¿Se te resiste el agua con gas? No todas son iguales

¿Se te resiste el agua con gas? No todas son iguales

Es el líquido perfecto para mantener el organismo hidratado, pero a veces resulta demasiado sosa, por eso las carbonatadas son una alternativa a las naturales. Hay diferentes "clases", todas sanas, refrescantes y digestivas

¿Cuánta agua hay que beber al día? La respuesta inmediata es 8 vasos, unos dos litros. Pero esta es la solución simple, porque la realidad es mucho más compleja y depende de muchos factores: peso de la persona, sexo, edad, nivel de actividad, etc. Luego, las mismas autoridades tampoco coinciden. Como recoge un artículo firmado por la profesora Rosa María Ortega, de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, y difundido por la Fundación Española de la Nutrición (FEN), la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomienda 2,5 litros para los hombres y 2 para las mujeres, la OMS propone cantidades superiores y la Clínica Mayo apunta a 3,7 litros de líquidos para los varones y un litro menos las féminas.

En lo que no hay ninguna duda es que el cuerpo necesita agua, y una deshidratación, aunque sea pequeña, tiene consecuencias sobre el cerebro (reduce las capacidades mentales), ocasiona cefaleas y favorece el estreñimiento.

Por tanto, ahora más que nunca tenemos que estar bien hidratados para mantener el organismo perfectamente engrasado para afrontar cualquier tipo de amenaza externa (infecciones, etc). Recurrir a las aguas carbonatadas es una opción más sofisticada que el agua del grifo (pero no mejores en cuanto a hidratación). Además de cumplir con su función de hidratación, son saludables para el aparato digestivo, ya que mejoran la sensación de plenitud después de una comida (dispepsia) y el estreñimiento.

Muchas personas rechazan el agua con gas, pero también son cada vez más las que sucumben al agradable frescor del agua burbujeante aromatizada con una rodaja de limón.

Variedades

No todas las aguas con gas son iguales. Son todas carbonatadas (contienen CO2), pero tienen diferentes ingredientes, lo que les confiere sabores distintos. Las más habituales son soda, gaseosa, tónica y agua con gas.

Soda (sifón): es agua carbonatada artificialmente (se le inyecta CO2) y a la que se le añaden diferentes minerales, especialmente cloruro de sodio y bicarbonato de sodio, lo que le confiere ese sabor ligeramente salado. Además de sodio, otros minerales añadidos son calcio, zinc, cobre y magnesio. En España no hay mucha costumbre de tomar soda sola, pero sí de mezclarla con vino o vermut.

Gaseosa: es agua carbonatada artificialmente y edulcorada. Suele tener 0 calorías y ningún mineral. Bebida sola tiene un agradable sabor, pero la consumimos sobre todo para hacer claras de cerveza y para echarla al vino.

Tónica: es la versión menos saludable, ya que contiene una cantidad considerable de azúcar (31 gramos en una lata de 330 ml), que traducido a calorías son 121. También contiene zinc, sodio y cobre. Pero lo característico es el sabor amargo, que procede de la quinina, un alcaloide extraído de la corteza de un árbol tropical (chinchona) y que tiene propiedades antipalúdicas, analgésicas y antipiréticas, lo que llevó a que fuera utilizada como un remedio contra la malaria. Hoy en día, el contenido en quinina es testimonial, solo para darle el toque amargo característico de la tónica.

Con la fama que han alcanzado los gin-tonics en los últimos años, se encuentran en el mercado tónicas prémium, mucho más delicadas de sabor que la tónica clásica.

Agua mineral con gas: es naturalmente carbonatada. Sus burbujas provienen de un manantial o pozo con carbonatación natural. El agua de manantial contiene una variedad de minerales, como sodio, magnesio y calcio. Sin embargo, las cantidades varían según la fuente de donde se embotelló el agua de manantial.

El contenido mineral del agua puede cambiar el sabor significativamente, esta es la razón por la que las diferentes marcas de agua mineral con gas generalmente tienen su propio sabor único.

Algunos fabricantes carbonizan más sus productos agregando dióxido de carbono, haciéndolos aún más burbujeantes.

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