Tunitas, una crisis matrimonial

Tunitas, una crisis matrimonial
Cuando se loteó la zona de Las Tunitas, allá lejos y hace tiempo, las inmobiliarias a cargo de la venta anunciaban que allí se iba a construir una zona residencial. No era para menos. Se trataba (y se trata) de uno de los paisajes más hermosos de Tandil.
Sin embargo, la realidad de Tunitas es muy distinta a esos anuncios inmobiliarios. Fue uno de los primeros barrios de la ciudad marcados a fuego por el prejuicio. Los trabajadores siempre fueron inmensa mayoría con respecto a los vecinos del barrio que se manejaban en los márgenes de la Ley.

Sin embargo, la zona ganó fama. Y la fama, ya se sabe, sigue la lógica del capitalismo: al que más tiene, más le da. Ayer, hubo enfrentamiento entre un grupo de vecinos y la Policía. Los uniformados defendían el lugar donde pretenden instalar una seccional. Los revoltosos tiraban piedras y botellas contra los agentes y la propiedad.

Otros, la inmensa mayoría, miraban el enfrentamiento. Una bala cruzó el campo de batalla. Dio en un pibe. En el pecho. La tragedia quiso que el pibe herido estuviese –geográficamente hablando- al lado de los uniformados, como mero espectador, mientras su padre, era parte del grupo de quienes tiraban las piedras. No es fácil estar de un lado o del otro. Así suelen terminar estas historias en el largo aliento: con un pibe muerto o en la cárcel.

Los sucesos de ayer son un fotograma. Uno de entre los miles que componen la película que debe mirarse completa antes de dar el veredicto. El mapa delictivo local tiene a Tunitas como un espacio destacado. Eso no es un secreto para nadie. Tampoco debería ser un secreto el hecho de que un ámbito social así de complejo no se forma de un día para el otro.

Durante años, miles de ojos miraron para otro lado dejando a la barriada a su propia suerte, dejando que un grupo de adueñara de sus calles y que disputara allí sus liderazgos. Y como en Tunitas pasa en muchos otros barrios de la ciudad. La Policía tiene su propia relación con la delincuencia, con las redes del robo y la droga.

Es un actor destacado, una parte indispensable del entramado. Donde la ilegalidad genera dinero hay un cobrador. Históricamente la Policía se ha financiado con el juego y la prostitución y en los últimos tiempos con las drogas.

Pensar la relación entre la delincuencia y la Policía en términos binarios es una ingenuidad o una canallada. Se odian, pero se necesitan. Finalmente es necesario conocer la dinámica interna de los núcleos delictivos, sus procesos de adaptación, el relevo de los liderazgos, los procesos de legitimación de las camadas que tienen que demostrar carácter.

Ese famoso tránsito de la delincuencia con “códigos” hacia la que no los tiene y que suele atribuirse a la droga aunque las razones sean muchas más y complejas.

El director de Prevención dice saber quiénes son los que intentaron incendiar el local donde va a funcionar el destacamento. No es ningún mérito, por supuesto. Los vecinos también lo saben y la Policía lo sabe hace rato.

En Tunitas se sabe quién es quién. Sólo hay que preguntar. El desafío no es saber, sino intervenir para evitar. Intervenir para que los jóvenes no se sumen a los ejércitos que se disputan el dominio de las redes de robo y drogas. Intervenir para que los vecinos no queden como rehenes. Intervenir para desarticular la vinculación entre Policía y delincuencia que rige y que beneficia a ambos aunque cada tanto haya enfrentamiento de superficie.

Si la solución al delito fuese la Policía, el tema estaría solucionado desde hace mucho tiempo, porque sería una cuestión cuantitativa. Lo cierto es que la Policía es parte del problema y la Política se ha dado por vencida. No se mete en sus dominios. Da un paso al costado y “juega” a la Seguridad comprando camaritas, patrulleros y otros suvenires. Mientras tanto el matrimonio sigue su turbulenta relación.

Cada tanto se tira un plato por la cabeza, pero nada que no se pueda solucionar. A la larga, llegan a un acuerdo. Unos, siguen robando y vendiendo lo robado incluso en el mismo barrio, distribuyendo la droga que se consumen en todos los niveles sociales y en toda la ciudad; los otros siguen recaudando y elevando los sobres.

En el medio, quedan los pibes. Y no pocas veces quedan con una bala en el pecho.

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