Un testigo detenido por callar la verdad

Angel Valoy, retirado de la Armada, no respondió convincentemente las preguntas de la fiscalía, las querellas y el tribunal. Se sospecha que fue cómplice del secuestro de María Isabel Valoy, Diego Guagnini y su hijo Emilio Guagnini, en 1977.

Angel Esteban Valoy agarró varias veces la botella de agua con la urgencia de quien necesita pasar un mal trago. Dijo que estaba atravesando un momento difícil y, tras las preguntas, que su mente aparecía en blanco, que no se acordaba de nada, que habían pasado treinta años y estaba “obnubilado”. El presidente del Tribunal Oral Federal 4 intentó aclararle en más de una ocasión las preguntas que parecía negarse a responder. Dijo: “Huelgan las palabras”, cuando le preguntaron por qué había decidido enviar a su sobrino de 18 meses a Tucumán, en lugar de buscar a sus padres, por entonces secuestrados. Y no logró convencer al Tribunal de que lo que estaba contando sobre ese chico que una noche dejaron en la puerta de su casa, cuando él aún integraba la Armada, era cierto. El fiscal Félix Crous pidió su detención por “falso testimonio” y “callar la verdad”. Después de un cuarto intermedio, el Tribunal lo concedió.

Ese niño que en mayo de 1977 tenía dieciocho meses es Emilio Guagnini, hoy miembro de Hijos, cuyos padres, María Isabel Valoy y Diego Guagnini, fueron secuestrados y están desaparecidos. Emilio se sentó a fines de octubre en la misma silla donde ayer se sentó su tío abuelo, militar retirado, en una audiencia de la causa que investiga los crímenes del centro clandestino de El Vesubio. Emilio contó orgulloso que sus padres pertenecieron a la organización Montoneros, que lo secuestraron con ellos, que los militares lo devolvieron y lo dejaron en la casa de un tío. También dijo que él ya había hablado con ese tío pero que nunca pudo creerle y le pidió al Tribunal que lo convoque a declarar.

Valoy ahora tiene 72 años y está retirado de la Armada. Declaró dos veces ante la Justicia hace años, y meses atrás en el juicio oral por los crímenes del circuito integrado por el centro clandestino del Atlético, el Banco y el Olimpo (ABO), ante el Tribunal Oral Federal 2.

“Como ya declaré –arrancó Valoy ayer–, en una noche de invierno, calculo que después de las nueve de la noche, tocaron el timbre de mi casa preguntándome si podía bajar, porque habían encontrado a un chico en la parada del colectivo.” Como ese chico llevaba en un papel el nombre de Emilio, explicó, “a mí me sonó como el nombre del hijo de mi sobrina. Yo estaba en la cama, bajé, veo a un masculino barbudo con pelo largo con esa criatura y con la dirección. Cuando quise interrogarlo, se dio a la fuga”.

El chico, dijo, tenía unos dos años, aunque también dijo no acordarse exactamente la edad. “Subí con él, lo bañamos porque estaba sucio, le dimos de comer con mi señora y, como vi que lo mejor era avisarle a mi cuñada, llamé a Tucumán, les dije que enviaran a alguien para llevarlo. Al día siguiente, o dos días después, vino un sobrino mío y lo llevó a Tucumán. Yo lo acompañé a Retiro y ahí terminaron los hechos.” Y agregó: “El chico volvió hace dos años a casa, a comer y después me dijo: ‘quiero hablar con vos’. Yo le dije: ‘Hace treinta años te estoy esperando’. Le conté lo que estoy diciendo, cómo había llegado a mi casa y no me creyó. Eso es lo que me pasó y lo que toda la vida voy a seguir diciendo... Lo cual me trajo todo esto, no es lindo estar acá en este momento, pero lo volvería a hacer”.

Valoy no volvió a agregar una línea del nudo de esa declaración, pese a las preguntas que siguieron e intentaron generar algún tipo de contexto. El hombre de “pelo largo y barbudo” siguió siendo un “masculino sin identificación”: según todas las sospechas, la imagen a la que parece aferrarse para imputarle el problema al estereotipo del militante político.

