Acampe y asamblea en el puente Rosario-Victoria

Acampe y asamblea en el puente Rosario-Victoria

Por María Daniela Yaccar

Desde Rosario

Una lluvia intensa después de más de 150 días de sequía fue el telón de fondo de la última parte de la histórica movilización en Rosario por los incendios en el Delta. En el marco de una Acción Plurinacional por los Humedales coordinada por más de 500 organizaciones, hubo una masiva marcha el sábado con la presencia de más de 10 mil personas caminando sobre el puente Rosario-Victoria, que quedó totalmente cortado, un acampe durante la noche, y finalmente, el domingo por la tarde, una asamblea que tuvo que hacerse bajo techo. La esperada lluvia llegó para dar alivio al ecosistema e hizo levantar el corte antes de lo previsto. Organizaciones y autoconvocados resolvieron movilizarse a Buenos Aires este jueves, día en que la Cámara de Diputados comenzará a discutir los proyectos de ley de Humedales en plenario de comisiones. El martes habrá un nuevo encuentro para organizar el viaje y discutir otras mociones que se barajaron.

La Ley de Humedales fue la demanda central de la marcha del sábado y es histórica. Las organizaciones están en estado de alerta porque hay varios textos en danza, pero sólo uno cuenta con su aval: el que quedó estancado en la comisión de Agricultura a fines del año pasado, perdiendo estado parlamentario, y presentado nuevamente por el diputado Leonardo Grosso en febrero de este año. Por un fuerte lobby, el tratamiento de la iniciativa cayó tres veces en la historia del país. El jueves también seguramente se realizarán acciones en Rosario y podría haber una gran concentración al Monumento a la Bandera en 20, 25 días.

El acampe durante la noche

Lejos --geográfica y emocionalmente-- del acelere del centro, de las filas para los boliches y la música a todo lo que da en locales y autos, el despliegue es contrastante en el límite con Granadero Baigorria. En la cabecera del puente un grupo de jóvenes protagoniza un tranquilo acampe. Son alrededor de 60 las carpas instaladas en el lugar. “Es como un Woodstock sudaca”, compara con la risa que provoca el cansancio Jésica Fernández Bruera, de la Multisectorial Humedales. 

Imagen: Sebastián Granata.

Pasadas la 1 de la mañana termina la última actividad programada de la grilla, una charla sobre astronomía que iba a incluir una observación telescópica. Se frustró porque no se ven estrellas; está muy nublado. Un fogón dedicado al medio ambiente se sigue nutriendo tanto de espectadores como de músicos. Se escuchan composiciones propias dedicadas al humedal.

Imagen: Sebastián Granata.

“Nos están matando”, denuncia un nuevo grafitti pintado en el guardarrail. Es lo primero que se ve al subir por la escalera. Otro: “Mucho plomo mucho humo. Este humo tiene nombre y apellido”. El espacio está habitado por leyendas antiguas en pintura blanca desgastada. “No hay planeta B”, “Nuestro Parlamento está en la calle” se lee por ejemplo en el iluminado asfalto. Algunos carteles del puente han sido intervenidos: “Área incendiada protegida. Humedales e islas de Victoria”, “Atención. Próximos 58 kilómetros. Liberado muerte fauna silvestre”. En uno han pegado la foto del gobernador Omar Perotti, acusado de “cómplice” y “traidor”.

Más temprano todos los grupos etarios se movilizaron. Desde niños hasta adultos mayores, los más afectados por el humo. Pero ahora en el kilómetro cero, el punto donde se inició la caminata que culminó en la mitad del puente, nada más quedan, o sobre todo quedan, los jóvenes. La noche es suya. Son más o menos 150, tanto de organizaciones como autoconvocados. El corte es total. Las carpas ocupan la mano en dirección a Victoria, la misma que ocupó el sábado el recorrido. Algunas están colocadas con estacas sobre la porción en que hay tierra; otras sobre el asfalto. Circula la idea de que hay más personas que espacio en las carpas. Una parejita duerme abrazada afuera, cubierta con frazadas. Se ven bicis, motos, autos. Presencia de Gendarmería en ambos extremos del campamento.

Imagen: Sebastián Granata.

De todas las imágenes que entrega la noche fría la más poderosa en su capacidad de síntesis es la del cráneo de una vaca dispuesto en medio de la ruta. Es el más grande de un conjunto de huesos de otros animales. Los trajo de las islas un colectivo de artistas para la intervención que dio comienzo a las actividades pautadas tras la marcha. También trajeron cenizas. Una chica que se presenta como Dani de la Isla cuenta que la performance estuvo inspirada en esos pájaros que se ven volando dentro del humo, como insistentes. “Si ya estamos muertos… ¿qué hacemos? Un artista se preguntó por qué un pájaro vuela dentro del humo. Están buscando los nidos, lo que no muere.” “Si revisás encontrás de todo: cráneos de carpinchos, pezuñas de vacas, pedazos de huevo prendidos fuego… todo es muerte si metés la mano”, lamenta Caro Pampín, con gorra de la Multisectorial y parte de la performance.

