Tal como este Diario anticipó (lo que generó fuertes polémicas y reacciones frente a la información periodística), el fiscal Gustavo Morey desestimó la existencia de un delito penal y resolvió archivar la causa por la tragedia de Metalúrgica Tandil, la cual dejó como saldo el fallecimiento de tres operarios.
Según se desprende del expediente, para la Justicia no hubo delito penal, se trató de una falla humana, una mala carga en el horno que provocó luego la erupción que desembocó en las gravísimas lesiones en los trabajadores intervinientes.
Frente a la decisión del fiscal, al menos dos de los tres particulares damnificados ya presentaron el pedido de revisión de la causa, lo que motivó el automático traslado del expediente al fiscal general, quien tendrá la última palabra sobre lo actuado desde el fuero local y si queda alguna instancia más por indagar en pos de disipar las dudas que mantienen los abogados que representa a los deudos.
Lo que ahora se confirmó no hace más que ratificar lo que desde un comienzo se había tenido como primera y principal hipótesis, que luego fue refrendado con un informe pormenorizado del perito.
No hubo falla en la maquinaria que hace a la operación del horno siniestrado. No se detectaron anomalías de mantenimiento, ni de refrigeración, ni la parte eléctrica como tampoco de los materiales dentro del horno. En ninguno de los aspectos técnicos hubo fallas, todo estaba bajo los parámetros normales que, incluso, constaron en los registros de la empresa que oportunamente la pesquisa secuestró en un allanamiento.
La suposición inicial, acerca de la mala maniobra en el proceso de carga fue lo que concluyó el ingeniero Hugo Piazza (perito), en lo que en la jerga de la metalúrgica se denomina “el horno colgado”.
Las conclusiones finales del experto no hicieron más que ratificar aquellas primeras impresiones una vez analizado el horno siniestrado, a lo que se le suma además de los testimonios recogidos y la documentación secuestrada oportunamente en pos de esclarecer cómo era el funcionamiento, en qué condiciones se estaba operando y demás detalles que hacen al trabajo cotidiano de los operarios.
La hipótesis final
Al entender de los investigadores, lo que realizaron los obreros fue una de las maniobras que habitualmente se hacía, pero lo desafortunado fue que no produjo el resultado que normalmente producía, generándose un tapón y transformando el horno en una zona de alta presión por la cámara de aire que se generó, lo que desencadenó en la letal erupción.
A saber, la explosión se generó cuando en el horno los operarios no advirtieron que un material que introdujeron para fundir se selló cual tapa a presión, dejando una cámara de aire dentro que detonó como la erupción de un volcán.
Según se desprende incluso del relato del testigo presencial (único sobreviviente de la tragedia), el encargado del horno se equivocó a la hora de querer fundir el “tocho” (cilindro de rezagos de otras fundiciones) que había quedado atorado un poco más abajo de la boca del horno en forma diagonal. Frente a dicha situación, los operarios resolvieron colocar con una pala más líquido fundido para que precisamente derritiera el “tocho” y se mezclara con el resto del material que se fundía en el fondo del horno.
Al parecer, al ver la coloratura de dicho líquido desparramado encima del tocho se desentendieron de la situación, sin advertir que en vez de fundirse el material se solidificó y quedó como tapa sellada. Eso habría generado la explosión.
Cabe consignar que dicho tocho es recurrentemente utilizado como los fardos de fundición y otros resabios de fundiciones ya realizadas. Precisamente con el material descartado de un anterior proceso se lo vuelca en lo que se lo llama la tochera (molde) donde se solidifica el hierro descartado y queda fundido, quedando como un cilindro aplastado, como si fuera una tapa, a la cual colocan una especie de manija o gancho en el centro de hierro con la que luego una grúa lo levanta y lo introduce al horno para formar parte del proceso de fundición.
Por causas accidentales, se cree que dicho gancho en el tocho no fue colocado en el centro de la circunferencia y eso provocó una mala carga del tocho al horno (ingresó torcido) y se trabó en los laterales.
Frente a esa escena, se produjo la explosión y la erupción fue de tal magnitud que los tres operarios fueron presas del metal en estado líquido.
Las dudas sobre el supervisor
Una vez disipadas las dudas sobre el funcionamiento del horno y qué es lo que habría producido la explosión, las dudas recayeron en la responsabilidad penal de la empresa a la hora de no contar en el turno nocturno con un supervisor, el personal jerárquico que tomara una decisión frente a la contingencia.
