Otro tarifazo que deja bajo el agua a los usuarios

Otro tarifazo que deja bajo el agua a los usuarios

Entidades de consumidores criticaron el ajuste y enfatizaron que este servicio no puede estar sujeto a los valores del mercado.

Comenzó a regir ayer el nuevo cuadro tarifario en el servicio de Aysa, con un alza esperada del 23 por ciento que se suma a los incrementos de la luz en febrero y marzo y del gas en abril. En conjunto, vienen impulsando el índice de inflación por encima de la pauta que quiere instalar el Gobierno. El impacto en las boletas se sentirá cuando finalice el bimestre mayo-junio. Junto a las subas en el precio del servicio de agua, el Gobierno pretende avanzar en un cambio en el sistema de medición del servicio de Aysa, desde la cuota fija actual ligada a las características catastrales hacia la micromedición del consumo. La empresa ya se puso plazos para completar la instalación de medidores en el sector no residencial. Para el sector residencial los tiempos son más laxos pero la idea es avanzar también hacia el cobro por nivel de consumo. Las autoridades de Aysa se reunieron días atrás con las asociaciones de consumidores, quienes advirtieron sobre los problemas que implicaría avanzar en la instalación de medidores sin un profundo proceso de concientización y en ausencia de un esquema de facilidades de la inversión de los usuarios para suplir deficiencias estructurales de las viviendas.

La empresa justifica el aumento tarifario del 23 por ciento con respecto a los valores actuales a partir de la necesidad de cubrirse frente a una inflación del 17 por ciento (según la previsión del Banco Central) más un 6 por ciento adicional destinado a la inversión en la expansión del servicio. Para 2017 se espera que los ingresos propios de la empresa alcancen unos 13 mil millones de pesos frente a costos operativos de 15,2 mil millones de pesos, más 4,6 mil millones de pesos en inversiones de mantenimiento y 12,1 mil millones de inversión en expansión. La diferencia entre los costos e inversión y los ingresos tarifarios serán cubiertos con aportes del Tesoro, que ascenderían a 18,9 mil millones de pesos. El porcentaje de cobertura de las finanzas de Aysa con aportes del Estado se redujo el año pasado a partir del tarifazo del 297 por ciento en promedio en las boletas del servicio de agua. La contracara de los incrementos tarifarios fue el recorte del ingreso disponible de los hogares para efectuar otro tipo de consumos, que se tradujo en caída de ventas.

Las entidades de consumidores se manifestaron en contra de la suba propuesta y enfatizan que el agua en un servicio esencial que no puede estar sujeto a los valores del mercado. En Aysa responden con los números de la tarifa social, beneficio en el que están inscriptos 250 mil usuarios.

El aumento en la tarifa vendrá acompañado por cambios en el método de cobro. Del total de 3,2 millones de boletas bimestrales que emite Aysa, hay 400 mil usuarios no residenciales (comercios e industrias y otro tipo de empresas) de los cuales el 50 por ciento está bajo el régimen de consumo medido. En cambio, de los 2,8 millones de usuarios residenciales apenas el 12 por ciento tiene medidor. Bajo ambas modalidades la factura cuenta con un cargo fijo y otro variable. La fórmula del cargo fijo actual incluye un coeficiente que mide zona del inmueble, metros cubiertos, calidad y antigüedad de la edificación y superficie del terreno. El cargo variable para los usuarios no medidos mantiene su relación con los parámetros de superficie, calidad y ubicación. Para los usuarios medidos, el cargo variable depende del consumo y su precio es menor para zonas de bajo y poder adquisitivo y viceversa.

El objetivo de Aysa es avanzar hacia un esquema en donde el consumo medido gane cada vez mayor participación en la boleta. La intención es controlar el derroche de agua y solucionar problemas clásicos de la facturación de agua como es el caso de los inmuebles de grandes dimensiones con muy bajo nivel de consumo que son castigados con el alto importe de las boletas

Aysa propone establecer un único cargo fijo para todo tipo de usuarios de 87 pesos por bimestre más IVA por cada servicio (agua y cloacas), de modo que la porción fija de la boleta se ubicaría en unos 220 pesos. El cambio sería inmediato para los usuarios no residenciales de consumo medido, mientras que en noviembre se extendería al resto de los usuarios. Estas modificaciones le permitirían a Aysa ir reduciendo con el paso del tiempo la incidencia del cargo fijo en la boleta para que gane preponderancia el cargo variable.

Además, comenzará una intensa campaña de instalación de medidores del consumo de agua. El objetivo es que para fines de 2019 todos los usuarios no residenciales estén bajo el régimen de medidor. En el caso de los usuarios residenciales, en las próximas semanas Aysa presentará su plan de instalación de medidores y ofrecerá la instalación gratuita de los medidores dentro de los próximos dos años para los usuarios que opten por cambiar de sistema.

“Estamos de acuerdo con la idea de avanzar hacia un sistema generalizado de micromedición. Pero la verdad es que si se instalara la micromedición ahora, aparecerían muchos problemas y algunos graves. Por ejemplo, hay un sinfín de propiedades que tienen grandes pérdidas internas de agua. Si el usuario no tiene la plata para realizar los arreglos necesarios, el medidor en esos casos facturaría una barbaridad. Entonces, nosotros planteamos que se necesitan créditos blandos de carácter masivo para que la gente tenga la posibilidad de arreglar sus instalaciones internas. También vale aclarar que se calcula que la propia Aysa tiene pérdidas en su servicio que implica que cerca de un 40 por ciento del agua se pierde antes de que llegue al hogar. Si la idea es entonces cuidar el derroche de agua, hay que empezar por eso”, indicó a PáginaI12 Claudio Boada, titular de la Unión de Usuarios y Consumidores.

 Las entidades también pidieron que Aysa no ponga plazo para la instalación gratuita de medidores. Otro de los puntos en discusión es el tratamiento de los consorcios, ya que la empresa baraja la posibilidad de medir el consumo del edificio y no de cada departamento, a raíz de las dificultades que plantearía la medición individual. “Medir el consumo del consorcio y que después se distribuya en partes iguales dispararía un enorme problema”, dice Boada.

 

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