¿Por qué tomó esa decisión? ¿Por qué, por ejemplo, no intentó ubicar a los padres del niño? ¿Por qué prefirió llamar a Tucumán? ¿Por qué no se lo quedó unos días esperando saber algo de sus padres?, fueron preguntando la fiscalía, las querellas y el tribunal. Ante las preguntas, el testigo siguió un mismo guión: la madre de la criatura era su sobrina, la había visto en Buenos Aires con su pareja unas pocas veces, las veces que fueron a su casa a comer una pizza. No sabía dónde vivían, no tenía modo de ubicarlos. El tenía cinco hijos, no podía cuidar al chico y, por eso, llamó a Tucumán. Esas veces ya no decía que llamó a su “cuñada”, sino a la madre de su sobrina: es decir a su “hermana”.

El llamado a Tucumán lo hizo esa misma noche, según se desprendió del deshilvanado relato. Pero al otro día dio parte a su “comando”: él estaba en la base aeronaval de Ezeiza. El dato llamó la atención de una de las querellas: Valoy dijo que en ese llamado informó que uno de sus parientes iba a viajar a Buenos Aires a buscar al niño, un detalle que no había mencionado en su declaración anterior y puede explicar algo de lo que sucedió en esos días.

Aquel tío que llegó en tren desde Tucumán a buscar a Emilio se topó en la estación con alguien de la Policía Federal que lo paró entre cientos de personas para preguntarle si era quien creía que era; le dijo que sabía a dónde iba, que fuera y se volviera. Con esos antecedentes, el Tribunal Oral 2 había intentado preguntarle a Valoy cómo es que se había conocido el dato, si alguien más lo sabía. Valoy lo negó. Dijo que a su comando sólo había informado que había encontrado al chico, no que alguien venía a buscarlo. Ayer dijo otra cosa: la idea de que sí informó en esa comunicación la existencia del viaje fue una de las contradicciones que marcó el abogado Rodrigo Borda, del CELS.

Pero la causa de la detención fue haber callado la verdad. Ante el TOF 2, Valoy había dicho que su sobrina estaba en algo “raro”, una caracterización que en ese momento se negó a profundizar. Y ayer nuevamente se negó a aclarar cuando una y otra vez Crous intentó preguntárselo. Primero, lo hizo con una evasiva: dijo que lo raro era que le llevaran al niño a su casa; luego, dijo que no sabía, luego que habían pasado treinta años, y luego ya que su “mente estaba en blanco”.

“Advierto reticencia del testigo”, dijo Crous. “Y la reticencia es una de las formas del falso testimonio, y está bajo juramento.” El presidente del Tribunal, Leopoldo Bruglia, intentó hacer las preguntas más digeribles; lo mismo hizo la defensa oficial, pero nada lograron: “Creo que la pregunta no está respondida en su verdadera centralidad”, dijo Crous, finalmente. “El Tribunal 2 pasó todo un calvario para que el testigo logre decir que cuidaba a sus propios hijos para que no se reunieran con personas extrañas, pero ahora dice ‘huelgan las palabras’. Claramente ha tomado la decisión, no ha querido responder, y esto se llama callar la verdad, es un hecho flagrante.” Señaló que hubo cosas que notoriamente lo incomodaban, de las que “no quiere hablar”.

Una hora más tarde, y luego del cuarto intermedio, el TOF 4 aprobó la orden de detención. Valoy va a quedar detenido hasta que el juez de turno lo indague y allí podrá declarar o no. Si esa causa no prospera, alguna de las querellas analiza la posibilidad de abrir una causa paralela por encubrimiento.

Una de las hipótesis en danza es que Valoy funcionó como el nexo entre los grupos de tareas y la familia: que fue la persona a quien le restituyeron el niño, pero para que lo entregara al sector más conservador de la familia, que no estaba entre los parientes de Buenos Aires, sino en Tucumán.

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