las problemáticas. Estoy muy contento y muy interesado en los programas que están llevando a cabo adelante, tanto en la orientación de esos programas como en el compromiso de los profesionales", resaltó.
"Lo que se segrega, vuelve"
Gurovich también analiza la posición de una importante franja de la población, que le pide al Estado sacar a los chicos de la calle, pero no para garantizar sus derechos, sino para esconderlos, taparlos o por miedo a la inseguridad. "Lo peor es que se trata de un discurso que genera políticas públicas y opinión pública", advierte.
"Estoy convencido de que a los problemas no hay que taparlos, especialmente cuando tienen que ver con las políticas públicas. Si hay familias caídas del sistema, no habrá que tapar esa problemática, sino ver qué está haciendo el sistema para que esas familias estén caídas. Es un problema de fondo. Se puede sacar a todos los chicos de la calle, y esconderlos, pero eso va a generar mayor segregación y violencia. Porque el problema que se tapa, por algún lado aparece", analiza. "Las políticas de maquillaje no tiene efecto. Lo que se segrega, porque existe, vuelve. Y esto vuelve aún con más violencia".
Prefiere apuntar a las causas de la enfermedad, antes que generar hospitales para los enfermos. "Es, inclusive, hasta más conveniente para el tesoro del Estado". Y aboga por políticas preventivas que apunten a la causa del problema. "Por más trabajoso que sea, siempre será más interesante, más saludable y contemplará los derechos humanos para después no tener que tapar lo que se produjo".
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