“Arranqué en el primer corte de puente, en pandemia. No había autos, tránsito, tenías que venir sí o sí en bicicleta. Me vine igual, con un miedo espantoso”, evoca. “Soy madre soltera. Si me caigo caemos las tres. Y no tengo un sostén familiar. Soy huérfana. Las tengo todas. Salí elegida. Lloraba, porque al río lo amo, lo he habitado, he jugado en la isla. Me recuerda a mi niñez, mi infancia. A mi familia que no tengo más. ¿Me van a quemar ahora el humedal? Me pasó por ese lado. ¿También me van a sacar esto?”, expresa. Tiene 45 años. Habla de una chica que olvidó traer unos afiches con la flora y la fauna autóctonas de hace 20 años: “Ciervos, yaguaretés, todo eso había… eso era lo que yo vivía cuando era chica. Me movía para que aparecieran las rayas, pescaba mojarritas, había una abundancia de árboles y vegetación. Era meterse en ese pulmón. No estaban los edificios ni el puente. Me están tocando una cosa que es una fibra íntima”.

Imagen: Sebastián Granata.

Unos chicos cargan sus termos con agua que calienta un horno de barro construido hace unas horas. Un perro con collar deambula buscando cariño. Los del Polo Obrero, ubicados en el extremo, exhiben sus banderas. Juegan al truco. Otro grupo, con las cartas del Uno, se inventó un juego de roles. Amtawi les habla a cuatro jóvenes. La mujer aymara llegó especialmente desde Buenos Aires (Tigre) para “ver y apoyar”. Todes en el acampe la conocen. La escuchan sentados, con atención; para ellos es la voz de la sabiduría. Están al lado del gacebo de la organización Taller Ecologista, decorado para la ocasión. Pero son autoconvocados.

Amtawi no está muy conforme con la imagen de la tarde. Fue la movilización socioambiental más importante en la historia rosarina. Dobló en cantidad a la de agosto de 2020 también en el puente. La ciudad tiene un millón y medio de habitantes.

“¿Qué pasa con el pueblo de Rosario? Yo vengo a apoyar, porque a mí también… no en el instante del humo… pero estoy acá porque de alguna forma lo voy a absorber en Buenos Aires. A pesar de que haya la cantidad que haya es un mínimo”, reflexiona la mujer, quien creía que el puente “se iba a doblar” por la multitud. “No es un incendio. Son días, meses. Escucho por televisión las consecuencias que está habiendo: madres dicen que sus hijos están enfermos; personas mayores dicen ‘somos asmáticos, nos hace mal’”, completa. Caro cuenta que Amtawi estuvo a cargo de encender el saumo en el inicio de la intervención artística. “El fuego sagrado. También lo hay. El fuego de los deseos de que todo esto termine.”

Imagen: Sebastián Granata.

Este es el segundo acampe en el puente. Hubo otro en 2020, con un clima inquietante. El corte no era total, sino sólo en dirección a Entre Ríos. Los jóvenes denuncian que la Gendarmería les quitó protección y por eso fueron agredidos por automovilistas y camioneros, física y verbalmente. Otros conductores, en cambio, les regalaban helados –eran días muy calurosos--. Se trató de un acampe por tiempo indefinido. Duró siete días. En esta ocasión la comisión de cuidados de la Multisectorial convocó a voluntarios para guardias nocturnas. Más allá de que la zona es insegura, los gendarmes desfilan por el otro carril en autos y caminando. Intimidan. Además, está fresco aquél recuerdo.

Las charlas entre mate y fernet, la guitarreada, los juegos de cartas, las expresiones artísticas programadas y espontáneas y el lugar que toman los saberes alternativos ponen en primer plano la necesidad del encuentro e intercambio. De catarsis colectiva. Julia Camilletti, de 33 años, autoconvocada, terapeuta holística, llegó desde Arroyo Seco. Una grotesca nube de humo invadía su ciudad a la hora de salir. “Estábamos dentro del apocalipsis. En las ciudades cercanas, también afectadas, se ve menos organización o más apatía. Es más difícil juntar gente interesada. Se quejan en las redes”, dice. “Es triste ver las quemas y sentirte solo. Cuando venís, ves mucha gente que está en la misma. Es distinta la frecuencia cuando nos juntamos. La tierra necesita que luchemos con alegría.”

La asamblea

Justo en el marco de este corte que es historia, al cierre de la semana en que el humo más lastimó a la sociedad en dos años y medio, llega la lluvia el domingo a las 13.30. Obliga a levantar el campamento antes de tiempo, y la asamblea con 200 personas se realiza debajo del paso. Antes del debate se hacen clases de yoga y capoeira, una performance de afro, una plantación de árboles en la rotonda y pintadas sobre el puente. En distintos momentos de la jornada, niños y adultos mayores vuelven a acercarse para acompañar. La intervención de Claudia Aboaf, escritora, docente y astróloga, una de las voces más potentes contra el ecocidio, es muy aplaudida. "Nos bajó la lluvia por suerte, y no la Gendarmería", dicen los manifestantes.

Algunas propuestas planteadas son muy radicales, como un corte por tiempo indeterminado. Otras cuentan con adhesión, pero serán parte de una puesta en común a realizarse el martes en un centro cultural: hacer escraches a los acusados como los dueños del fuego, como Rufino Pablo Baggio o Juan Carlos Paladini, ir a las casas de políticos, como los gobernadores Omar Perotti y Gustavo Bordet --se responsabiliza a todos los poderes, y en el caso del Ejecutivo, sin distinciones--. También se habla de empezar a exigir la expropiación de terrenos en la zona de islas y de involucrar a los sindicatos para organizar un paro regional. Otras ideas son crear una brigada ciudadana, con kayacs que colaboren para resolver el problema de los incendios, descartada en su momento por los riesgos que implica. Con todo, este fin de semana queda demostrado que Rosario inhala humo pero exhala lucha.

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