Al momento de establecer las responsabilidades del personal de mayor jerarquía en la supervisión de las tareas que los operarios realizaban, en la causa se desprende que era habitual que los trabajadores fueran absolutos responsables del horno al que cada uno era destinado, siendo de rutina trabajar así, sin ningún otro superior detrás de ellos.
Si bien puede considerarse una falla operativa, administrativa, que no se cuente con un supervisor, lejos está –al entender del fiscal- de encuadrarlo en un delito penal bajo una responsabilidad culposa.
Las preguntas que incluso se plasmaron en la investigación fueron precisamente sobre la “posición de garante cual obligación laboral” de un supervisor. Empero, si bien podría señalarse como una deficiencia de la firma, los mismos operarios, ex operarios, supervisores, ex supervisores, que atestiguaron en la causa, incluso aquellos aportados por los particulares damnificados, confiaron en que dichas contingencias (que se cuelgue el horno) siempre las resolvían los operarios por su cuenta, sin necesidad ni obligación de consultar al personal superior.
Asimismo subyace en la hipótesis que trabajó la pesquisa la cuestión del tiempo. Se estima que como mucho el accidente se produjo en no más de tres minutos. Entonces, de haber existido una consulta a un superior (de haber estado) tampoco cabría posibilidad de evitar lo inevitable.
De existir el presunto supervisor, se habría encontrado con la misma escena y, factiblemente cabría la posibilidad de haber sido también víctima del accidente. Ya el gancho del tocho había desaparecido por el líquido de fundición volcado y tampoco se podía realizar (como en otras oportunidades se hizo) “barretear” el tocho, siendo que no se trataba de una traba por la escoria, sino de una mala colocación de aquel tocho.
El caso
Como oportunamente se informó, el dramático accidente ocurrió en la madrugada del 9 de enero, dejando como saldo a tres operarios con quemaduras graves, tras haber explotado uno de los hornos de la histórica fábrica tandilense. Con el paso de las horas, y a pesar del esfuerzo de los facultativos, las víctimas fallecieron ante la magnitud de las lesiones.
Lucas Serén, de 27 años; Luciano Vargas, de 31 años y Juan Cruz Andrade, de 34, se encontraban realizando las tareas habituales cuando explotó un horno en la planta. Rápidamente fueron hospitalizados en el Hospital “Ramón Santamarina”, con quemaduras extensas secundarias.
En tanto, en el lugar del accidente, se hizo presente personal de Bomberos y luego llegaron efectivos policiales, con la intervención del fiscal Gustavo Morey.
En el lugar donde ocurrió la explosión se encontraba además otro trabajador, quien afortunadamente no resultó herido y fue el encargado de socorrer y dar aviso a los bomberos y a la policía.
El cuarto trabajador informó cuáles eran sus tareas laborales al momento en que ocurrió el hecho, él en forma fortuita estaba en otro sector, fue algo circunstancial, él pudo escuchar la explosión y posteriormente observar lo que pasó con los tres operarios y fue quien pidió ayuda para con las víctimas, según se informó a horas del suceso desde la policía.
Se remarcó luego que salió ileso de este episodio porque en forma fortuita lo habían mandado a hacer una tarea a unos metros del lugar, y ante la explosión se tiró al piso y se salvó de haber sido alcanzado por la explosión y el calor que produjo el horno. Precisamente el operario en cuestión es la clave, la llave, que permitió a los investigadores cerrar los interrogantes de lo que pudo haber ocurrido aquella madrugada de enero.
El testigo de lo sucedido comentó que instantes antes había ido a hacer unas tareas, unas soldaduras en cercanías del horno, pero unos metros alejado. Y una vez que finalizó con esa tarea que le habían encomendado, cuando estaba volviendo sintió la explosión y, viendo la peligrosidad de lo que estaba pasando, se puso a cubierto, se arrojó al piso y trató de cubrirse de lo que estaba volando en la explosión, que no era más ni menos que hierro en estado líquido por la temperatura del horno, según se informó por aquellos días.
Pasados los días, la fábrica retomó las actividades y el personal volvió a sus tareas, en medio del clamor de deudos y vecinos, que marcharon pidiendo justicia por las tres muertes.
Arreglo económico
En otro orden, dentro de la terrible tragedia fabril, trascendió que por fuera del ámbito penal las partes (abogados de la firma como de las víctimas) avanzaron en un acuerdo económico.
Se trata del ámbito laboral, donde con el consentimiento de las partes involucradas y la aseguradora de la empresa se arribó a una acuerdo indemnizatorio para los deudos de los tres operarios fallecidos.
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