¿Y Larreta dónde está?

¿Y Larreta dónde está?

La reacción de los vecinos de Flores tras el asesinato de Brian Aguinaco demostró que los porteños están hartos de tanta inseguridad y de la falta de respuestas. Nadie del Estado se acercó a la seccional donde se hacían los reclamos y el Jefe de Gobierno se llamó a silencio. Uno de cada cuatro homicidios […]

La reacción de los vecinos de Flores tras el asesinato de Brian Aguinaco demostró que los porteños están hartos de tanta inseguridad y de la falta de respuestas. Nadie del Estado se acercó a la seccional donde se hacían los reclamos y el Jefe de Gobierno se llamó a silencio.

 

Uno de cada cuatro homicidios cometidos en la Ciudad de Buenos Aires durante 2016 fue en la Comuna 7 (Flores y Parque Chacabuco). El Consejo de la Magistratura advirtió que Flores es el barrio más peligroso del territorio porteño. Los vecinos, desde hace meses, reclaman más patrullaje y prevención. Nada de eso alcanzó para que las autoridades porteñas tomaran cartas en el asunto.

El último asesinato, el del adolescente Brian Fernando Aguinaco, quien murió el lunes tras dos días de agonía después de haber recibido un disparo en la cara por parte de motochorros, provocó la furia de los habitantes de Flores, dejando al descubierto la desidia en materia de seguridad que padecen algunos barrios porteños.

El ministro de Seguridad, Martín Ocampo, prefirió cuidar las formas y ver por televisión las dantescas imágenes de la to-ma de la Comisaría 34 por parte de vecinos indignados, e impuso condiciones para recibirlos. Ninguna autoridad de la Ciudad ni de la Nación se acercó a dar la cara en el momento más candente.

La tenue explicación que intentó dar el comisario de la seccional, Manuel Monzón, de que “se está trabajando para incrementar la presencia de efectivos”, suena a promesa futura y no a abordaje urgente del problema.

El jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, apeló al silencio. Y mientras Brian aún estaba con vida, intentó una maniobra para mostrarse activo en la composición de la nueva fuerza de seguridad, que prometió como solución, pero tarda en terminar de instrumentarse pese a que ahora no hay diferencias políticas que justifiquen la demora. El mandamás de la Ciudad nombró al frente al comisario inspector José Pedro Potocar, cuando la intención primigenia era que la nueva policía fuera conducida por un civil.

La evidente dificultad para terminar de definir los mandos abre, incluso, una peligrosa interna entre los uniformados responsables de cuidar a los ciudadanos. Larreta no ha demostrado, hasta ahora, tener la muñeca suficiente para manejar los conflictos que genera el traspaso de la Federal a la Metropolitana.

En el medio, la Ciudad sufre una inusitada ola de inseguridad, que golpea más fuerte en los barrios postergados. La paciencia colmada de los vecinos comienza a hacerse expresión pública: uno de los gritos recurrentes en la toma de la Comisaría 38 fue, otra vez, “que se vayan todos”.

¿Escuchará, esta vez, Rodríguez Larreta, o hará oídos sordos, tal como lo ha hecho ya ante las alarmas que llegaron a través de las estadísticas?

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