Hay vida en la Villa

Hay vida en la Villa
Independiente Villa Obrera frenó al puntero Gimnasia, de Mendoza, (2-1 le ganó) y se recuperó del tremendo golpe sufrido en San Rafael.
No era un partido más. Era una prueba de vida para un plantel que parecía liquidado tras la goleada que se comió hace apenas 5 días atrás. Levantar ese 1-7 era peor rival que el mismísimo Gimnasia y Esgrima de Mendoza, puntero e invicto. Para la Villa, el rival era la propia Villa. Y en ese desafío contra si mismo, Villa Obrera demostró que tiene coraje y fútbol para demostrarle al que sea que está vivo. Que puede. Que ese tropezón en San Rafael ya es solamente un mal sueño. Porque con autoridad, con enorme amor propio y con la convicción de que debía ganar, Villa Obrera venció por 2-1 al Lobo mendocino y se reacomodó en las posiciones de la Zona D de esta nueva fase del Argentino B. Todo junto, en una sola tarde. La tarde de la resurrección.

En el comienzo, la sorpresa fue de Gimnasia que lejos de entrar a esperar lo que hiciera la Villa, decidió salir a apretar y en los primeros 10’ manejó mejor la pelota e incluso obligó al arquero Moncayar a dos tapadas tremendas. Le costó acomodarse al equipo sanjuanino pero luego fue equilibrando la lucha en el medio y después pasó a controlar la iniciativa, aunque sin tener demasiado peso ofensivo. Lo mejor en ataque de la Villa se vio en pelota detenida cuando Darío Aballay apareció solo para cabecear un córner desde la izquierda, obligando a la sensacional tapada de Alasia. En ese trámite intenso pero poco profundo se diluyó la primera parte para la Villa que no pudo terminar de sacarle provecho a la expulsión del Corvalán cuando iban 32’ de esta primera parte.

En el complemento, la Villa fue decididamente a buscar su destino. Cambió de conductor, ingresando a Renzo Ahumada y con eso encontró más profundidad. Atacó y atacó, pero sin lastimar del todo. Iban 19’ y de un córner a favor, la Villa pasó a perder. Sacó rápido Alasia, habilito a Oga y llegó la asistencia para Taborda que no dudó ante Moncayar para abrir el marcador. Ya era pelear de abajo y la Villa aceptó el convite. Con su coraje, con esa mística que contagia, fue al frente. A los 25’ armaron todo por la derecha, Astudillo metió el centro al corazón del área y Martín Alaniz le cambió el palo al arquero del Lobo para poner el 1-1. Y ahí si, era el momento. En esos 20’ que quedaba, la Villa se jugaba el año. Fue y fue y a los 28’ encontró la gloria. La tiraron larga, aguantó Alaniz, le quedó a Gaetán y el Chacha, vivísimo, lo habilitó a Astudillo para que el ex Desamparados la tomara de aire y clavara un golazo. Era el 2-1, el premio para un equipo que dio señales de vida.

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